9 | Libre

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9.


Libre.


—No tengo respuesta exacta para lo que dices—le sonrió—. ¿Alguna vez has conocido algún exiliado hibrido?


El silencio que vine después de mis palabras me hace saber que la respuesta a mi pregunta. Aguardo mientras ambos parecen enfrascados en sus propias mentes.


—Posiblemente sea eso—miro al que lo murmura y reconozco a Isaiah.


—Posiblemente—repite su hermano antes de apartar la vista de mí y empezar a comer.


La incomodidad que me llena cuando ambos empiezan a comer en silencio es demasiada. Ninguno de los dos vuelve a mirarme o a decir alguna palabra. En algún momento los imito y solo cuando veo los tres platos vacíos sobre la mesa, me siento mal.


Cuando noto como mi piel empieza a hormiguear vuelvo a mirarlos, ambos hermanos miran a cualquier dirección menos la mía. Entiendo el mensaje claramente, porque es triste y decepcionante que incluso ellos, que no conocen el motivo o la historia completa, sigan la absurda norma.


Ahora no soy solo una intrigante habitante que está sola en la ciudad, ahora a sus ojos solo soy la paria que traiciono sus raíces y a su gente, solo eso es lo que importa y lo primero que ven en mí.


—Bajare a devolver todo eso—avisa Isaiah antes de levantarse y empezar a mover todos los platos al carrito. Sus palabras no necesitan contestación y tampoco tienen precedencia de alguna otra palabra.


Solo cuando cierra la puerta a sus espaldas sin darme mirada creo que es el momento. La noche que está cayendo en la ciudad también me lo advierte.


—Es momento de que me vaya—murmuro levantándome, Isaac me imita mientras me mira en silencio, solo cuando recuerdo a mis pequeños acompañantes, parece apiadarse.


—Puedes dejarlos si quieres, ya es tarde. Yo puedo encargarme de dejarlos en algún lugar seguro.


Me quiero negar definitivamente, pero también soy muy consiente que no tengo los medios ni condiciones para darles una buena estadía conmigo. Así que solo le dedico una media sonrisa mientras asiento.


Quiero agradecerle por la comida y por la ropa, pero no lo hago ya que él no fue quien me invito, además de que la situación de por si es demasiado incomoda. Cuando estoy dentro del ascensor y este cierra sus puertas, noto que apenas traigo puesto el pijama, y que no he tomado mis abrigos.


Mierda.


Aunque un frio no me mataría, y tenía un mínimo de sensación al frio, si lo sentía cuando era fuerte. Solo cuando salgo del edificio y un suave viento choca contra mí, siento nuevamente ese sentimiento de abandono. Comer, bañarme y estar acompañada. Eran situaciones tan comunes y predecibles por todos, que tal vez no eran verdaderamente valoradas, yo misma había crecido con esas cosas incluidas en mi vida diariamente, que cuando faltaron las extrañe mucho.

SuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora