Dieciséis

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La clase del Club de Teatro acababa de finalizar y Maya ordenó sus cosas con lentitud, mirando de reojo hacia el escenario mientras se preguntaba cómo podría robarse unos minutos con Anton. Cualquier otro día esa tarea no resultaba muy difícil, pero ese día el maestro fue quien hizo la clase y justo en ese momento él y Anton charlaban con tanta familiaridad que no parecía que fueran a terminar pronto.

Maya suspiró resignada y se colgó el morral sobre el hombro, avanzó por entre los asientos algo desanimada y luego comenzó a subir hacia la salida. Su plan para convertirse en amiga del chico no estaba saliendo del todo bien, principalmente porque necesitaba tiempo para hacerlo sentir aunque fuera un ápice de aprecio por ella, y bueno, no era como si se vieran todos los días. De hecho, se veían una vez a la semana, y aunque habían charlado algunas veces nunca había sido lo suficiente como para que Maya se sintiera satisfecha con los resultados.

Se encontró en la entrada del edificio y se sentó en las escalinatas. Estudiantes entraban y salían del edificio, en pares o en solitario, charlando despreocupados o muy estresados. Maya había hablado la noche anterior con Alan, y al parecer él era de los que se estaban tomando la universidad con calma y mesura; bien organizado, respondiendo con la cabeza fría cuando habían imprevistos. Ella se sentía en medio, no se sentía preocupada pero aún así le dedicaba un buen tiempo de sus días al estudio, no quería descuidar ni su rendimiento ni su bienestar. Pensó en Henry, porque era lo natural, y se le ocurrió que probablemente él estaba en el extremo del estrés. De hecho, ahora que le daba unas cuantas vueltas, estaba segura.

Hacía unas dos semanas que no lo veía, sólo se habían texteado y charlado unas cuantas veces, algunas incluso con Alan cuando sus horarios calzaban. Maya temía que con el pasar de los meses las ausencias se harían cada vez más recurrentes, pero se consolaba con el hecho de que esa era la norma para prácticamente todos los estudiantes que conocía. Derek pasaba la mayor parte del tiempo con Dana, porque eran compañeros, pero a Ben lo veía esporádicamente, y si veía más seguido a Marco era porque ambos estaban muy interesados en pasar tiempo con el otro.

Sus amigas estaban en situaciones parecidas, sólo que ellas no conocían a nadie en el campus, por lo que su distanciamiento con sus respectivas amistades se manifestaba en la falta de llamadas y mensajes. Al menos las tenía a ellas. Estaban compartiendo muchas tardes juntas y a Maya le encantaba tener amigas, las chicas eran divertidas y ofrecían un mundo de entretenciones un poco diferentes que los chicos. Incluso se arrepentía un poco de no haber hecho amistades femeninas en la academia, amaba a sus amigos, pero la complicidad que encontró con otras mujeres era diferente.

Pensando en cuánto quería a sus amigos, no pudo evitar que sus pensamientos volvieran con Henry y decidió que lo visitaría. Si no lo hacía hoy, probablemente no lo haría en las próximas tres semanas.

-¿No tienes una clase a la que llegar?-

La voz llegó desde la altura, por lo que alzó la vista y sonrió ligeramente al ver la silueta de Anton de pie junto a ella, unos escalones más arriba. Llevaba una carpeta bajo el brazo y no se había quitado los anteojos, la examinaba con el ceño ligeramente fruncido y Maya estaba segura de que lo vio desviar la vista hacia sus piernas. No era como que usara faldas con la intención de atraer miradas, simplemente le gustaba cómo se le veían y se sentía cómoda en ellas, pero no iba a ignorar el potencial que tenían y decidió explotarlo cruzando una de sus piernas deliberadamente sobre la otra, y pensando "Henry puede esperar unas horas"

-Estoy libre hasta las tres.- le contestó.

-Deberías almorzar.- indicó bajando los escalones.

-¿Es esa una forma muy indirecta de invitarme a almorzar?- preguntó levantándose para seguirlo.

-No, tengo un compromiso.- negó él.

Entre TiemposWhere stories live. Discover now