Capítulo 4.

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La calentadora empieza a chillar ligeramente, y yo me lanzo inmediatamente a apagarlo antes de despertar a mis padres. Aunque no tiene sentido; ninguno durmió anoche. Mamá no paró de llorar por horas.
Es curioso, ¿Sabes? Porque un mes atrás me sentía tan mal por el dolor de mi familia, pero ahora es sólo cansado. Es sólo irritante.
Suspiro mientras me sirvo silenciosamente el café; Sé que si hago ruido probablemente alguien va a bajar a comenzar a fingir  que todo está bien. Y no estoy de humor. Porque no he dormido nada tampoco, aunque no por las mismas razones que mis padres. No he dormido nada porque he estado estudiando. 
Porque necesito una beca para Ahsford.
No es que sea tonta o algo por el estilo. De hecho soy la tercera en mi clase. Pero Isabel era la primera, y sólo así obtuvo una beca. Así que estoy sentada aquí en la cocina, con la isla llena de libros, haciéndome un café, esperando a que ninguno de mis padres baje todavía. Son las seis de la mañana. Espero que sigan durmiendo. O fingiendo hacerlo, como sea.
  Sin embargo yo no soy tan afortunada, porque mi padre baja las escaleras lentamente en su pijama azul de cuadros. Cuando él me mira, sonríe ligeramente y viene a besarme la cabeza.
 Puedo casi escuchar oración de agradecimiento porque yo no estoy muerta.
--Buenos días, princesa. ¿Por qué te levantaste tan temprano?
--Tengo examen mañana. Estoy aprovechando mi día. ¿Cómo dormiste?
--Bien.
Tantas mentiras en tan pocos diálogos.
No es como si yo no sospechara que papá se quedó despierto y que probablemente me escuchó bajar las escaleras en la noche, ya que el hombre tiene muy buen oído.
No es como si ambos no supiéramos que las pruebas acaban de pasar, que yo no tengo ningún examen mañana. No es como si yo me levantara seguido para “Aprovechar mi día”. Como si yo no supiera que él no durmió.
  Lo puedo ver en sus ojos. Puedo ver que sabe. Por su manera de mirarme, de estudiarme. Puede ver que yo sé.
No lo digo. Y no me dice.
No podemos ayudarnos.
Y cuando le pregunto cómo está mamá, él me contesta que sigue durmiendo. La mitad es verdad. No sigue, acaba de hacerlo. Gracias a unas píldoras.
Viva la medicina.
Cosa graciosa es que tiempo atrás él se hubiera sentado a hablar conmigo sobre lo que me preocupa. Es muy gracioso como las cosas cambian.
¿No se supone que así no es como debería de ser? ¿No se supone que son los padres los que cuidan de sus hijos, los que los llevan por el buen camino, los que hablan de las cosas que no podemos enfrentar? ¿No es su trabajo obligarme a mirarlo a los ojos y decirle la verdad? ¿Que deje de mentirle? ¿No es su trabajo?
No se supone que es así como debería de ser.
Sólo queda el tiempo. Sólo queda a esperar a que el tiempo vende sus corazones para que puedan ser los padres que se supone que tienen que ser.
Mis antiguos padres.
De la manera en que era antes de que todo hubiera desaparecido. Antes de que se hubiera ido.
 Mi padre se sirve una taza de café y yo lucho para no cerrar los ojos y quedarme dormida. Números, letras, fechas, nombres, formulas, idiomas. Todo da vueltas en mi mente. 
Y las matemáticas. Nunca han parecido tan terribles en mi vida. Hasta ahora, no había topado con una cosa tan horrible… Hasta que papá se acomoda en la silla a mi lado y me pregunta qué estoy estudiando.
--Matemáticas—Respondo apresuradamente, moviendo unos papeles disimuladamente para que no vean información que imprimí de la página Web de Ashford.
Sé que algún día yo tengo que decirles lo que estoy planeando.
Lo que decidí cuando llegué a casa el día anterior.
Sin embargo, tengo miedo. Porque soy lo único que ambos tienen justo ahora. Y me iré. Al mismo lugar en dónde Isabel encontró su destino.
Donde encontró la muerte.
Sólo sería poner el dedo en la herida. De cualquier manera, tal vez ni siquiera me acepten. Tal vez no soy lo suficientemente inteligente para Ahsford. Tal vez todo esto es en vano. Tal vez…
Tal vez sí me acepten.
--¿Cuántas tazas de café te has tomado?—Pregunta señalando mi taza a medias.
--Una.
Aunque esta es mi cuarta.
Sé que lo nota.
“No preguntes”, reflejan sus ojos. “No es importante”.
Él intenta fingir que todo va bien por un pequeño lapso de tiempo antes de darse la vuelta y desaparecer escaleras arriba.
 Miro mi libro y cuaderno y por un momento pienso que no quiero hacer esto. Tengo sueño. Quiero irme a la cama. No quiero estudiar hasta quedarme ciega, no quiero trabajar tan duro por una estúpida beca.
Sin embargo el pensamiento dura un segundo.
Necesito café. Sí, necesito mucho café.
Cierro mis ojos y sólo los abro cuando escucho pasos acercándose.
--Y Cassidy—Dice, en el pie de las escaleras—Feliz cumpleaños.

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