• 24: Ya llegará la libertad •

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Todo se veía de forma distinta debajo del mar, todo se vivía de forma distinta. Para Vienna era una pausa, una suerte de paréntesis en su vida terrenal, una conexión muy sentida con la naturaleza.

"Me gusta nadar, entre las aguas turbulentas del invierno. Bajo las olas, me siento en mi hogar. Aquel escalofrío que recorre mi cuerpo, cuando en julio me dirijo al río. El agua helada, ¡qué placer me da! El placer de estar sola, en el medio de un todo, pero el temor a la soledad. La soledad que se apodera de uno, y entonces reina el miedo. Mi piel se eriza, y mi cuerpo se encoge. Me siento intimidada, tan pequeña entre la inmensidad del río", se repetía en su mente. Lo que había escrito en la entrada del blog, aquel día de marzo, no podía ser más cierto.

Subió la cabeza y aspiró el aire, al mismo tiempo que peinaba su largo cabello oscuro hacia atrás y se acomodaba el flequillo. Era una mañana fresca, a ninguna otra persona se le ocurría ir a bañarse al río. La playa estaba desierta y eso era lo que ella más destacaba; resultaba ser por eso que cada tres de julio, el día de su cumpleaños, se retiraba allí. Era un regalo a ella misma, era, paradójicamente, un abrigo al alma. No sentía el frío, no le molestaba el viento, no le preocupaba enfermarse.

Merlía, por otra parte, se hallaba en su cama. Escribía en el diario, lo cargaba de pensamientos y de emociones que iban ligadas a su aniversario. Había recibido numerosas felicitaciones. No era extraño, pues a las mellizas Ferrari las apreciaban muchas personas, pero ese año fue diferente. En principio, le fue dedicado un texto que sobresalía por ser tierno y sentido, algo imposible de equiparar con otros que había recibido a lo largo de su vida. El remitente había sido Caterina. Luego de un rato, un sonido interrumpió su escritura. Se trataba de la misma muchacha, que le enviaba un mensaje de voz. Lo reprodujo y oyó que los Figueroa Morello les deseaban un feliz cumpleaños a Vienna y a ella.

Sus ojos se llenaron de lágrimas entre que despedía un grito ahogado. Tuvo un deseo impulsivo de hundir el celular en el vaso con agua a su lado, o de arrojarlo por la ventana. Cómo dolía que los padres de Caterina fueran tan afectuosos, tan cálidos en sus palabras; hasta parecían irreales. No era la primera vez que a la de ojos célicos se le ocurría que Sebastián y Francesca, o al menos la idea que tenía de ellos, eran de otro mundo. Y le deseaban un feliz cumpleaños con mucho más cariño que sus propios padres. Suspiró. Sentía culpa, ya que a pesar de haberle dado gusto escuchar eso, los sentimientos negativos la agobiaban. Les agradeció y se preparó para un nuevo día, esperando poder sentirse mejor.

Más tarde, las mellizas estaban conversando en el living, concretando algunos asuntos del festejo. En algún punto apareció Stefanie, con sus ropajes elegantes y actitud altiva, fumando como de costumbre un cigarrillo. Se aproximó a ellas y les indicó que era hora de tomar la foto anual. Ninguna de las dos disfrutaba de que su madre hiciera eso en cada cumpleaños solo para enseñarlas en redes sociales. Para ese entonces, además, el rechazo era más fuerte. Después de lo sucedido con Andrés el día en que Vienna lo encontró con sus padres en un callejón, y de haber tenido la conversación acerca del trastorno alimenticio de Merlía, ambas comenzaron a sentir una aversión que antes no estaba así de manifiesta.

«Ojalá nuestra familia fuera de la forma que tus amigas creen que es», era un pensamiento que solían tener en esos momentos.

—¡Sonrían! —exclamó la rubia, con su voz chillona, y ellas obedecieron—. No me gusta. Merlía, ese ángulo no te favorece. Meté más la panza. No nos vamos a ir hasta que se vean perfectas... O, bueno, lo más parecido a perfectas que puedan ser.

Así estuvieron por varios minutos. Luego, Blanco le echó un vistazo a la amplia sala, leyó la hora en su reloj de muñeca y se entrecruzó de brazos.

—El servicio no ha llegado. Se suponía que iba a venir a las once, y ya son las once y diez. Tiene que estar todo perfecto, va a venir gente importante a su fiesta. —De repente las observó y estiró sus labios pintados de fucsia, mostrando los dientes—. Oigan, ¿qué quieren que les regale? ¿Carteras, ropa, maquillaje? Dior sacó una nueva colección...

Cenizas al caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora