Azotea

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Los lunes son menos lunes si tu compañera te devuelve el café, por eso, Abril no ha dudado en comprar tres vasos en vez de uno. Sabe perfectamente que estarán en la azotea del edificio porque ya ha descubierto el vicio de Leo por el tabaco y que Eva le acompaña pasivamente cada mañana.

No se equivoca y los encuentra apoyados en una de las paredes hablando de algo que a Leo le causa mucha risa. No sabe porqué ni si eso son indicios de obsesionarse un poco pero su sonrisa nace con la del chico, que es el que se ha dado cuenta de que en esa azotea dejaban de ser dos.

—¡Abril!, buenos días —le ha pillado desprevenida la efusividad del chico a la hora de saludarla.

—Buenos días, chicos. He traído café.

—Te has arriesgado mucho, el café de Leo es de una manera muy especial —Eva intuye que Leo probará ese vaso de café por cortesía pero no será ni de lejos como el que toma cada día.

—Lo sé. Mucha leche y poco azúcar para el caballero —Abril le tiende el vaso y sonríe victoriosa a la cara de sorpresa que le muestra Eva y a la sonrisa que le muestra Leo.

—Gracias por la atención, señorita —el chico levanta la ceja derecha y esboza una sonrisa de medio lado.

—De nada. Me voy a trabajar, ¡nos vemos luego! —se marcha diciendo adiós con un sutil movimiento de mano que los otros dos chicos imitan.

No sabe hasta qué punto es bueno que no deje de pensar un solo segundo en su hermana cuando entra una chica de su misma edad a consulta y le cuenta lo que hace que esté allí. Se le pasa por la cabeza que tal vez haya estado tanto tiempo sumida en su vida y su historia que haya descuidado a los que más quiere.

Valeria nunca fue muy consciente de sus idas y venidas, nunca preguntó aunque intuía y siempre fue prudente. De hecho fue ella quien dio la voz de alarma definitiva para que su madre pudiera reaccionar a tiempo y sacarla de ahí, pero nunca se volvió a sacar el tema delante de ella. Ahora cree que ambas merecen una charla de hermanas que a Valeria también le sirva de guía.

Sus citas terminan pero ella tiene que cumplir su turno y eso implica media hora más sentada en su despacho intentando ordenar informes y más informes que se pierden entre documentos de su ordenador de mesa.

Eva, con dos toques, avisa de que va a entrar en el despacho. Normalmente es Abril la que va a buscarlos a ellos para comer porque tiene más visitas y citas y por eso le extraña que sea Eva la que toca su puerta.

—Dime, Eva —es imposible no imitar la sonrisa que parece que Eva lleva ya incorporada a su cara.

—Vengo a buscarte para comer. Leo hoy come en casa de sus padres así que tarde de chicas, ¿qué dices? —no es que le alegre estar sin Leo, pero sí le apetece mucho comer con Eva y reír sin parar como siempre que está con ella.

No hacen falta palabras, es un sí. Abril coge su abrigo y su bolso del perchero y sale de la mano con Eva. Tendrá que pasar por el despacho de su jefe para decirle que se va unos minutos antes pero no cree que haya problema, Jesús es un hombre comprensivo que sabrá entender a la perfección que darle una negativa a Eva es casi impensable.

Tras conseguir el permiso de Jesús, las dos chicas se dirigen al restaurante favorito de Eva. Cuando Abril se mudó a Madrid hace ya unos meses no dudó en probar la comida de cada lugar con encanto que se iba encontrando, pero justamente ese le quedaba pendiente.

La más rubia parece conocer al personal perfectamente hasta el punto de poder decirles “lo de siempre” y que le sirvan lo que ella querría. Abril, sin embargo, necesita mirar tres o cuatro veces la amplia carta para decidirse por algo que sepa que va a disfrutar.

Las conversaciones distan mucho de las que habían tenido hasta ahora pues no habían salido de las frases que uno intercambia con sus compañeros y compañeras de trabajo.

—Oye, Abril…¿Tú y Leo?... —Eva no sabe cómo preguntar y cuando Abril coge el sentido de la pregunta es ella la que no sabe cómo responder.

¿Qué se supone que le debería decir? Le gusta, le atrae y le parece buen chico pero no han intercambiado más que unas mañanas y una comida y tampoco sabe si sincerarse con Eva sea una buena opción.

—Nada, Leo y yo nada —es tajante y aunque a Eva le haya asustado un poco el tono, Abril le muestra una sonrisa pasiva.

—Pues menos mal. Ya empezaba a creer que me lo querías quitar.

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¡Buenos días!

Espero que estén muy bien y que no les cause mucho shock las confesiones de Evita.

Les dejo otro dato para que se queden a cuadros: este es el penúltimo domingo antes de Navidad. El 2020 debería ser ilegal.

Con esto y un bizcocho, nos vemos el domingo que viene. Un beso enorme. Que tengan una bonita semana. ❤️

LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora