87 - No Es Fácil

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Mi mejor amigo complicó todos mis sentimientos cuando dijo que yo, un chico, le gustaba. En mí no cabía la posibilidad de ir contra la naturaleza, porque los chicos no pueden caminar de la mano con otro.

Toda la noche, después de confesarse, permanecí en cama pensando una y otra vez cuando dijo que me quería. Mis labios se arqueaban inevitablemente entre las tantas repetidas que le daba a ese recuerdo en mi mente.

Todo me estaba saliendo mal, a pesar de haber tratado de ignorar lo que me hacía sentir cuando me sonreía y cuando me trataba tan especial. Eran sentimientos confusos que me asustaban, pero que Max trató de despejar pese a mi terquedad.

Al día siguiente fui al colegio sin él, a pesar de que teníamos la costumbre de ir siempre juntos. Es que la vergüenza me obligó, porque no sabía cómo mirarlo, por eso salí de casa más temprano de lo acostumbrado. También apagué mi celular para que no pudiera ubicarme.

Durante la clase mi tensión comenzó a crecer rápidamente porque los minutos empezaron a pasar uno tras otro, pese a rogar que el tiempo se detuviera. Traté de mantener mi concentración en mis cuadernos, pero el timbre del recreo me sobresaltó haciéndome temblar. Lo primero que pensé fue quedarme en el salón para aislarme, pero descarté la idea. Max siempre entraba a mi salón como si fuera el suyo y se sentaba a mi lado para conversar o acompañarme mientras terminaba de copiar la pizarra. Por eso era inútil quedarme.

Las chicas eran como una alarma cuando Max se acercaba a mi clase, porque ellas se reían coquetamente cuando le daban la bienvenida. Esos grititos coquetos me solían avisar cuando mi amigo estaba cerca. Ese indicador fue de gran ayuda para mi escape, ya que las chicas que habían salido primero al recreo no hicieron escándalos, por eso pude salir tranquilamente para poder perderme entre todos los alumnos del patio.

Al final terminé escabulléndome en el auditorio, el cual siempre se encontraba desierto por estar muy alejado de los salones de clases. El auditorio se encontraba cruzando una gran reja que usualmente estaba cerrada con un grueso candado, pero aquella vez no tuve inconvenientes, ya que lo encontré abierto. Era escalofriante cruzar la reja y caminar por un ancho vestíbulo que terminaba mostrando una gran cortina de terciopelo que ocultaba otra reja. Tras esas cortinas se encontraba el auditorio.

No crucé más allá de la primera fila de butacas color rojo intenso, porque ese gran ambiente vacío y el débil sonido de las voces de todos los alumnos que se encontraban en el recreo, hacían que se sintiera un tanto tenebroso. Me senté en la butaca más cercana a la reja como el más estúpido de todo el mundo.

Después de los tantos miedos que siempre sentí de perderlo, era yo mismo quien me estaba alejando. Es que el sabor de sus labios aún me quemaba después de aquel beso robado y su mirada tan sincera me iba a recordar sus palabras de amor. No iba poder ser el mismo frente a Max, por eso me encontraba escondido de él en aquel lugar, tratando de retener la ansiedad y el fuerte dolor que me hacía sentir.

—Te encontré —escuché.

Su voz me sobresaltó a pesar de saber Max vendría por mí. No dije nada, más bien me mantuve en silencio cuando Max se acercó a la butaca que se encontraba delante de la mía. Se sentó en el brazo de la butaca y mantuvo su mirada sobre mí, como siempre.

— ¿Pensaste que no lo iba a hacer? —Preguntó sin obtener respuesta, pero continuó sin mostrarse exasperado por mi comportamiento—. Desde ayer, después de decirte que estoy locamente enamorado de Caramel, me puse a pensar en todos los escondites posibles del colegio para buscarte. Este colegio no es tan grande, pero tiene muchos lugares para esconderse. El auditorio fue mi primera opción, ya que el más adecuado para Caramel, porque los demás son muy complicados. No soy capaz de imaginarme a Caramel trepando la reja que lleva a una de las cúpulas del colegio, ni bajando por la escalera estrecha que lleva a esa puerta misteriosa que todos temen. Fue tan fácil encontrarte, Caramel. No puedes esconderte de mí.

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |1RA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora