Capítulo 10

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La observó embelesado, su fina figura a través de la puerta corrediza era un deleite para sus ojos, era delgada, con un buen trasero y busto promedio. Sus manos masajeaban su cabello que caía mojado sobre su espalda, el agua recorría su cuerpo. Verla de esta forma tan expuesta ante él le despertaba sus más profundos deseos sexuales. Tragó duro.

—¡¿Adam?! —inquirió ella y él cerró la puerta de inmediato.

Sabía que no había hecho bien al permanecer observándola unos segundos. Cerró sus ojos y apretó sus labios.

—Lo... Lo siento mucho Lía. No... No sabía que estabas dentro. Perdona —se disculpó.

—Está bien —respondió aliviada—. En un momento salgo.

Dicho esto, no pasaron ni cinco minutos cuando ésta abrió la puerta y él se volteó, la vio envuelta en una toalla, le sonrió de medio lado.

—Ya puedes pasar —le informó y Adam asintió, sin embargo, ninguno de los dos continuó su camino, sólo permanecieron viéndose fijamente.

Adam se acercó poco a poco a ella, alzó una mano hasta su cuello, sintiendo como Lía comenzaba a respirar pesado, la jaló para estampar sus labios contra los de ella, comenzó rápido, un pequeño choque de dientes. Se sentía hambriento.

Pegó su cuerpo, mientras ésta enredaba sus brazos en el cuello de él, jalándolo más cerca, lo necesitaba mucho más si es que eso era posible. Adam bajó sus manos sosteniéndola de la cintura, apretujándola, recorriendo la fina figura por encima de aquella fina capa de baño.

Sin pensarlo, con respiraciones aceleradas y frenéticas, se acercaron a la cama. Se despegaron con un chasquido que fue el único ruido que irrumpió el silencio del cuarto.

—¿Puedo? —preguntó refiriéndose a la toalla.

Lía sólo asintió y la dejó caer, se le volvió a cortar la respiración, era hermosa, ni siquiera la pequeña cicatriz que había a un lado de sus caderas opacaba su belleza, era increíble. Ésta tenía las mejillas sonrojadas y Adam volvió a besarla, acostándola poco a poco en la cama, la sentía temblar contra él.

—Está bien si no quieres hacerlo —se quedó cerca de su rostro hablando—. No tenemos que hacer nada.

—N...no, quiero esto. —Cerró los ojos y volvió a abrirlos casi temblorosos con las pupilas dilatándosele poco a poco—. Te deseo, Adam.

Y sin más, se lanzó a sus labios, abrazándolo por la espalda, recorriendo ésta, sintiendo todos sus músculos, queriendo que la apretara contra el colchón y la follara de una vez, sentirlo moviéndose contra ella, gimió con el pensamiento, también sintiendo como las manos de Adam la recorrían entera. Parecía que no podía dejarlas quietas, las sentía en la espalda, apretando su trasero, una tocando su seno, se sentía increíble.

Adam parecía querer más y más; y lo tendría, se separó besándole la mandíbula, siguiendo el camino por el cuello, llegando a su busto, besó ambos, chupando el derecho, sintiendo cómo ésta temblaba y dejaba escapar gemidos, quería escuchar más de ellos. Siguió besando su estómago, subiendo las manos, recorriendo todo hasta llegar a su cuello y darle un apretón, haciéndola soltar un jadeo silencioso, sólo dejando salir el aire, viéndola a cada segundo, cómo tiro la cabeza para atrás y cerró los ojos disfrutando el momento.

Y la haría disfrutar, mientras todo esto durara.

Bajó las manos de nuevo para abrirle las piernas y dejarla un poco más expuesta, Lía no sabía que tan caliente se veía y no perdió la oportunidad de decírselo.

—Eres jodidamente deliciosa, tienes un cuerpo ardiente —dijo besando alrededor de la pelvis, sintiéndola temblar un poco más por el deseo—. Ponte en tus codos, quiero que mires.

El Guardaespaldas (Adam Levine) Where stories live. Discover now