VI

1K 139 9
                                    

Cuándo Katsuki llegó a su habitación Yaoyorozu estaba terminando de pintar unas pequeñas marcas en color rojo alrededor de los ojos de Izuku y en sus mejillas.

Al terminar le sonrió e Izuku se giró con una enorme sonrisa hacia el peli cenizo.

—¿Que tal me queda Kacchan? Tía Momo dice que una vez se seque me durará un tiempo. –al ladear un poco su cabeza sus rulos se movieron al mismo tiempo.

—Se te ven bien, el rojo resalta tus ojos y cabello. –el niño corrió hacia él sin dejar de sonreír y se aferró a sus piernas– ¿No tienes sueño Izuku? Podríamos dormir un poco.

El peli verde asintió y Yaoyorozu se despidió prometiendo volver a jugar con él al día siguiente. El mayor lo levantó el brazos y lo llevó junto a él a la cama, donde lo envolvió con sus brazos y colas, tal como le gustaba.

—El olor que tiene Kacchan me gusta mucho. –Katsuki al oír eso se sorprendió y recordó algo del pasado.

"Katsuki, tu aroma me encanta, me da tanta tranquilidad"

Al notar que el mayor no le contestaba Izuku hizo un mohín, pero tampoco recibió respuesta, sólo una mirada vacía y ninguna palabra.

—¡Ya no quiero dormir con Kacchan! –en ese instante el kitsune reaccionó sin todavía entender que había dicho y lo miró– Sueltame, no quiero dormir contigo, quiero ir a jugar con tía Momo y tío Shoto.

—Izuku, sólo duerme, fue un día muy largo, no falta demasiado para que esté completamente de noche y sabes que no puedes salir a no ser que sea de día. –su voz fue suave, como casi siempre que le hablaba, pero al menor no le importó.

—¡No me estas prestando atención en lo absoluto! Hoy estas raro Kacchan, mis tíos también lo están y no se quien es ese hombre que me dijo esas cosas tan feas. –Izuku no quería llorar, pero las lágrimas amenazaban salir en cualquier momento.

—Entiendo, fui malo contigo hoy, pero todo lo que hago es por tu bien, es sólo para protegerte, sabes que te quiero mucho Izuku. –el nombrado quiso ignorarlo pero se acercó aún más al peli cenizo y asintió.

—Yo te quiero mucho más Kacchan... Pero no quiero que Kacchan me ignore o me deje solo. –el mayor lo abrazó firmemente y besó su rizado cabello.

—Jamás te dejaré completamente solo, puedes estar tranquilo. –luego ya no hubieron palabras, solo se escuchaban respiraciones tranquilas y suaves, dejando ver a dos personas dormir tranquilamente.

En otra habitación, en la misma casa, dos hombres heridos y furiosos miraban la puerta con rencor, por la cual se habían ido tres youkais hace minutos.

Al mayor de los dos le costaba mantener las conciencia por la cantidad de sangre perdida, mientras que el otro luchaba con la soga que tenia juntas sus manos lastimando éstas en el proceso.

—Malditos monstruos, mataron a mi esposa y se llevaron a mi cuñada, debimos exterminarlos hace años. –el más joven hablaba en un elevado tono de voz para que los que estaban fuera de la habitación lo oyeran.

—Mi abuelo lo intentó... Pero no resulto como él esperaba, todo salió mal y ahí fue cuando empezaron las ofrendas... Si ese maldito promiscuo no hubiera existido... –mordió su labio intentando contener su rabia, pero en ese instante cuatro personas entraron de nuevo.

Un pelirrojo era detenido por otros tres youkais, discutían entre ellos y Kirishima les demandaba que lo soltaran, que le permitieran matar al humano, que debía pagar por sus herejes palabras. Hasta que un rubio llegó apresurado a abrazar a su pareja, intentando calmarlo a pesar de no saber que sucedía en aquel lugar.

Desgraciada almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora