Capítulo nueve: "Quiero conocerte más, Alissa".

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Los pasillos blancos del hospital y la luz intermitente provocan un ligero recordatorio de esa madrugada en la novicia licenciada en Psiquiatría Adulta, Alissa Dunne. Tiene el historial de sus nuevos pacientes que atenderá en su consultorio, así que la sala de emergencia ya no pertenece a su sitio de antaño. Estos últimos días en que terminó su internado, y aprobó finalmente ese examen, le dieron el toque para ser coronada en excelencia académica.

Sin embargo, la añoranza por ese momento en su vida le da algo de pena, porque de alguna manera estaba muy acostumbrada a ir de un lado a otro para salvar vidas. Ahora, su estancia es solo un remoto sillón con una mesa en frente y un par de sillas para algún paciente que quiera venir con un familiar. Después de todo, es lo que eligió para salvaguardar de alguna manera a sus pensamientos.

Siempre se ha mostrado tan tranquila y de perfil bajo, pero esa noche en que se vistió de esa forma... movió algo dentro de su alma. Es como un clic que despertó miles de impulsos locos para continuar con tal placentera emoción. Debe ser que nunca vivió en sí su juventud, por estar al tanto de los cuidados de su hermano... Siendo el mismo, a quien dedica todas sus horas de estudios.

El clic de la puerta despierta a Alissa del trance que tiene al ver la foto de su familia.

—Doctora Dunne, ¡buenos días! —Saluda un hombre de mediana edad y de ojos verdes con mucha felicidad en su sonrisa, y con una mano alzada al aire—. Soy David Miller, su colega de al lado —ella abre los ojos por la sorpresa, porque sabe de quién se trata exactamente—. ¡Vengo a desearle de parte de mis compañeros y yo, un gran inicio en nuestra área!

Se levanta para darle la mano, a lo que él le devuelve el gesto.

—¡Mucho gusto! —le tiene mucho respeto, por como hablan sus padres de él—. ¡También les deseo lo mejor a ustedes!

El doctor de cabellos rubios vuelve a darle una sonrisa cálida, mientras pequeñas arrugas se forman al final de sus ojos azules, antes de cruzar nuevamente la puerta.

Recuerda haberlo visto, cuando acompañó a sus padres para llevar a su hermano a la consulta. Han pasado diez años, e imagina que capaz ese hombre de cincuenta y dos años no lo recuerda para nada, ya que en ese momento ella era una adolescente. Ahora, con veintiséis años, comprende que el tiempo ha pasado tan rápido, como el cumplimiento de todas las promesas que se hizo para sus metas. No obstante, todavía no se siente preparada para hablar sobre el tema de David Dunne. Es como un dolor profundo en su corazón que aún no se desvanece.

El mismo tema, tiene la misma respuesta por lo que sus padres jamás hablan de su único varón.

—Dicen que somos muy parecidos —murmura, al mismo tiempo que se fija en el chico sonriente de la foto. Se ve tan radiante, como si no ocultara nada—, y sé que es así. Todo lo que tú sentiste, lo pude sentir yo.

Sus últimas palabras quedan volando en el aire, cuando su primer paciente ingresa. Es como si se sacara un peso de encima y las ataduras se fueran soltando, aunque solo sea temporal. Puede mostrarse muy perseverante, pero hay un trasfondo en su corazón.

Las horas avanzan como un milagro ante sus ojos, y es que sus problemas parecen irse totalmente. No es que su primer día sea malo, sino que el control de sí misma se le está saliendo de las manos, así que prefiere mantenerse ocupada en lo que sea. Su salida está próxima, por lo que va arreglando cada una de sus cosas. Su lista mental, le hace rememorar que mañana le tocará vigilar a los pacientes internados.

La tonada estridente del teléfono, la trae de vuelta hacia la realidad. Lo mira por unos segundos, antes de responder, por lo mismo en que trata de indagar de quién es ella misma.

Dulce hogar. |Nikki Sixx, Tommy Lee|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora