Doce

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El auditorio de teatro era gigantesco. Maya se quedó un momento de pie en la entrada, admirando las filas de asientos de tela roja y la tenue luz que provenía de entre las paredes; abajo podía ver un escenario más iluminado y un telón de proyector blanco. Le recordaba un poco al auditorio de la academia a la que había asistido, pero sobre todo la hacía pensar en las obras en las cuales había tenido la oportunidad de actuar antes de retirarse del Club de Teatro para concentrarse en sus calificaciones. Ahora podría retomar un poco ese hobby, estaba segura de que lo disfrutaría.

Con un suspiro complacido bajó por las escaleras y encontró un asiento cerca del frente, pero no en la primera fila. Era cierto que estaba muy interesada en esa clase, pero esa mañana se había despertado muy temprano y se sentía un poco cansada, por lo que unos minutos de relajo en un lugar con luces bajas era el cielo.

Se acomodó lo mejor que pudo en su asiento, esperando que nadie fuera amistoso porque en ese instante no quería hablar, y se envolvió la cabeza con un ligero pañuelo de satín con motivo de flores coloridas. Escuchó a la gente comenzar a llegar, a sentarse y a charlar en voz baja. Todo a su alrededor la hacía caer más en cuenta del sueño que la acechaba, por lo que se sobresaltó de forma exagerada cuando escuchó una voz por sobre el silencio.

-Buenos días.- dijo.

Maya se irguió en su asiento mientras se frotaba los ojos con delicadeza y miró al frente. Sus ojos se ampliaron y se agarró de los antebrazos del asiento, miró a su alrededor confundida como si una confirmación fuera a aparecer de entre sus compañeros. Volvió a poner su vista al frente y se convenció de que no alucinaba ni de que era el sueño, efectivamente frente a ella estaba el chico de los tatuajes.

Estaba de pie en medio del escenario, apoyado casualmente contra el podio y revisando lo que parecía ser una carpeta. Bajo esa luz Maya se dio cuenta de que tenía la piel bronceada, y por el borde de su camiseta de manga larga veía los tatuajes negros de su brazo derecho y los coloridos del izquierdo; se veía igual que en la fiesta, excepto que estaba usando unos anteojos de marco traslucido.

-Entonces...- dijo él, y su voz era potente, se proyectaba haciendo eco por todo el auditorio.-Bienvenidos al "Club de Teatro"- dijo haciendo las comillas con sus dedos.-No sé por qué le llaman club, pues pronto se darán cuenta que es más bien una clase teórico-práctica, así que si alguno no se siente con ganas de asistir a una clase más, es libre de retirarse.- dijo.

Mientras hablaba dejó que sus ojos viajaran por los asientos, deteniéndose por apenas unos segundos en los rostros de los asistentes hasta que llegó a Maya y frunció ligeramente el ceño, apenas perceptible. Ella simplemente le sostuvo la mirada por los tres segundo que el contacto duró antes de que él volviera a posarlos sobre su carpeta.

-Ok, veo que todos se quedaron.- comentó.-Perfecto, ahora, vamos a presentarnos y para hacerlo les voy a pedir a todos que por favor suban al escenario conmigo.- los llamó.

Maya sintió que se le revolvía el estómago, pero de una forma muy placentera. Le encantaba el teatro porque era divertido, claro, podía ser muy serio y cargado de emociones, pero sobre todo era divertido. Se levantó de su asiento dejando el pañuelo sobre su morral y bajó con el resto de sus nuevos compañeros hasta el escenario.

Allí el chico de los tatuajes, que ahora probablemente tendría que llamar el profesor de los tatuajes, no estaba muy segura; les dio la instrucción de formar un círculo, del cual él también se hizo parte.

-Voy a empezar.- anunció y caminó al centro del círculo.-Les diré mi nombre, por qué estoy aquí y algo muy común que me halla pasado últimamente.- les explicó.-Si a alguien le pasó lo mismo va a correr al centro, el primero en llegar se queda y repite ¿se entiende?- les preguntó y todos asintieron.-Bien.- asintió.

Entre TiemposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora