94. Uno, sin dejar de ser dos

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Me habla desesperado, susurra cosas que no alcanzo a comprender con exactitud y todavía no me suelta. No es hasta pasados varios minutos, quizá segundos, que finalmente el llanto exasperado y los bramidos de Camila me hacen reaccionar y orientarme alopsíquicamente.

—¡Tienes que moverte, Eduardo! —grita la pelirroja por segunda vez, ahora permitiéndome entenderla con claridad—. No puedes perder así.

Liam me mira un segundo como para asegurarse de que estoy bien y no pierde tiempo, se baja del auto y lo rodea corriendo para acercarse a la puerta del piloto y evaluar a su amigo. Escucho que Eduardo se queja adolorido, que está despierto, pero no puede moverse de su lugar.

Me angustia que le haya pasado algo e intento salir, no sin antes asegurarme de que a Andrés no le pasó nada, y que lo único que le duele es el abdomen por la presión que ejerció el cinturón de seguridad en esa área cuando el impacto nos impulsó hacia adelante.

Bajo finalmente, igual que Camila lo hace renqueando y sujetándose el cuello, y me acerco también para ver a nuestro amigo, pero algunos paramédicos que no sabía que habían llegado nos apartan para sacar a Eduardo del auto.

El daño lo recibió el lado del piloto, pues él fue quien se salió de control y se impactó contra la camioneta roja que veo apenas ahora. El parachoques de ambos quedó de un modo que no me gustaría volver a ver en mi vida y ahora el resultado es mucha sangre en su rodilla izquierda.

No alcanzo a preguntar qué pasó, solo permanezco observando a los especialistas ayudando a Ed, escuchando el llanto descontrolado de Camila que por alguna razón no me produce nada y las sirenas de la ambulancia y policía. Ni siquiera sé lo que siento, así que no hago nada.

Los paramédicos ayudan a Eduardo a salir y se lo llevan en la ambulancia porque está perdiendo mucha sangre, y lo mismo hacen con el conductor del otro auto, que según alcanzo a oír, se lastimó mucho más. Los otros que se quedan se aseguran de revisarnos a nosotros cuatro. Me arrastran a una ambulancia también y me examinan el rostro. No sé por qué, lo único que siento es que me atormentan con sus toques en mi frente y el ardor que de un momento a otro escuece cuando me limpian en esa zona.

—¿Te duele mucho? —Liam pregunta a mi lado y niego, mordiendo mi labio inferior con fuerza.

Sí que me duele un poco, pero no haré un drama por eso cuando ya lo percibo bastante preocupado. Por eso agradezco que ni siquiera tengo que responder, pues la muchacha rubia que me cura habla impidiéndolo.

—Afortunadamente no les pasó mucho más, todos están bien y tu herida debe haber sido provocada por uno de los cristales que se fue hasta tu frente porque estabas en medio. Sin embargo, no es grave, no necesitas sutura y con limpiarte seguido será suficiente. Tu carita está perfecta y tienes tanta suerte, que la incisión está entre la frente y la cabeza y se puede cubrir con el cabello —explica con sonrisa amable, mientras me limpia con suavidad—. Parece que el único impacto grave lo sufrió el muchacho en la pierna.

—¿Él... él está muy mal? —consulto en un hilo de voz, pues el nudo en la garganta me impide expresarme como me gustaría.

—Estaba perdiendo mucha sangre, pero para saber del resto hay que hacerle pruebas, linda —responde con cariño.

Asiento, haciéndole ver que me quedó claro.

Solo espero que la salud de Eduardo no se complique, ya ha tenido suficiente mala suerte en la vida.

—¿Tú estás bien? —pregunto a Liam, mirándolo de reojo, que toma mi mano y afirma con la cabeza—. ¿Y Andrés? ¿Camila?

—Andrés tiene vida de gato y Camila solo recibió algo de lo que merece —aclara anodino.

Canela ©حيث تعيش القصص. اكتشف الآن