45 | Hogar

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45.



Hogar.



A veces detenerse a observar solo por un momento era todo lo que uno debía hacer para pensar, para reflexionar y avanzar. Mas allá de mí, de la entrada lo que hoy en dia considero mi hogar, veo a muchos hombres juntándose, muchos machos ya han partido dispuestos a dejar todo en lo que vendrá, para poder volver a casa.



Adrián Price mira todo en silencio, con su estricta mirada en los dos hombres que hacen palpitar y alterar mi corazón, quienes el dia de hoy no son suaves, no sonríen y no tienen tiempo para bromas. Porque hoy, hoy era el dia de partir. De ir al territorio principal.



El rastro de sangre que se había visto de varios animales alrededor de la manada de Dalton, era una clara señal, que, para la próxima, no serían los animales quienes den su sangre para bañar la tierra de tal forma.



Hoy todos iríamos allá. De alguna forma u otro llegaríamos y esperaríamos el momento oportuno. Poco a poco me llega la amargura de ver todo esto, de saber que luego de nuestra partida todo este lugar quedara vacío. Completamente sin vida.



Sin mujeres, sin hombres, sin niños. Sin familias.



Todo aquello que lo hacia una manada, se iría solo para dejar la tierra, la tierra que los llamaría una y otra vez, que los esperaría, a cada uno en su regreso, que sufriría por cada vida que no volviera a disfrutar en ella. La tierra que los vio nacer, los volvería a ver volver.



Y rezaba porque todos tuvieran esa oportunidad, esa mera opción de poder volver, de volver a ver a sus seres queridos, de poder volver a esta hermosa vida de tranquilidad que habían llevado desde hace tantos años, sin mí.



—En la ultima guerra que hubo en estos lados, mi padre me resguardo bajo su casa, en el sótano, negándose a confiar a su una hija a otros—veo la figura de Myriam pararse a ver la imagen frente a nosotras—. Estuve ocho días en la completa oscuridad, escuché gritos, alaridos, muerte y luego la paz. Una paz que nunca se volvió a sentir bien—escucho sus palabras—. Una paz que incluso yo, con siete años, supe que era mala. Esa tranquilidad solo dio pie a la tristeza, a las lagrimas por quienes no lograron vivir. Al esfuerzo de volver a renacer de la destrucción...



—¿Y valió la pena?



—No puedo ponerles un valor a todas las vidas que se perdieron—niega y entiendo—. Pero con el tiempo, entendí, que era el destino. Que las guerras nacen como cualquier otro ser, se van formando, con tiempo, esfuerzo y dolor. Hasta que llegan a ser libres y como todos en esta vida, tienen un destino—la volteo a ver—. Gracias a esa ultima guerra, hoy tengo mi propia manada, una de las mas poderosas que hay—noto el orgullo en su voz—. Gracias a eso, conocí a Adrián, su familia ayudo a la mía a ganar. Después de eso, tuvimos prosperidad, seguridad y eso, no se obtiene fácil.

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