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Apenas habían bajado la mitad de las escaleras cuando Geralt pronunció su nombre, tensando su cuerpo de golpe y haciéndolo voltearse sorprendido. Casi se olvidó de la presencia de su amiga, hasta que el brujo la miró como si pidiera que los dejara solos.

—¿Sabes qué? Creo que deberíamos separarnos aquí —dijo la rubia con una sonrisa, y él se giró hacia ella frunciendo el ceño.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Tengo que comprar el laúd —explicó encogiéndose de hombros—. Tardaré un rato eligiéndolo, pero hey, sé que volveremos a encontrarnos —tranquilizó revolviéndole el pelo, y aunque no le gustaba la idea, sonrió, asintiendo y dándole un abrazo como despedida.

—Cuídate —murmuró, mirándola a los ojos con preocupación.

—Igual tú, florcita —respondió a cambio, dándole una última sonrisa antes de asentir a los brujos y marcharse por su cuenta.

Con una mueca, se quedó viéndola hasta que desapareció en el primer piso, y luego subió los peldaños que lo separaban de los alfas. Miró a ambos alternadamente, preocupado de que estuvieran molestos con él.

—Y bien, ¿qué sucede? —preguntó incómodo.

Por supuesto, fue Eskel quien habló: —No tenemos tiempo para explicar ahora, pero créeme que hay una buena razón para no reunirnos con esa manada —dijo rápidamente—. Si nos ayudas a distraer a Lambert, podríamos decirle a Vesemir lo que ocurre, y te prometo que te contaré todo con detalles después.

Hizo una mueca, dubitativo.

—¿Ésto es lo mejor para Lambert? —murmuró, porque tenía la impresión de que el brujo menor era el más afectado con todo ésto.

Eskel y Geralt intercambiaron una mirada, y fue Geralt quien lo miró de vuelta, asintiendo. Suspiró, aún no convencido del todo, pero decidiendo ayudarlos sólo por él.

—Lo distraeré lo más que pueda —avisó, girándose y bajando los peldaños de dos en dos. Demonios, ni siquiera había alcanzado a acicalar sus alas esta mañana y ya había todo este alboroto.

En pocos segundos se reunió con los otros brujos en el establo, y tragó saliva con nerviosismo antes de hablar.

—Vesemir, creo que olvidamos recargar el aceite para espectros —informó, agradeciendo que fuera cierto.

—Mierda, yo voy, lo haré rápido —se ofreció el brujo menor, y aunque Jaskier sintió la mirada del peliblanco sobre él, intentó ignorarla para no levantar sospechas.

—Te acompaño —se apresuró a decir, siguiéndolo hacia el comercio y rogando poder retenerlo lo suficiente como para que los otros brujos hablaran.

En cada paso sentía más la culpa recayendo sobre él, y aunque estaba decidido a quedarse callado todo el camino, Lambert fue quien habló: —Mocoso, gracias por apoyarme en ésto, en serio necesito ver a alguien —le dijo con una sonrisa, y Jaskier sintió su corazón saltarse un latido al escucharlo.

—¿Un amigo? —preguntó, sabiendo que adentrarse más en el tema sólo lo haría sentir peor.

Lambert bufó una risa: —No me avergüenza reconocer que es el puto amor de mi vida.

Enterró con fuerza las uñas en sus palmas, sorprendido por esa declaración y comenzando a arrepentirse. ¿Por qué Geralt y Eskel no querrían que su hermano se encontrara con alguien a quien amaba tanto? Eskel dijo que tenían una buena razón, y bien, ¿cuál sería esa? Porque hasta ahora no se le ocurría una lo suficientemente válida como para impedir que se vieran.

The Bird and the Wolves | GeraskierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora