Capítulo 11

107 2 2
                                    

Habían pasado una semana yendo de un motel a otro en el estado de Colorado, no podían quedarse en uno solo, pues de lo contrario no tardarían en encontrarlos. Ya les habían seguido el rastro, pero Adam se encargaba de dejar distintas pistas confusas que los distrajera lo suficiente para escabullirse.

—¿Ya estás lista? —le consultó Adam y ella asintió.

Abandonaron aquel motel, partirían a Nuevo México para intentar acercarse de nuevo a quienes tenían a sus padres, sin que estos los atraparan primero. Santino les había informado un posible nuevo paradero, por lo que se dirigirían hacia allá a investigar.

—¿Pasaremos la noche allá? —quiso saber Lía.

—Posiblemente, en algún hotel cercano.

Resopló. Estaba algo cansada de ello, de tener que estar constantemente cambiando de lugar, cuidándose las espaldas, de no poder llevar su vida como antes. No había visto a sus amigos, apenas y pudo hacer una llamada con ellos por unos minutos para informarles que se encontraba bien y se lo notificaran a la escuela. Además, tampoco veía más cerca la posibilidad de encontrar a sus padres, por el contario, cada día se iba haciendo más a la idea de que nunca los volvería a ver, o que incluso, ya estaban muertos.

—No te des por vencida aun, ¿vale? —le dijo Adam, colocando una mano sobre su rodilla, al notar su ánimo decaído—. Sé que han sido días difíciles, pero cada vez estamos más cerca de que esto termine, confía en mí.

Forzó una sonrisa de medio lado y asintió. El camino duró un par de horas, Adam se adentró a una colonia privada, otorgando los datos necesarios para acceder. Estacionó el auto un par de casas antes de su destino.

—De acuerdo. —Suspiró—. Tú espérame aquí, iré dentro y te haré una señal cuando tengamos el paso libre para entrar los dos, si no la recibes, espérame con el auto encendido por si es necesario escapar de inmediato, ¿lo tienes?

—Entendido.

Adam asintió y bajó del vehículo, cargando una pistola antes. Fue sigiloso hasta el lugar, se asomó por las ventanas, para asegurarse que sólo se encontraba el hombre que buscaban y no lo acompañaba nadie más. Escondió la pistola tras él y llamó al interfono haciéndose pasar por otra persona que sabían que esperaba, cuando bajó y abrió la puerta frente a él, inmediatamente le apuntó.

—¿Quién es usted? —cuestionó desconcertado.

—Yo haré las preguntas, usted entre.

Y le hizo un ademán a Lía para que viniera con él. Los dos caminaron hasta la estancia, Adam sin bajar el arma ni descuidarse un segundo, Lía llegó después a su lado, quedando perpleja ante la situación.

—Ve por las cuerdas al auto y tráelas aquí —demandó.

Ella asintió y acató su orden de inmediato.

—Más te vale no intentar ningún movimiento porque conozco todos y cada uno de ellos y no dudaré en dispararte —le advirtió al hombre, quien había llevado una mano hasta su bolsillo trasero, pero la retiró enseguida.

Lía llegó después con las sogas y Adam solicitó que también trajera una silla de madera de la cocina.

—Sostén esto. —Le dio la pistola a Lía—. Y no la bajes hasta que yo te lo indique.

Asintió sin despegar su mirada de aquel tipo. Unos minutos después él ya se encontraba completamente amarrado. Adam hizo un ademán a Lía para que bajara el arma y ésta obedeció.

—Escúchame —comenzó Adam—. Te haré un par de preguntas y tú me responderás con la verdad si no quieres perder una de tus piernas, ¿de acuerdo?

El Guardaespaldas (Adam Levine) Where stories live. Discover now