Treinta y ocho

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-Hay algo que me ha estado carcomiendo.- dijo Rebeca mientras salían del salón.-¿Cuántas botas tienes?- le preguntó.

Maya se miró los pies mientras caminaba, ese día había elegido unas botas de plataforma que le cubrían justo por sobre las rodillas, es decir, nada muy fuera de lo común, aunque puede que quizás el llamativo color magenta resaltara demasiado en contraste con el mini vestido negro y el abrigo del mismo color. 

-¿Veinte?- trató de adivinar.

-¡¿Veinte?!- soltó Rebeca, casi ahogándose.

-Probablemente tengo más en casa de mis padres.- pensó.

-Niña rica, niña rica, niña rica.- repitió su amiga, más para sí misma que para ella.

-Me gusta la ropa, no puedo evitarlo.- explicó con un suspiro.-Supongo que podría darte alguna, a ambas.- agregó mirando a Eleonor.

-No podría usar algo así.- dijo la otra chica negando.

-Claro que podrías.- sonrió Maya.-Pero nadie te va a obligar si te incomoda, así que relájate.- le aseguró.

-Tú tienes que relajarte.- la apuntó Rebeca.-Estas últimas semanas te has visto demasiado fabulosa, nos opacas.- bromeó.

-Saben por qué.- masculló presionando el botón del ascensor.

-Yo también estoy nerviosa por eso.- dijo Eleonor.-Es... inimaginable.- dijo con un temblor.-Un chicos es... y dos... No, no, no.- cerró los ojos.

-¿Qué mierda estoy haciendo?- soltó Maya, volviendo a apretar el botón.

-Yo tengo esperanzas.- agregó Rebeca alzando una mano.-Te felicito por tu iniciativa.-

-Ni siquiera fue mi iniciativa.-

-Cómo sea, si la oportunidad se presenta...- canturreó Rebeca e hizo un ademán con la mano imitando que atrapaba algo.

-¿Qué le pasa a este ascensor?- se quejó Maya.-O mejor las escaleras, necesito aire...-

Estaba a punto de girar sobre sus talones cuando escuchó una voz extremadamente familiar llamando su nombre. Su cuerpo se tensó y sintió cosquillas en el estómago, de no ser por la mano que Rebeca posó en su codo para llamar su atención probablemente se habría quedado donde estaba sin moverse. Se dio la vuelta con toda la naturalidad del mundo, porque al parecer sabía reprimir algunas reacciones inmediatas, y vio a Henry avanzando a paso apresurado hacia ellas.

Ambos alzaron la mano en saludo y cuando sus ojos se encontraron se sonrieron, pero Maya también se mordió el interior de la mejilla porque aún no sabía identificar todo lo que sentía cuando lo veía. Era una extraña mezcla de nervios, emoción, calma y algo de irritación, irritación porque no superaba que la persona que le estaba moviendo el piso fuera Henry, literalmente uno de los chicos con el que había pasado más tiempo en la vida, y que su cerebro y hormonas hubieran decidido que serían perfectos juntos era un poco loco. Hasta sus estilos calzaban, él también se había vestido de negro ese día, pero con una chaqueta de vinilo semitransparente que probablemente era muy práctica en la lluvia, pero que se veía fabulosa.

Maya tenía que dejar de pensar tanto en moda.

-Hola, chicas.- las saludó Henry con una sonrisa amistosa y un rápido vistazo antes de que su atención cayera sobre Maya.-Veo que hoy elegiste el dramatismo.- la apuntó.

-Más bien todo el mes.- comentó Rebeca.

-¿Quieren drama?- preguntó al aire rebuscando en su bolso hasta encontrar los lentes de sol de marco y vidrio rosa que no creyó que usaría.- ¿Qué tal ahora?- le sonrió al ponérselos.

Entre TiemposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora