La brisa fría me acarició el rostro y envió mi largo cabello negro a volar en el aire, ya no lo trenzaba, era un pequeño grito de libertad para mí. Varias personas se me quedaron mirando y me dieron una sonrisa de boca cerrada. Todo el pueblo estaba decorado de otoño: calabazas, decoraciones de hojas café y rojas, luces colgadas fueras de los negocios. Wilson no celebraba Halloween así que en vez de eso se desataban con las decoraciones de otoño. Por eso también salí, porque de saber que habría disfraces de terror o cosas así, no habría puesto un pie fuera de mi casa. No podría manejarlo.

Llegué al semáforo que se cruzaba con otra calle que conocía bien y continué aunque sabía muy bien a donde me llevaría y sabía lo que me dolería. Me detuve frente al restaurante del pueblo y me permití recordar aquel día que estábamos en la búsqueda de Natalia, que vi a Rhett y a Cindy, que Heist manipuló a María para que nos dejara solos. Recordé su tono burlón, su diabólica sonrisa, ese brillo juguetón en sus ojos.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Sabes, creo que eres la primera chica que me ignora con tanta pasión después de besarla, suelo tener el efecto contrario.

—Y tú eres el primer chico que ignoro con tanta pasión que no entiende las señales claras.

Sacudí la cabeza porque una parte de mí estaba enojada con él, quizás para él las cosas fueron más fáciles, yo fui la que me quedé en este pueblo llenó de recuerdos, llenos de cada momento que compartimos juntos y lleno de toda la mierda que viví. Suspiré, era egoísta de mi parte pensar eso, porque no había nada fácil en perder a tu madre.

<<¿Cómo estás, Heist? ¿También tienes pesadillas? ¿Te cuesta dormir por las noches? ¿Me extrañas? >>

Los Stein se había esfumado tan repentinamente como llegaron a Wilson aquel septiembre. No había nada de ellos en internet o redes sociales. María había intentado encontrarlos porque ella seguía a Kaia que era la única de los Steins que tenía redes sociales y cuando se fueron, cerró todos sus perfiles. Y sí, María tenía celular. La comunidad de la iglesia había cambiado bastante, comenzando por el hecho de que nuestra líder era una mujer, la primera mujer líder en 50 años y había llegado para mejorarlo todo. Yo ya no asistía a la iglesia, pero por lo que escuché sus sermones eran maravillosos y había motivado a la comunidad a ser más abierta. No había nada malo en creer y usar las herramientas virtuales responsablemente, era lo que María me había dicho.

Yo usé el celular de papá para intentar buscarlos y tampoco encontré nada. Era lo mejor, ¿qué se suponía que haría si encontraba una forma de contactar a Heist? Ambos sabíamos que ir por caminos diferentes era lo necesario. Sin embargo, en mis noches más oscuras y en mis momentos más vulnerables, me encontré muchas veces deseando escuchar su voz, sentir su abrazo, sus besos, algo. Y le odiaba por irse y me odiaba a mí por sentirme así aún cuando sabía que era lo más saludable para ambos.

Pasé el restaurante y me salí de la calle para adentrarme en el espeso de los arboles, sus hojas cafés cayendo con la brisa. Me frené por unos segundos porque, aunque no había nieve, no había oscuridad, el bosque seguía siendo un lugar donde perdí tanto. En la lejanía podía ver el reflejo del sol sobre el agua: El lago.

Crucé arboles altos y un par de rocas inmensas para llegar a esa área despejada frente al lago. La vista era tan diferente a aquel día cuando todo había sido melancolía y tristeza. Los árboles que habían sido solo ramas secas ahora estaban cubiertos de hojas coloridas. El lago que había estado congelado ahora contenía agua fresca que se movía con el viento. El cielo que había estado completamente nublado, ahora brillaba con un hermoso sol. Ojeé esa roca inmensa y casi pude ver a Heist sentarse ahí como lo hizo aquella vez.

Heist [Darks #1] [En librerías] ✔️Where stories live. Discover now