*23*

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Llevaba dos horas despierto, aún ni si quiera eran las cinco de la tarde, el personal estaba durmiendo. Incluso Kayle, que se despertaba temprano para ir a la escuela, seguía durmiendo. Pero yo no podía dormir.

Los zarpazos de mi brazo estaban completamente cicatrizados después de que la cataplasma hubiera hecho el efecto que había dicho Felix. Dos horas había tardado en irse la infección y al momento mi cuerpo reparó los tejidos dañados.

¿Sería por eso que había soñado con él?

Esta noche había sido complicada. Tenía demasiadas cosas en las que pensar. El brujo y yo habíamos trabajado bien. Muy bien, de hecho. Habíamos salvado las vidas de cuatro vampiros y una humana. Pero mi ojo crítico no me dejaba disfrutar de ese pequeño triunfo.

Habían muchas cosas que debíamos pulir. Muchas cosas que habíamos dejado a la suerte y a la casualidad. No me gustaba dejar tantas decisiones en manos de Dios.

Félix se había lanzado sobre el demonio que había poseído a la mujer rubia sin siquiera ver si lo acompañaba o no. Él no tenía la fuerza ni la resistencia necesaria para luchar contra ellos y aun así lo hizo como si lo hubiera hecho miles de veces. Le preocupaba la vida de la mujer y había luchado por ella con todo lo que tenía.

Aquella revelación me había descolocado por un momento.

Tiempo suficiente que había utilizado el demonio en su provecho, y no fui yo el que evitó que saliera herido, como era mi deber en una patrulla cazadora. Felix se había defendido de ese proyectil, que era el cubo de basura que le había lanzado, con una especie de escudo mágico y con su vara plateada. No había cumplido mi deber y aquello casi lo hace sangrar. Por suerte solo perdió el auricular que lo comunicaba con el resto de los paladines.

Por suerte, no porque yo hubiese hecho algo.

Esa noche había entendido la eficacia de las patrullas cazadoras completas. Había recordado lo que eran y lo que podían hacer. El hecho de que Félix me lo recordara solo incrementaba la sensación de fracaso. Sentía que había fallado a mucha gente. Y últimamente el estar cerca del brujo de aire era como si las decisiones que había tomado en esta última década fueran erróneas. Los brujos habían cambiado, la sensación de desprecio que creí que sentiría al tener que trabajar con ellos no es la que esperaba. Ni siquiera sentía desprecio, solo inseguridad y desconfianza. Una desconfianza que poco a poco se iba derritiendo con la mera presencia de un joven brujo que era tan brillante como el sol. Imposible de ignorar.

Y ahora me encontraba en una tesitura complicada. Complicada porque la razón luchaba con el instinto. La razón me decía que los brujos eran peligrosos, faciles de comprar, el instinto me decía que estaba completa y absolutamente equivocado en eso. Tenía un conflicto interno tal que muchas veces discutía con Félix y me enfadaba pero realmente no sabía por qué me pasaba eso.

Usualmente escucho. Con él no podía. Simplemente tocaba cosas en mí que no quería que se movieran.

Y esta noche... Todo parecía tan real como la última vez que había soñado con él. Había sido extraño tocarlo y más aún había sido tocarlo y que me tocara y sentir que aquello estaba bien. No tenía preocupaciones en el sueño. Aunque parecía que él sí. En la vida real me había dado cuenta de que era una persona analítica y luchadora. Observaba todo lo que le rodeaba y parecía entender perfectamente a las personas de su entorno. Se había llevado a mi hija a su bolsillo en apenas una noche. Ahora ella lo adoraba y solo tenía palabras magnánimas cuando se refería a él.

En otra época yo me consideraba así también.

Un rey justo, generoso y cercano. Alguien que el pueblo podía considerarse cómplice de mis decisiones y aceptaba las críticas constructivas.

Et Sanguis Magicae ||ChangLix|| [1] Where stories live. Discover now