74 - Estamos Saliendo

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Mi amiga Cristal y yo empezamos a salir. Ella me dijo que le gustaba, y, después de sentirme como un tonto por dejar sus palabras en el aire, le dije para salir. A partir de ese momento ya no solo éramos dos amigos, pues pasamos a ser enamorados, algo que no podía creer aún después de despedirme de ella en la puerta del colegio. Cristal me sonrió, blandió su mano en forma de despedida y se alejó de mí junto a su mejor amiga Clara. Ya no había vuelta atrás, aunque hubiera querido decirle que me arrepentía, ya no podía ni debía hacerlo.

Me sentí extraño cuando llegué a casa. Sentí un gran vacío en mi pecho, quizá porque hice mal en pedirle a Cristal que saliera conmigo. Ella era mi amiga, alguien con quien tuve una inmediata afinidad cuando la conocí por primera vez en el primer año de la secundaria. Su alegría me dio mucha confianza en medio de tantos compañeros nuevos, e inmediatamente después de presentarnos, mantuvimos una conversación sin parar. Todos esos recuerdos me deprimieron mucho, porque estaba poniendo en riesgo nuestra amistad con mi petición de ser enamorados.

Mis amigos y yo habíamos decidido encontrarnos en el parque donde teníamos la costumbre de perder el tiempo. Teníamos planes de jugar juegos de mesa en medio del gras recién podado. Milagrosamente, después de solo un par de minutos de llegar, Cristal fue la siguiente en aparecer. Ella llegó saltando de alegría mientras comía una rosquilla dulce.

Nadie sabía que salíamos, pues Cristal no lo contó de inmediato, ni yo tampoco. Después de quedar como enamorados, ambos caminábamos, nos saludábamos y conversábamos como amigos. Era malo actuar de esa manera, pues parecía que la estaba ignorando, o que ella me ignoraba a mí. Descarté la segunda opción de inmediato porque Cristal no era mala. En mi afán por demostrarle que tampoco estaba ignorando nuestra nueva relación, la saludé acariciándole el cabello como si ella fuera un perrito. Su mirada estática me preocupó.

—Lo siento —le dije apartando mi mano avergonzado. Cristal se puso a reír.

—Hey, Caramel, está bien—sonrió comprendiendo la situación—, no pasa nada, ya fue, no importa.

—Lo siento, solo quería hacer algo diferente.

—Así que algo diferente.

—Sí, porque eres mi enamorada.

Cristal empezó a toser por causa de la rosquilla. Ella se golpeó el pecho y yo le di golpecitos en la espalda para que pueda reponerse. Luego del percance, Cristal se sacudió las migajas de la rosquilla que se le habían pegado en la cara. Se mostró radiante con una gran sonrisa.

— ¡Pues hagamos muchas cosas diferentes! No es tan difícil, así que esmerémonos.

—Me esmeraré...

—Muy bien Caramel —me empujó del hombro para relajar ese incómodo momento.

...Me esmeraré en quererla, pensé...

Le extendí la mano y ella lo sostuvo con fuerza, como dos niños de preprimaria cuando se toman de las manos antes de salir a una excursión. En pocos minutos mis amigos llegarían, y al vernos tomados de las manos, se iban a dar cuanta que nosotros estábamos saliendo. Era tiempo de que ellos lo supieran.

No todos mis amigos ignoraban la relación que tenía con Cristal. Mi mejor amigo Max lo sabía. Se enteró por casualidad cuando se lo mencioné a su hermana. Me hubiera gustado que se enterara junto con mis otros amigos, por la propia decisión de Cristal y la mía, y no tras de mis espaldas. Max ya lo sabía, por eso para él no iba a ser una sorpresa verme de la mano con Cristal.

Los siguientes en llegar fueron Fabián y su enamorada Noche, quienes nos miraron con gran sorpresa. Ellos no nos creyeron de inmediato, pues pensaron que era una de las tantas bromas de Cristal, y que yo me estaba prestando en su juego. Solo creyeron la noticia después de que yo les confirmara que Cristal era mi enamorada.

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |1RA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora