Capítulo 7

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Resopló con frustración dentro de vehículo. ¿Dónde podrían estar? Los Ángeles era una ciudad realmente grande y podrían haber ido a cualquier lugar.

Por la mañana, Adam había recibido algunos datos importantes que había solicitado del tal Daniel. Conocía su información básica, también dónde vivía; pero dudaba que eso le fuera de mucha ayuda ahora. Lía había ido con él porque había tenido una especie de "crisis" según sus amigos, así que debían estar en algún lugar de distracción o entretenimiento.

—Lo tengo —dijo dando un chasquido.

Encendió el auto y partió. Tenían que estar ahí.

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—¿Qué dices? ¿Subimos? —le cuestionó Daniel, observando la gran rueda de la fortuna frente a ellos.

—Claro —aceptó Lía, mordiendo el algodón de azúcar que le había comprado.

Formaron fila y subieron. Cuando la rueda se detuvo a lo alto, Lía tomó una bocanada de aire y la dejó salir lentamente. Se sentía bien. Estar ahí arriba con el aire fresco impactando sobre su rostro y pecho la hacían sentirse libre. Extendió sus brazos. Esos pensamientos de hacía unas horas comenzaban a desaparecer, ahora veía todo de una manera más clara y menos complicada, más sencilla.

Tras bajar del juego mecánico luego de unas cuantas vueltas ahí, siguieron caminando.

—¿Ahora a dónde te gustaría ir? Está la montaña rusa, el carrusel, algunos juegos de tiro, o si gustas, podemos comer algo.

Lía estuvo por responder, sin embargo, una voz habló a sus espaldas.

—Me temo que a casa es al único lugar a donde irá ahora.

Se congeló al escuchar su voz y con algo de temor se giró a verle junto con Daniel. Se acercó a ambos.

—Espera, Adam, puedo explicarlo —habló ella de inmediato, antes de que pasara algo similar a lo de aquella fiesta.

—Tú eres su guardaespaldas —afirmó Daniel, viéndole fijamente.

—Y tú el idiota de su ex. Sí, ahora vámonos. —Tomó a Lía del brazo para que comenzara a caminar con él.

—Te llamo después Dani, gracias por tu ayuda —dijo por último para después seguirle el paso a Adam.

Lía no quería poner resistencia esta vez, sabía que eso sólo provocaría un mayor desastre y estaba consciente de que haber apagado su GPS había hecho enfurecer a su guardaespaldas, pero era algo que necesitaba. Ambos subieron al vehículo y Adam arrancó a su casa, sin mencionar palabra alguna.

—No debiste hablarle así a Daniel —musitó Lía, rompiendo el silencio.

—No debiste apagar tu GPS e ir sin avisar —respondió tajante.

—Él sólo quería ayudarme —prosiguió—. No me sentía bien y necesitaba salir de ahí. Me ha ayudado a tranquilizarme. No lo conoces, es un buen chico, no me haría ningún daño.

—Me alegro por ello, pero algo pudo haberte pasado y...

—¡Mi seguridad no lo es todo, Adam! —estalló, cansada de escucharle el mismo sermón—. Sí, entiendo muy bien que corro peligro, pero no quiere decir que cualquier persona que se me acerque me hará daño o busque lastimarme. No me encuentro bien, estoy en una constante preocupación con lo que pueda pasar con mis padres. Necesitaba despejarme.

—Pues parece que no has entendido un carajo —espetó él—. Nada te cuesta avisar si vas a salir, no puedes seguir haciendo tu vida como lo era antes porque ya no es así. Corres peligro cada segundo que pasas en el exterior, en tu propia casa, desde el momento en que tus padres han desaparecido corres peligro. Y no hablo sólo de tus amigos, del idiota de tu ex, hablo de cualquier persona mínima con la que mantengas contacto. Pudiste venir aquí y si alguien los secuestraba a ambos, ¿entonces qué? No podía localizarte, no tenía forma de saber a dónde te podrían haber llevado. No lo entiendes, vives encerrada en el mundo perfecto en el que has crecido, pero te tengo una noticia, ese mundo ya no existe, y si quieres recuperarlo debes comenzar a pensar primero antes de actuar y seguir haciendo este tipo de cosas.

El Guardaespaldas (Adam Levine) Onde histórias criam vida. Descubra agora