Capítulo 55: La profecía pronunciada

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Pasaron muchos siglos, hasta llegar al reinado de Charles en Kiau

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Pasaron muchos siglos, hasta llegar al reinado de Charles en Kiau. Yutai estaba muy preocupada, dado que había visto un futuro horrible para su mundo tan amado. Vió como Aini conseguía destruir Naélium, cómo lo congelaba en el tiempo y cómo él la desterraba de todo poder.

A la diosa no le importaba perder su poder, durante este tiempo ha aprendido valorar otras cosas. Observó que el amor era mucho más poderoso que la oscuridad. Este sentimiento hacía cambiar de parecer a cualquier persona, aunque tuviera oscuridad en su corazón. Pero ésta última era muy traicionera, engañosa y siempre buscaba el medio para salirse con la suya.

Yutai contempló su mundo y a sus hijos. Ranavalona, la diosa de Nebai, seguía viviendo en su cueva, pero con la novedad de que había hecho una estrecha relación con Esus. Éste, a causa de su amor por ella, había dejado bastante de lado a su nación Serkan y éstos, hacían barbaridades en nombre del Dios sin que él lo supiese.

Por otro lado, estaba Aini. Samán había cogido un gran poder durante estos siglos. Habían formado dos grandes ejércitos, tenía bajo su mando miles de almas que deambulaba por sus tierras. Hacía poco que había otorgado a las otras naciones, algo de poder con la condición de que le vendiera su alma. Por este medio, Kiauntes, Curasangres y Camaleónicos pasaban a ser Hinas y estar bajo el yugo de Aini. El benjamín estaba cogiendo un gran poder, en las sombras, en silencio. Si no se hacía algo acabaría gobernando TODO.

Por último, estaba Kaliska que le gustaba vivir en los bosques de Kiau, ajena a lo que pasaba en su pueblo encomendado. Allí, los poderes estaban desapareciendo y formaban a ser, simples mortales. Esto era posible, porque cuando había alguien con un rasgo de poder, la quemaban alegando que era una bruja enviada por Aini. Mataban sin compasión y discriminando.

Algo cambió cuando llegó al poder un Rey llamado Charles. Él quería forjar una alianza matrimonial junto con el reino de Nebai que hacía años que no se llevaban bien. A Yutai le agradó ese Rey. Veía bondad, deseo que gobernase la paz y una perfecta lealtad hacia ella. Contempló en lo más profundo de su corazón y supo que, por medio de su linaje y su sangre, salvaría Naélium. Así que se puso manos a la obra. Yutai sabia el pasado, presente y futuro. Sabía cada paso que tenía que hacer para salvar su adorado mundo.

Pero necesitaba ayuda. Alguien que pudiera actuar físicamente y pasar desapercibida. Pensó en su antigua amiga, la Mujer. Ésta había muerto hace siglos, pero había cumplido su promesa de rencarnarse para buscar al hombre. Durante siglos Yutai la estuvo vigilando y pudo ver sus rencarnaciones. Siempre pasaba algo que hacía que nunca se cumpliese su propósito. Hacía ya dos generaciones que no se había rencarnado o pudiera ser que ya Yutai dejó de prestarle atención.

Movida por la curiosidad, bajó de su montaña sagrada y muy querida, hacía el claro que limitaba todas las naciones. Miró hacia el mar, donde se situaba Nebai. A su izquierda estaba el desierto con arena roja, marrón y amarilla. Rocas volcánicas y un aire de calidez. Serkan se mostraba desafiante y olía a traición. Yutai negó con la cabeza y supo que allí no estaba la rencarnación de su amiga.

Saga Dones: Catarsis (Tercer libro)Where stories live. Discover now