Capítulo 25: "El nacimiento de la muerte"

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Durante los años venideros, las naciones vivieron en paz

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Durante los años venideros, las naciones vivieron en paz. Admiraban con exaltación a sus semidioses correspondientes. Aprendían de sus conocimientos, admiraban su belleza, deseaban ser como ellos y ansiaban sus poderes.

Los pueblos acudían a ellos cuando necesitaban ayuda, consejo o justicia. Cada nación tenía su criterio de justicia y fueron creando su propia cultura, costumbres, alabanzas y escritura.

Los semidioses tenían algunos intereses predilectos, que al nacer se llevaron esa parte de Yutai. Como eran los gobernantes del pueblo que le había sido dado, decidieron compartir ese amor, conocimiento y deseo por los demás.

Kaliska, que era la Diosa encargada de Kian, enseñó a su pueblo amar a la naturaleza del bosque. Ellos convivían con los pájaros, mamíferos y los árboles. A parte de ese amor por la naturaleza, les inculcó la motivación del saber. Poder contestar las preguntas como: ¿De dónde venimos? ¿Por qué Yutai los creó? ¿Qué pasará en el futuro? ¿Cómo podemos mejorar nuestra vida? Kian quería saber, experimentar, descubrir. A menudo hacían excursiones fuera de su pueblo para descubrir nuevos animales, nuevas plantas, nuevos lugares que nunca se habían atrevido a explorar.

Ranavalona, Diosa del pueblo de Neb, compartía el mismo amor que Kaliska por la naturaleza, pero ella la amaba tanto que ayudaba a que ésta siguiera adelante. Ayudaba a nacer a los seres, cuidaba y alimentaba las plantas, cultivaba semillas y las hablaba para que crecieran con amor. El pueblo de Neb, admiró el amor que tenía Ranavalona por la naturaleza que la imitaron y pasaron a ser los grandes cuidadores y defensores de los animales y la naturaleza.

Esus, Dios del pueblo Serk, sentía curiosidad por sanar a todo ser que lo necesitase. Intentó investigar, inspeccionar y descubrir cualquier planta que sirviese de remedio para el malestar o dolor. El pueblo de Serk le gustó ese amor por la sanación y le pidieron que les enseñase medicina.

Por último, Aini, Dios de Same, le gustaba todo el tema que estaba oculto. La magia oscura que procedía de la NADA, el ser que junto con Yutai, dominaba el cosmo. Ese ser sabía todo lo relacionado con la magia oculta, la muerte (que todavía no era conocedora por los humanos, animales y naturaleza). La Nada instruyó como aprendiz a Aini y éste enamorándose de ese poder instruyó a su pueblo con éstas artes.

Todo parecía que iba bien, todos aprendían, se multiplicaban y no se peleaban entre ellos. Los hijos de Yutai cumplían su propósito y la Diosa se ocupaba en hacer lo que más le gustaba: Dormir. Pero un día todo cambió.

Los humanos estaban insatisfechos. No era bastante aprender de la sabiduría de sus dioses, querían poseer los mismos poderes, dones, se querían parecer a ellos. Pidieron de corazón que les otorgasen ese honor, pero los dioses no sabían que eran lo correcto. Así que fueron los cuatro hijos a hablar con Yutai.

Presentaron la petición a la gran Diosa. Ésta, que estaba más preocupada en seguir durmiendo que en la petición que le presentaba, decidió darles permiso y potestad de su poder. Cada Dios podía darle poder a cualquier ser. Así que satisfechos, volvieron a sus naciones.

Saga Dones: Catarsis (Tercer libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora