• 17: La infancia en los ojos •

37 7 14
                                    

Multimedia: "All I want" - Kodaline

Al día siguiente, Ángeles despertó con una grata sorpresa: su tía Jacqueline había viajado desde Buenos Aires para visitar a la familia. En ese momento, la recién llegada se encontraba en el apartamento de Romina, saludando a las que allí residían.

—¿Y, Angie? ¿Esperabas verme? —preguntó, a la vez que su sobrina la abrazaba y negaba con la cabeza.

—No te quisimos decir nada para que fuera una sorpresa —agregó Romina, mientras ingresaba las maletas. Le era de sumo disfrute recibir a su hermana menor por unos días y sabía que su hija lo sentía de igual modo. Se colocó al lado de Jacqueline y la observó, acariciándole con ternura las hebras castañas—. ¿Comiste, Jackie? Estás pálida. Te preparo un café, ¿ta?

—Ay, Ro, para eso tengo a mamá —se quejó, con una risa—. Bueno, gracias por cuidarme siempre, pero estoy bien. Comí algo en el barco, igual traje...

—¡Medialunas! —completó Ángeles, al ver lo que la de ojos verdes oscuros presentaba—. Las de Buenos Aires son las más ricas. Gracias, tía.

—¡Y traje más cosas! —exclamó, al tiempo que rebuscaba en su bolso de mano—. Mirá, este es el libro que te conté, que me gustó mucho cuando estudié Diseño de Moda. Vichalo, a ver si te copa. La verdad es que en Argentina hay mucha apertura artística, diseñadores salados y las universidades son...

Ladillo de inmediato tomó el ejemplar y comenzó a hojearlo, deleitándose con las fotografías. Sin embargo, Romina frunció las cejas y se cruzó de brazos.

—Jackie, Angie es muy chica aún para pensar en eso, recién hace un par de meses cumplió quince. Y tampoco tiene por qué ser diseñadora, puede que le gusten más otras cosas, ¿no te parece?

—Ro, solo se lo comento porque sé que le encanta la moda y a veces hace bocetos que le quedan muy bien —se defendió la que vivía en el país vecino, mas luego entendió a qué venía el comentario—. Yo sé por qué lo decís, sé que a vos te presionaron para que estudiaras algo que no querías, pero yo no estoy haciendo lo mismo con ella. Solo le estoy mostrando opciones. —En un volumen más bajo, añadió—. Nada, lamento que vos no hayas podido elegir, en serio. Pero no te creas que yo soy como papá o como Jorge y su familia, por favor.

—Ta bien, tenés razón. Sé que no sos así, Jackie —afirmó la rubia, sosegando el rostro. En dirección a su hija, habló con una sonrisa—. Bueno, ¡quiero ver ese libro, solcito! Pero antes voy a preparar café y medialunas.

La mañana transcurrió en un ambiente agradable y cercano, no hubo más cruces ni roces y el almuerzo lo vivieron de igual manera. Jacqueline Lucero era, sin dudas, siempre bien acogida. Ya se encontraban planificando un almuerzo con la tía mayor de Ángeles, Eva María, y su familia; además de la abuela Rosario.

Cuando esa instancia acabó, la muchacha se retiró a su habitación. El estilo recargado y suntuoso, en rosa claro y dorado, le hacía pensar en el Barroco. Adoraba su cama con dosel, el tocador de aspecto antiguo repleto de fragancias y cremas, la banqueta con moñas, el tapiz con flores delicadas, los candelabros y las velas. Todo se ajustaba a ella, una princesa germana que pasaba las tardes en sus aposentos, practicaba ballet, bosquejaba vestidos, mimaba a su coneja y escribía cartas al príncipe Lucien.

Daba vueltas y vueltas, practicaba el giro pirouette y ya no estaba en su alcoba del palacio, sino que en el espacioso salón de baile. El perfume floral se impregnaba en las ropas de todos los nobles, como la música de ensueño en sus oídos. María de los Ángeles era una bailarina del tiempo. Brincaba al pasado, a períodos de antaño, a épocas históricas lejanas; mas también a los días infantiles y seguros. Seguidamente, saltaba al futuro, a la incertidumbre, al dulce y agobiante porvenir. ¡Ah! Pero no debía sonar aquella canción, no justo esa...

Cenizas al caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora