• 20: Confesiones •

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Multimedia: Una canción a "Montevideo" - Mauricio Ubal

ALERTA DE CONTENIDO: este capítulo contiene escenas fuertes relacionadas con trastornos alimenticios, con las que quizá no todos los lectores se sientan cómodos.

Besos y porros

Me encuentro inmóvil frente a la pantalla, con tres tazas diferentes que alguna vez tuvieron café y el cenicero ya repleto. Estuve acá, en el sótano, por horas. No hay mucho para hacer, solo hay muebles viejos, deterioro y vacío. Me gustan los lugares que dan la apariencia de estar en ruinas. Me traen paz.

Hace ya más de una semana que les contamos a Angelina y a Catalina las cosas que pasan acá. Creo que ni siquiera lo dijimos todo, es que es difícil hacerlo, es difícil contar tal cual lo vivimos y a la vez pedirles que no hablen. Saben que? Decirlo en voz alta y ver la reacción de ellas me hizo pensar más a fondo en esto. Realmente parecía que les sorprendía, que ellas no habían vivido algo así. Yo muchas veces pienso que en todas las familias pasa, pero que se disfraza. Sin embargo la forma en que respondieron fue de tanto desconcierto e impotencia...

Desde que lo saben han estado más pendientes de nosotras, han propuesto más salidas para que no estemos tanto en casa y nos preguntan más como estamos. Es lindo, pero siento que damos pena y eso ya no me gusta. Últimamente estuve muy metida en mis pensamientos y con ganas de leer algo nuevo. Una de las veces que fui a lo de Catalina, su padre me mostró a un poeta que no conocía: Fernando Pessoa y todas las "pessoas" que habitan en el. Estoy muy sorprendida de que me hayan prestado uno de sus libros, eso no me pasaba desde aquella persona tan importante para mi, que me prestaba siempre aunque algunos yo los tomaba sin permiso. No importa ahora, sé que el no volverá, así que quedaron conmigo.

Abrazo el libro de Pessoa, lo abro y leo un fragmento:

No sé cuántas almas tengo.

A cada instante cambié.

Continuamente me extraño.

Nunca me vi ni me hallé.

Yo tampoco se cuantas almas tengo, si es que tengo una siquiera. También a veces me siento lejana, casi podría medir la distancia entre mi y mi presencia. Les cuento que este poeta se caracteriza por la presencia de heterónimos, identidades que adopta un autor y le atribuye parte de su obra. Para mi son como alter egos. Yo creo que tengo varios.

Esta es Ginebra, que escribe en su blog mientras toma el cuarto café del día y prende otro cigarrillo. Diferente es la chica que habla de cualquier estupidez en clase y solo se entretiene con superficialidades (aunque creo que esta ya se ha ido evaporando desde que dejé el grupo aquel). Otra va a fiestas y bares y se acuesta con muchas personas. Una distinta es la que se pone en frente de su padre cuando va a golpear a sus hermanos (esta será la ortónima, la verdadera, de la cual derivan las demás? puede ser).

Soy muchas personas, y como dice el, hay que ser plural como plural es el universo. Solo espero que esto no me afecte demasiado. La literatura y la locura están estrechamente vinculadas.

Que si quiero otro café? Sí. Que si lo voy a preparar? No debe ni quedar café a esta altura. Debo calmar mi ansiedad. Tengo unos cigarros más guardados en la mochila. Qué haría si me quedara sin tabaco? Escribiría un poema sobre lo que fue quedarme sin tabaco.

Estoy cansada de pensar en estas cosas. Hay bastante metafísica en no pensar en nada, ya lo dijo Pessoa. Pero de que más puedo escribir? Como hacer para no pensar? Como demonios subir y enfrentar al mundo cuando estoy tan cómoda entre los escombros? Mis escombros. Mi ruina.

Cenizas al caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora