CAPÍTULO XIV: PAUL EL MAL AMIGO

173 20 20
                                    

— ¿Qué? — Flake le miró con extrañeza. Paul nunca se quedaba callado, siempre tenía, al menos, una babosada qué decir y su silencio le resultaba algo de qué preocuparse.

— ¿Qué harías en caso de una traición, Christian? — preguntó Landers, con voz temblorosa.

— ¿Christian? — Lorenz hizo una mueca.

— ¿Qué tiene de malo que te diga Christian? Es tu nombre.

— Sí, pero tú nunca...

— Dime qué harías en caso de una traición, idiota — interrumpió Paul.

Flake se quedó pensativo. Tomó la taza de café caliente, pero apenas la acercó a sus labios, Landers se la arrebató.

— Contesta, carajo.

— La traición es el peor de los pecados — dijo, sólo para complacer a su insoportable amigo.

— Te estoy preguntando qué harías, no algo que te leíste en la Divina Comedia. Dí-me-lo.

— ¿Para qué quieres saber?

Flake se preguntó qué demonios estaba pasando por la cabeza de Paul. ¿Por qué tanta curiosidad? ¿Acaso había hecho alguna idiotez? Oh. Seguramente. Sin embargo, ¿qué tan grave era el asunto como para ser cuestionado tan fervientemente?

— Me estás asustando — ya empezaba a preocuparle —. Qué hiciste.

Landers se alisó hacia atrás el teñido cabello.

— No hice nada, es... Mera curiosidad — respondió.

— Paul — estalló su delgado amigo —, si hiciste una tontería  monumental, te aseguro que no pasará nada. ¡Mírame! — se apuntó a sí mismo —. ¿Qué podría hacerte yo? Ni siquiera se me da bien correr.

Parte de la tensión desapareció del rostro del bajito, que hundió la cabeza entre las manos. Sí, quizá no podría herirle físicamente, pero podría terminar su amistad.

— Heiko — soltó Christian.

Paul Landers levantó la cabeza, y a Flake le asombró las emociones que reflejaba. Paul no era bueno ocultando cosas, sus expresiones siempre le delataban.

— No me llames así — susurró su amigo.

Lorenz lanzó un suspiro. Tanto misterio le estaba impacientando.

— Depende de la traición, aunque no sé por qué te preocupa tanto si desde que nos conocemos te la pasas molestándome — hizo una mueca, restándole importancia —, además, ¿a qué clase de traición te refieres? No es como que haya algo lo suficientemente importante como para enfurecerme y jurar asesinarte... Al menos no todavía.

De repente Paul, tratando de cambiar de tema, hizo una pregunta que delataba su pesar:

— Siendo sinceros... ¿Te gusta Huma o no?

Flake reprimió las ganas de reír. Ay... Paul, pequeño bastardo ignorante, ¿qué acaso no era lo suficientemente maduro como para reconocer lo que Huma causaba en su interior? Desde que ella les rescató en aquel callejón, una pequeña chispita se encendió en los ojos de Landers. Era el colmo que no se conociese – o no aceptase – lo que pasaba con sus emociones y, POR ESO es que iba a jugar con él.

— ¿Sabes algo, Paul? Creo que ya no puedo ignorar lo que siento. Casi siempre las mujeres con las que intentas emparejarme terminan rechazándome o no coinciden conmigo, pero... ¿Huma? — hizo un largo silencio para agregarle algo de suspenso a la escena —. Es como mi alma gemela — «alma gemela» ese término sólo llegó a escucharlo en las ridículas comedias románticas que se rodaban en los Estados Unidos. Sí, no veía televisión, pero el cine era otra cosa —. Es muy divertida, le gusta escucharme, también se preocupa por mí y yo... Bueno, yo adoro escucharla y me preocupo por ella y supongo que le gusta pasar tiempo conmigo — vio que Paul le observaba con atención —. No. Me atrevo a decir que le gusta pasar tiempo conmigo y a mí me gusta pasar tiempo con ella, ¿y te digo otra cosa? No me gusta, ¡creo que estoy enamorado de Huma! No tengo palabras para agradecerte por haberme juntado con ella. Oh, eres tan buen amigo. Te quiero.

HUMA [ Paul Landers ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora