CAPÍTULO CUATRO "Tokio Hotel"

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Cuando acabamos de comer, cada uno volvió a su salón.

Bill y yo volvimos a compartir asiento, y la hora junto a él se me fue volando, a pesar de que era matemática. La hora de literatura también voló y cuando menos lo esperé, el timbre de salida sonó.

Caminé junto a Bill hasta la parada de bus, donde nos encontramos con el resto de los chicos.

-Hey-dijo el rubio de primero, a quien ya recordaba como Gustav-Esta noche tendremos ensayo en mi casa, a las siete-avisó sin dar tiempo a que respondieramos al saludo.

-¿Ensayo?-pregunté sin esconder mi curiosidad.

-Tenemos una banda-explicó Tom.-, Tokio Hotel, le hemos puesto. Soy el guitarrista, por cierto.-dijo en tono seductor, con un guiño de ojo. Me eché a reir.

-No eres mi tipo, Tom. Lo siento-dije aún entre risas.

-Rompes mi corazón, Anna-dijo llevándose una mano al pecho de forma dramática. Todos soltamos carcajadas. Me dolía el estómago de tanto reir. Pero se sentía bien. No recordaba la última vez que había reído tanto.-En fin. Te lo pierdes-dijo encogiéndose de hombros.

-No es como que se estuviese perdiendo de mucho-dijo Georg burlón. Tom lo fulminó con la mirada.

Bill carraspeó un par de veces, tratando de tragarse la risa. Y me miró.

-¿Dónde vives, Anna?

-Por la calle Freising.

-Por ahí vivo yo-dijo Gustav-podemos ir juntos, si quieres.

-¡Claro!-acepté contenta.

Hablamos unos minutos más hasta que Bill, Tom y Georg tuvieron que irse. Al rato, llegó el bus.

El viaje con Gustav no fue para nada incómodo, como suspuse que sería. Era un chico callado, pero cuando encontraba un buen tema de conversación, podía hablar sin parar. Hablamos de música, viajes, libros, y un poco sobre mi. Pero cuando notó que eso me ponía incómoda, lo dejó enseguida.

Cuando el bus llegó a nuestro destino, nos bajamos.

-¿Hacia qué lado vives? Puedo ayudarte.

-Oh, no es necesario. Vivo de subida, a un par de casas... de hecho es esa amarrilla de ahí-dije señalando mi casa. Gustav me miró asombrado y emocionado.

-¡Vivo a dos casas de esa!

Reimos y caminamos el resto del trayecto juntos. Al llegar al frente de la mía, nos detuvimos.

-Gracias por la compañía-dije con sinceridad.-Me alegra que alguien viva cerca.

-Claro. Es más: estás invitada al ensayo de hoy.

-¡¿De verdad?!

-¡Claro! Será genial tener público.

-Vale. Allí estaré, gracias. Adiós, Gustav-me despedí con un beso en la mejilla y entré a casa.

Todo estaba en silencio, paz, quietud. Me sentí repentinamente sola, y esa seguridad y confort que sentí con los chicos, fue reemplazada por una extraña sensación de tristeza, la cual me sofocaba enormemente...

HIFL MIR FLIEGEN#Wattys2015Donde viven las historias. Descúbrelo ahora