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No estaba cansado físicamente, solo sentía que me habían dado una paliza emocional. No tenía fuerzas para irme del aquelarre y Changbin se quedó conmigo a pesar de que los otros dos Generales se fueron a la casa poco después de terminar con los ritos. Ese día fue duro en general. No hubo clases para los niños, no hubo actos oficiales y la gran parte de los trabajos se suspendieron en respeto por un miembro del aquelarre caído.

Zac aún no se creía que no fuera a ver más a Sam y no se separó en ningún momento de los otros cuatro a pesar de que aún no habían recuperado la consciencia.

Limpiar los núcleos de los demás fue difícil, sobre todo los de Black y Himitsu. Tori tenía una habilidad innata para protegerse pero también estaba tocada y Obry no estaba mucho mejor que ella a pesar de que yo había eliminado lo mayor. Con la guía de Chan pudimos eliminar la mayor parte de los rastros del caos de sus núcleos en un solo día. Los dos estábamos cansados pero sin duda, mi reservorio de poder era mayor que el de mi hermano.

A pesar de eso, no estaba de humor para las afrentas de Rixton cuando nos cruzamos en los pasillos. Changbin andaba a mi lado evitando los rayos del sol y recibió una reverencia pomposa de su parte. A mí decidió ignorarme.

—De nuevo se vuelve a comprobar que no estás hecho para el cargo —comentó al cruzarnos.

Vi a Changbin fruncirle el ceño con una reprimenda seria en su rostro. Claro, él era la primera vez que lo veía.

En otro momento hubiera seguido mi camino y lo hubiera ignorado, porque a Rixton le encantaba pinchar, mas era inofensivo. Hoy no era el día.

—Rixton —lo paré sin volverme a mirarlo, pero él sí lo había hecho—. Si quieres atacarme verbalmente, no escogiste el mejor día para hacerlo. No estoy aquí para suplir ese déficit de autoestima que tienes. Si quieres alguien con el que luchar, búscate a otro —Giré la cabeza para mirarlo a los ojos y sabía perfectamente que mis ojos no estaban como siempre—. No estamos al mismo nivel.

Rixton no pudo sostener mi mirada e incluso inclinó la cabeza. Era obvio que él no sabía por qué sentía esas ganas de arrodillarse a mis pies, pero yo tampoco quería aquello. Quizá me había pasado hoy. Pero no era el día y Rixton no debió decir eso el mismo día del funeral de Samantha.

Una curita de humanidad no le vendría mal.

Lo dejamos allí con la cabeza inclinada en una reverencia inconsciente en dirección a una de las salas de descanso surestes donde el sol no entraba a esas horas del día.

Una cafetería pequeña, dos sofás y una mesa con cuatro sillas era todo el mobiliario de la habitación y los sofás no fueron los que más me llamaron para sentarme allí. Liberé mis alas del bolsillo mágico y las estiré creando una miniventisca antes de tirarme en el suelo y extenderlas allí. Quería cerrar los ojos e imaginarme que todo aquello había sido solo una pesadilla. No tenía ganas de hablar y Changbin solo se preparó un café y se sentó en el suelo con la espalda apoyada en el sofá mientras se tomaba su bebida en silencio.

Me lanzó un cojín sin que se lo hubiera pedido y lo coloqué debajo de mi cabeza, luego cerré los ojos.

Solo un momento. Descansaría los ojos un momento.

Para cuando los volví a abrir el atardecer oscurecía la habitación y Changbin no estaba allí. Pero su olor persistía. Me incorporé y al sentarme las alas se arrastraron por el suelo. Ya no estaban tan sensibles, ahora las sentía como una parte más de mi cuerpo y las movía con la misma naturalidad.

Algo cayó de mis hombros y cuando miré era la chaqueta que Changbin había usado la noche anterior.

Con razón olía a él.

Et Sanguis Magicae ||ChangLix|| [1] Where stories live. Discover now