CAPÍTULO DOS "Infierno Personal"

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La alarma me despertó al día siguiente. Gemí fastidiada.

Busqué el reloj a tientas en la mesita hasta que por fin lo alcancé y lo apagué.

Empecé a abrir los ojos poco a poco, con la esperanza de que todo había sido una pesadilla y que cuando los abriera todo estaría normal... El alma se me cayó en pedazos cuando por fin los abrí completos. Estaba en la habitación nueva. Era real.

Apreté los labios para evitar llorar y me levanté.

Tenía un ligero dolor de cabeza, pero seguro se debía a que había llorado gran parte de la noche. Me levanté sin ánimo y me alisté rápidamente para ir al Instituto.

Tomé el mapa de autobuses que mi madre me había dado antes del viaje, cuando me explicó cómo llegar a la escuela y salí a la parada.

Cuando llegué al instituto, me dirigí a la oficina para que me dieran mi horario y mi salón. Me tocaba el aula A-1, de tercero de secundaria. Iba algo perdida, ya que ni se habían tomado la molestia de explicarme hacia dónde ir. Y tampoco tuve intenciones de preguntar; la mujer de secretaría lucía molesta con el solo hecho de que tuviese que darme mis horarios.

Me detuve en medio del pasillo, tratando de pensar en qué piso o dirección podía estar el aula, cuando una voz de chico me habló.

-¿Estás perdida?

Levanté la vista de la hoja que estaba leyendo y miré a mi derecha.

Era un chico de cabello negro, con un poco de maquillaje. El típico roquero de instituto. Era guapo. Me sonreía ligeramente, casi tímido podría decirse. Le devolví una sonrisa torpe.

- Sí. Un poco. Soy nueva.

- Sí ya me pareció. No hay muchos estudiantes aquí, por lo que es fácil distinguir una cara nueva. Soy Bill-dijo extendiendo su mano.

- Soy Anna-contesté mientras se la estrechaba. Parecía simpático.

- Déjame ver tu nota.

La mano me temblaba cuando le dí la nota a Bill. Solía ponerme nerviosa cuando de chicos se trataba. Tenía que tener un par de tragos encima para no serlo.

-Estás en mi clase. Ven, es el primer piso.

Sonreí con agradecimiento. Subimos las escaleras y caminamos un poco por el pasillo hasta que llegamos al aula. Era grande, con mesas en las que se sentaban por parejas. Genial. Sería la chica nueva y sola.

- No tengo compañero de asiento, puedes sentarte conmigo si quieres.

- ¡Sí! Gracias.

Sentí un poco de alivio al saber que no estaría sola. Estaba teniendo bastante suerte, la verdad.

Bill caminó hasta su asiento, la última mesa cerca de la ventana. Me dejó pasar primero y yo me acomodé en mi asiento. Lista para que mi infierno personal empezara.

HIFL MIR FLIEGEN#Wattys2015Donde viven las historias. Descúbrelo ahora