*04*

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Cámaras. Habían puesto cámaras en la capilla, en las salas de oración privadas, en las alas de retiro de los capellanes... Toda la catedral estaba minada de diminutas cámaras a control remoto, tal y como una plaga. La ira me inundó. Se suponía que aquel era un lugar de oración, un lugar neutro al que la gente venía a buscar paz y salvación, y lo habían usado para espiarnos. ¿Por qué? ¿Qué estaban buscando?

Nada hacía sentido.

Casi a las seis de la mañana habíamos encontrado entre veinticinco y treinta cámaras, no descartábamos que hubieran colocado micros también. Pero ninguna pista de donde podrían estar los tesoros.

Aunque no me fiaba demasiado, debía de reconocer que jamás se me hubiera pasado por la cabeza que hubieran puesto cámaras en la catedral si el brujo de las pecas no lo hubiera mencionado. Se me heló la sangre al recordar la libertad con la que había intentado conjurar algo al principio de la noche. Después recordé la firmeza con la que me había hablado, exponiendo sus razones y debatiéndome. Vi el brillo en su mirada en aquella ocasión, algo tan salvaje y puro que aún reverberaba en mi mente retazos de sensaciones que no quería analizar. Como había pasado con aquel águila en la habitación de mi hermana.

Cuando lo fui a buscar, al inicio de la noche, me sorprendió volver a oler la brisa helada y los bosques en primavera. Un aroma que ahora confirmaba que era de él. No me permití pensar en por qué le había dedicado más de un par de segundos a analizarlo. Pero, ahora que tenía un momento en el que me había dado a mí mismo la oportunidad de pensar, mientras lo veía buscando junto con Minho debajo de los bancos de una sala de retiro, me preguntaba qué tenía ese brujo.

Era un chico normal, quizá parecía algo más apasionado de lo que estaba acostumbrado y me rebatía más veces de las que eran buenas para él mismo. Podía manipular la magia y comerciaba con ella. Tenía el perfecto combo para que lo odiara sin que hiciera falta nada más.

Suspiré con frustración.

Realmente todo sería mucho más sencillo si me cayera mal. Todo sería mucho mejor si fuera así.

Pero no lo hacía, de hecho, algo irracional en mí quería provocarlo, hacerlo perder la razón, que actuara de manera errática y apasionada. Quería ver esa vida que le corría por las venas, hacerlo suspirar, quería ver todas sus caras... Y eso me cabreaba de sobremanera. Llevaba tres días y noches con él en la cabeza, con esa enigmática conexión con el águila imperial, su olor me perseguía en los sueños y rezaba a Dios por que me diera algo de claridad mental. Me forzaba a recordar a mi querida Lisa, pero ya apenas recordaba su voz ni su olor... Aunque eso realmente no importaba...

El brujo se acuclilló delante de Minho, dándome la espalda. Mis ojos fueron directamente a su nuca, tan blanca e inmaculada. Y los colmillos me latieron en el maxilar, una sed anormal.

Aparté la mirada, tapándome la boca. No podía ser. Había bebido hacía tres noches y mi resistencia desde la muerte de mi querida Reina era mayor de la usual, fácilmente podía aguantar tres meses sin beber ¿Por qué ahora? Traté de respirar y el dolor aumentó de intensidad, ya que el aroma de la brisa helada y bosques en primavera me caló en el cerebro.

Joder...

En otras ocasiones me había visto en una situación parecida y aunque el dolor nunca fue tan intenso y la necesidad, soportable, traté de pensar en la cosa más repulsiva que conocía. De esa forma podía controlar las reacciones de mi cuerpo hasta que consiguiera una botella de sangre. Lastimosamente, dudaba que aquello funcionara esa vez y sabía que la otra alternativa era beber directamente de la vena. La euforia y la adrenalina liberada era casi la sensación que provocaba la droga en los humanos. Por esa razón, intentábamos no beber de la vena, solo si encontrábamos a nuestra Est Liber, sería la persona que liberaría nuestra alma vampírica del sufrimiento de la sangre y despertaría nuestros sentidos.

Et Sanguis Magicae ||ChangLix|| [1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora