Capitán Tapón

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No sabe por qué Abril sigue vestida como la noche anterior sabiendo que odia incluso echar la siesta con el conjunto que ha llevado todo el día. Poco a poco y observándose de arriba a abajo, todo le empieza a encajar.

En el carraspeo de su garganta se esconde una noche de karaoke que volvería a repetir, aunque ahora tenga que aprender a utilizar señas para comunicarse durante, aproximadamente, los tres días siguientes. En la mancha que tiene su camisa, la copa que Marco le tiró encima cuando pretendía abrazarlo tras la quinta o sexta copa asegurando que lo quería como a nadie y que era su mejor amigo. Al lado de esa, otra mancha que le recuerda a Roma intentando quitarle una aún más grande de chocolate de la tarta con uno de esos geles desinfectantes que llevaba en el bolso.

Imagina que su novia habrá llegado tan cansada de aguantarlo la noche anterior que no se ha molestado en cambiarse de ropa. Simplemente en acostarse y descansar lo máximo posible antes de que empiece un nuevo día en el que, oficialmente, el dolor de cabeza pasaría a formar parte de esa relación.

Lo primero que hace es coger algo de ropa limpia y adentrarse en el baño. La primera muda que encuentra pues, despertar a Abril es algo que no sabe cuándo hará. Una, porque le encanta verla dormir, sin preocupaciones y con muecas naturales y dos, porque supone que hoy no será el día en el que más agradable esté.

Cierra la puerta cuidadosamente. El agua empieza a caer y él empieza a valorar un acto tan sencillo y cotidiano como ducharse. Le cuesta pensar que lo hizo el día anterior, para Leo parece que han pasado años desde la última vez que lo hizo.

Tres, o cuatro, canciones que canta a capella después, le empieza a parecer más importante ingerir cafeína y sale con una toalla en la cintura dispuesto a poner el café al fuego cuando se encuentra a Abril en la cocina.

—Buenos días, bella durmiente —la chica se sobresalta logrando manchar la encimera con el vaso de leche que sostenía en su mano derecha.

—Recuérdame que nunca, nunca más, vuelva a salir contigo. —levanta el dedo en señal de advertencia— Rectifico. Contigo y con Marco. Juntos.

—Sabía yo que no ibas a estar muy contenta hoy, florecilla.

—Uy sí, el sueño de mi vida es compartir preocupaciones con Roma cuando te da por beber y Marco te sigue. O al revés. Y para ponerle la guinda a esa maravillosa realidad en la que vivo, Marco me despierta hoy con el dolor de cabeza y de pies que tengo. —se lleva la mano a los tobillos hinchados para corroborar sus quejas— Recuérdame también que no me vuelva a poner tacones en, al menos, dos meses.

—¿Ha venido Marco?

—Míralo, su novia se queja de todo lo que puede y a él solo le interesa esa parte. Estoy celosa. Ha llamado y le he dicho que creía que te estabas duchando.

—Ahora lo llamo.

—Yo me vuelvo a dormir. Valeria me dijo hace un rato que le contestes a los mensajes. Buenas noches. O días, no sé —recibe de buena gana el beso que Leo le ofrece y vuelve a dar la vuelta para acostarse de nuevo.

Debería ser él que duerma todo el día, pero, extrañamente se ha levantado con muchas ganas de aprovechar el día, con ganas de seguirle el ritmo a la música que se reproduce sin parar en el móvil mientras prepara el desayuno, esta vez, para él solo. Y lo disfruta. Porque le encanta compartir cada aspecto de su vida con Abril, pero también le encanta esa soledad arrolladora que de vez en cuando echa en falta.

Mientras mordisquea y acaba con esas tostadas que se ha preparado untadas en mantequilla y mermelada, recuerda que debe llamar a Marco y a Valeria cuanto antes. Empieza por su amigo, porque sabe que él sería capaz de ir hasta su casa a buscarlo si tarda más en devolverle la llamada.

LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora