Capítulo 6.

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Personas. De diferentes edades y cultura, simplemente pasando enseguida de mí hacia sus habitaciones el primer día de clases, ahora que las vacaciones han terminado. Todos se arremolinan a mí alrededor y yo simplemente no puedo ver los pasillos. Podría ver sobre sus cabezas para ver el camino, pero soy bajita.
Ser bajita es un asco.
--¡Aquí estás!—Dice David, en algún lugar. Luego su mano toma mi brazo—Pensé que te había perdido.
Suspiro. Y yo que pensé que me estaba adelantando.
David sostiene mis maletas, así que le quito una y lo dejo cargar con las otras dos. ¿Quiere cuidar de mí? Bueno, no va a pasar, pero puedo dejarle cuidar de mis maletas.
 No hay problema.
--Tu habitación es la 165 A—Me dice—Tienes dos compañeras de habitación, ¿Sabes?
“Averigüé de mis propias cosas. Como sebe de ser. No tienes que hacer eso por mí, gracias”.
 Pero no se lo digo.
Lo complazco asintiendo.
Él parece satisfecho cargando mis maletas y guiándome hacia el camino fuera, dónde están las residencias a de las chicas, al término del campus.
 Es una habitación de un tamaño decente con una cama individual y una litera, con paredes pintadas en blanco y desnudas, piso de madera y un armario en una pared que tenemos que compartir.  Cuando llegamos ahí, él deja mis maletas en la parte de debajo de la litera y me pregunta si quiero ayuda para desempacar.  “No quiero que veas mi ropa interior, gracias”. Una vez más, no se lo digo y niego con la cabeza. Al final no le queda de otra que darme un beso en la mejilla y marcharse.
 Porque ahora estoy en un internado y voy a estar fuera de su vida. Ya no necesita cuidar de mí. Al menos eso espero que piense.
  Tal vez la razón por la cual estoy tan irritada es porque papá no llegó a dormir anoche. ¿Dónde está? No sé. ¿David le llamó? Sí. ¿Él contestó la llamada? Después de media hora. ¿Me enteré de algo de su conversación? Ja.
Me quedo ahí sentada viendo la cama dónde una de las chicas dejó sus maletas, la cama individual, (Muy inteligente de su parte)  y entonces la puerta de la habitación se abre y una chica entra. Parece sacada de una caricatura: Grandes ojos negros, piel locamente pálida y pelo largo hasta la espalda color negro azulado.
--Hola. Soy Cora.
Sonrío amablemente y me presento como Isabel. Lo siguiente que ella hace es hablar. Sobre todo. Sobre que es irónico que le haya tocado la parte superior de la litera, ya que siempre ha dormido ahí en su casa, sobre lo genial que es que en Ashford no nos hagan usar uniformes, sobre que su hermano mayor dijo que los maestros aquí son horribles, pero que ella no se preocupa. Empieza a hablar hasta por los codos, pero en verdad no me molesta; El sonido de su voz me ayuda a aplacar la pequeña vocecilla en mi cabeza que grita el nombre de mi padre.

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Dos horas después Cora me ofrece salir a ver el campus, así que ahí voy. Acepto más que nada para ver a los estudiantes, para ver si veo alguna cara conocida. Nada. Mi suerte realmente no es muy buena, así que debí de haberlo imaginado. 
 Y compruebo una vez más que mi suerte apesta cuando tropiezo de la nada con el equipaje de un chico (que juro no estaba ahí antes) y caigo encima de él. Es bastante épico, si me preguntas; Caigo derechito de boca en su pecho, pero creo que a él le saqué el aire.
Me levanto inmediatamente.
--Oh, Dios. Dios. Lo lamento tanto. ¿Estás bien? Juro que no te vi en el camino. Yo…
Yo me detengo porque puede que sólo lo esté irritando más.
Le doy una mano para que se levante y la toma. 
El chico es notablemente más alto que yo, me saca como dos cabezas. Tiene el pelo castaño oscuro y se ha dejado la barba crecer. Debe de ser mayor que yo. Es bastante guapo, pero estoy más ocupada viendo que no le haya sacado el aire de los pulmones y se esté muriendo o le haya quebrado una costilla o algo.
--¿Te perforé un pulmón o algo?
Está sacudiendo sus pantalones, luciendo muy molesto. Pero luego me mira y hace una pausa. Imagino que está encontrando las palabras para insultarme, así que retrocedo un paso, lista para disculparme una vez más y desvanecerme de su vista.
  Pero ningún insulto sale de su boca.
--¿Con tus, qué? ¿40 kilos?
Sé que intenta relajarme con ese comentario, y me sorprende y me siento aliviada de que no me odie, o algo, pero luego me siento… ofendida. ¿40 kilos? Sé que soy miserablemente pequeña, pero no peso 40 kilos. ¿Luzco de 40 kilos?
 Frunzo el ceño.
--Estoy bien—Dice, después de una pequeña pausa tras ver mi expresión—No pesas tanto. 
Entonces él me extiende la mano.
--Me llamo Graham.
Estiro mi mano para estrechársela, y abro la boca. 
Estoy a una milésima de decir mi verdadero nombre. Casi.
--Isabel.
Es mayor que yo, así que intento ver si reconoce el nombre y ve mi pelo rubio y a ver si éste sí conecta los puntos como se debe.
  Pero nada.
¿Pero qué…? Por la Santísima Trinidad. Alguien debió saber la verdad sobre Isabel. Alguien. ¿Es que ella era tan buena mentirosa que enredó a todos en su mentira?
 Graham está a punto de abrir la boca para decir algo, pero una voz se eleva y nos interrumpe:
--Les juro que vi esa escena en una película. ¿A que ustedes van a estar saliendo en unos pocos meses? Quién sabe, tal vez una semana. ¿Qué piensas, Katie?
 Volteo y miro hacia Cora, pero no es ella de quién proviene la voz. Sigo sus ojos y encuentro a unos metros ahí parada a Marina con Kate enseguida. Marina me sonríe y sacude su brillante cabello negro mientras caminan hacia nosotros.
--¿Me extrañaste?
Vaya que sí.
Sonrío tímidamente.
--Hola.
--¿Los conoces?—Me pregunta Graham, ligeramente sorprendido.
--Tiene esa suerte—Alguien responde secamente.
No me había dado cuenta, pero Alex se había acercado y está parado enseguida de Cora. Luce igual de mortíferamente guapo que cuando lo vi por última vez.
Y me fijo en sus ojos mortíferamente hermosos cuando mira los míos.
Escucho a Marina y a Kate saludar a Graham cuando Alex  me dice:
--No habías venido a visitarme. Pensé que eras un fantasma.
Casi tiemblo.
Sonrío amablemente.
--He estado ocupada.
Y después de aquello, dirijo toda mi atención hacia Graham a propósito.
--Siento haber caído sobre ti. En verdad.
Sonríe.
--No te preocupes. Las pesas del gimnasio son como el doble de ti.
Suelto una risita.
--Me doy cuenta.
Veo una chispa divertida en sus ojos después de una pausa.
Oh. Dios. Mío. ¿Acabo de coquetear? Batallo un poco para no ponerme a hiperventilar.
Hubiera sido bastante bochornoso si él no me sonriera  de vuelta, pero lo hace. Me sonríe. Me sigue el coqueteo. Me deja jugar.
--Te veré luego, ¿Si?
Asiento.
--Adiós.
Él aún sigue riendo cuando toma sus maletas y me dirige una última mirada.
Río, porque me he dado cuenta de que coquetear puede ser divertido. Ya nunca más criticaré a Miranda ni a sus amigas por ello. Mi risa cesa de repente cuando me doy cuenta de que en verdad ya no tengo que preocuparme por ellas, porque han salido de mi vida.
  Creo que ha sido lo mejor, de cualquier manera.
Me giro cuando recuerdo a los demás, y los descubro viéndome. Marina ríe.
--Definitivamente una semana—Mira a Kate --¿Quieres apostar?  Amo las apuestas. Diez a que terminan juntos en una o dos semanas. 
 Kate rueda los ojos pero sonríe, luciendo entretenida.
Alex me mira como si yo fuera lo peor.
Cora se ve incómoda.
--Yo… me voy. ¿Te veo en la habitación, Isabel?
Asiento y rezo para que nunca se me olvide que ese es mi nuevo nombre. Hasta que alguien lo descubra. Rezaré también por eso.
--¿Entonces te gustan morenos?—Presiona Marina--¿Morenos y altos? Buena combinación. A mí en especial me gustan los altos y rubios bronceados. Tú sabes.
Kate le da un codazo.
--Ya, Mar. Dale un respiro.
Alex gruñe. Aún sigue con la cara de pocos amigos y los brazos cruzados sobre su pecho.
Marina se voltea hacia él.
--¿Y a ti quién te invitó? ¡Desvanécete, perdedor!
Kate la sostiene de los brazos, como si ella fuera a saltar sobre él y arrancarle la cabeza.
--¡Deja de ser una patada en el trasero, Mar!—Le contesta él.
--¡No me llames Mar, tú, infeliz hijo de…!
Me voy a mi lugar feliz antes de que  ella pueda terminar su oración.  Mis padres nunca me dejarían tener la libertad de decir malas palabras. Nunca. Es como lo peor que yo pudiera hacer. Así que exactamente no estoy muy familiarizada, sólo lo normal… Aunque no estoy segura si mi normal es parecido a su normal. O al de cualquiera.
--Mar, ya está. Ya está—Le intenta tranquilizar Kate, jalándola de los brazos mientras mira sobre su hombro—Detente antes de que llames la atención.
 Marina se incorpora. Alex rezonga y gruñe un poquito, luego me mira.
--Te invito a un helado, o lo que sea que tu dieta te permita comer-Dice tomando de mi mano y llevándome lejos, malhumorado. 
 ¿Irnos? ¿Qué dieta?
Abro la boca para protestar pero entonces algo se envuelve alrededor de mi muñeca.
--Qué lástima. Ella viene con nosotras.
Alex se gira, furioso.
--Te lo advierto, Marina, retrocede.
Esto se está tornando un tanto peligroso, y me hace querer escabullirme.
--Chicos…--Intento, para calmar las aguas.
Pero no me escuchan.
--¿Sabes? No tienes que arruinar a cada chica que ves. Viene con nosotras—Marina me jala de nuevo hacia su lado.
Miro a Kate, esperando que ella haga algo, pero sólo tiene una mueca preocupada en la cara, mirando la escena.
--Chicos… --Intento de nuevo.
--¡Te lo he dicho, no tuve nada que ver!
--¡Y yo te voy a creer!-Escupe con sarcasmo Marina.
--¡Chicos!
Cuando oyen mi voz, algo se activa en sus mentes y me miran, con el reconocimiento brillando en sus miradas. Y entonces se miran el uno al otro, como si los hubieran cachado haciendo algo que no deben. Observo como la adrenalina y la furia se drena hasta dejar a aquellas personas que conocí al principio.
--Es mejor que discutan sus cosas de novios-no-novios-como-sea en otra parte—Recomiendo, con serenidad.
Marina abre la boca y aspira aire.
--¿Crees que yo salí con este imbécil?
Ahora estoy confundida.
--Es lo que dijiste aquella noche. Cuando te ayudé a llegar a tu habitación. Dijiste algo así que era sorprendente que no lo conociera porque todas las chicas lo hacían—Alex sonríe satisfecho y asiente con la cabeza--… y que era un perro.
Él frunce el ceño a Marina.
--Y cuando fui a entregarte el anillo—Continúo—Hicieron un comentario de una cita.
--¡Si, pero no fue…!
Entonces todo el mundo deja de girar y se congela: Kate le pone una mano en el brazo a Marina  y aprieta. Alex la mira, con cautela. Ella se queda callada y me clava la vista, luego mira a la mano de Kate, a los ojos de Alex, y luego a mí de nuevo.
--Es complicado—Termina diciendo—Nuestra relación… es complicada.
Miro a Alex, quién bufa y retrocede.
--Te veré después, Is.
¿Quién es Is? Miro alrededor, pero no hay nadie… Ah. Soy yo. Sí, claro. 
Estoy a punto de saludarle con la mano en señal de adiós, pero él ya está fuera de vista. ¿Pero qué demonios ha sido todo lo anterior?
--Imbécil—Susurra Marina, mientras lo ve marchar.
Kate suspira y peina con sus dedos su brillante y largo pelo castaño.
--Lo siento, Isabel. Éstos dos nunca se deciden entre amarse u odiarse—Finge reír.
Pero cuando miro la chispa en los ojos de Marina, no creo que haya una sola chispa dentro de ella que ame a Alex. Es más, no creo que haya ninguna señal de simpatía.

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