Capítulo 48: Cazarecompensas

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Kiara

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Kiara

Desperté lentamente. No podía abrir los ojos, pero estaba consciente. Estiré todas las partes del cuerpo. Empecé por las piernas, el torso, los brazos, la cabeza y finalmente las alas. Éstas últimas al estilarlas me dio un gran pinchazo de dolor.

Intenté abrir los ojos, pero sentía un gran cansancio y mi cuerpo me pedía volver a dormir. Sabía que no podía hacerlo, algo me lo impedía. No era algo físico, si no emocional. No me acordaba cómo había llegado a esta situación.

Escuché un ruido, una melodía hermosa. Era un instrumento fino, que tranquilizaba cada partícula de mi ser. Me centré en ese sonido e intenté averiguar porqué me sonaba esa melodía.

Después de un rato paró de tocar y escuché un llanto de un bebé. Eso me activó y abrí los ojos de golpe. Me incorporé tan rápido que la cabeza me daba vueltas sin parar. Me obligué a levantarme y comencé a dar tumbos por todos lados.

—Tranquila — escuché una voz — aún no estás en condiciones de levantarse.

—Bebé — conseguí decir — proteger bebé.

—Está bien, no te preocupes.

Cai al suelo de culo, porque sentía que las paredes, que estaban repletas de arena, no dejaban de moverse. Intenté centrarme y mirar a mi alrededor. Estábamos en lo que parecía ser una cueva, por ello estaba llena de tierra. Delante de mí había una pequeña hoguera y mantas que hacían de cama. Un chico se acercó con algo en los brazos y me lo dio. Hice un gran esfuerzo para centrar la mirarda y no se me cayera.

Daren estaba bien. Se chupaba el dedo con mucho énfasis. Tenía hambre, rechisté en voz alta ¿Qué le iba a dar de comer? Miré al chico y entonces lo reconocí. Era el Curasangre líder que me había atacado. Seguidamente le enseñé los colmillos y con mis alas protegí al niño y a mi. Poniéndolas entre nosotros y él.

—Si hubiera querido hacerte daño — dijo éste ignorando mi amenazada — lo hubiera hecho cuando estabas inconsciente.

Me quedé pensando, tenía raón. Ignoraba el tiempo que había estado fuera de juego, pero había sido suficiente para arrancarme las alas y degollarme. La pregunta era: ¿Por qué no lo había hecho? Eso no me gustaba nada. Lo lógico era que lo hubiera hecho.

Entonces noté como el bebé pellizcaba mi pecho. Buscaba alimento y comenzó a llorar porque no conseguía coger el pezón, mi pezón.

—Si quieres me doy la vuelta para que lo alimentes — dijo éste con un tono de compresión.

Miré a Daren y seguidamente miré al desconocido. No podía decirle que no era mi hijo, pero lógicamente no podía alimentarle. Intenté dar una excusa, esperaba que fuese creíble.

—Estoy demasiado débil para eso — dije con la voz ronca. En verdad si lo estaba.

Aparté las alas, no sin antes fijarme en el gran abujero que me habían hecho en el ala izquierda. Daren arañaba mi armadura y comenzó a llorar muy fuerte, con desesperación. Le miré ahora muy estresada. Tenía planeado el cómo alimentar al bebe . En Samán conocía a alguien que se dedicaba alimentar a los bebés, pero no había llegado todavía hasta allí. Tenía que ir lo más rápido posible a mi destino.

Saga Dones: Catarsis (Tercer libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora