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La puerta se cerró e hizo el click de una caja fuerte al hacerlo. Sentí el corte de la conexión que tenía con la matriz al llevarse mis poderes.

Un día.

Puedes soportarlo. Traté de convencerme.

Apreté tanto los puños que sentí que se me romperían los huesos. Me sentía completamente desprotegido, desnudo, débil. Apenas llevaba unos minutos sin ellos y ya veía los efectos de perder mis poderes. El mundo se había apagado. Los sonidos no eran los mismos, como amortiguados, como si estuviese cubierto por muro invisible. Los colores y la percepción que tenía del mundo no era ni remotamente parecido a lo que era hacía unos minutos, horas... ya no sabía cuánto tiempo había pasado. Tragué saliva mientras le sonreía al recepcionista de la biblioteca de la manera más normal que pude, mientras sentía que el sudor perlaba la piel de mi nuca. Me sentía encerrado y, efectivamente, así era. Suponía que la sensación era la misma que si sellaran mis poderes.

Puedes hacerlo. Un paso adelante, luego otro. Sonríe como siempre. Ve a casa.

Órdenes simples que mi cerebro entendería a pesar de la sensación molesta de amortiguamiento y debilidad.

El frío nocturno desvió mi atención y me aclaró algo la mente. Di gracias al cielo por eso.

Flanqueado por un hermano a cada lado de mí por raro que pareciera, la presencia más segura me parecía ser la del hombre vampiro. Y era raro porque este gruñía de manera amenazadora mientras Celeste tenía una mano en mi espalda, guiándome o sosteniéndome, lo cierto es que el calor de su contacto me mantenía anclado a la realidad tanto como la presencia de su hermano. Sabía que respiraba algo más superficial que antes, pero decidí ignorar lo que pensaran de mí.

Accedimos al callejón en el que me había transformado.

Crucé los brazos sobre el pecho de manera defensiva mientras me apoyaba en una de las paredes sucias de tierra, polvo y más cosas que en ese momento ni siquiera me importaban. Un pié en ella también. Esperé la reprimenda que seguramente me caería después de una noche plagada de esa magia que tanto odiaba el rey.

—¿Te encuentras bien? —Sorpresivamente la general sonó sinceramente preocupada a pesar de que su hermoso rostro apenas mostró signos de ello.

Asentí con una sonrisa tan falsa como que la tierra es plana.

Changbin se había alejado unos pasos y miraba a la calle más allá con los pies separados y los brazos cruzados en el pecho también.

—¿Crees que podrás conseguir a otro brujo que pueda leer ese libro?

—Yo me encargo de eso pero conozco a alguien que quizá esté interesado en ayudar. —Mi voz sonaba estrangulada en mis propios oídos.

Él solo asintió.

—¿Se puede saber por qué había esa cosa en una biblioteca vampira? —Preguntó Celeste metiendo las manos en los bolsillos traseros de los pantalones. Su cabello hoy estaba semi recogido en una cascada de rizos chocolate que el aire movía suavemente.

Suspiré.

—A mí también me gustaría saberlo. Algún brujo debió de detectar la presencia mágica antes pero yo no sentí nada hasta que no tuve esos libros delante. La matriz debió mantenerlos bien ocultos por mucho tiempo. —Reflexioné en alto.

Aún seguía sin explicarme cómo era posible. Chan y yo nos habíamos pasado horas y horas en esa biblioteca, habíamos paseado por las calles de su alrededor. ¡Demonios! Si hasta JeongIn y yo solíamos ir mucho al pub de la esquina. Nada nunca... Eso me frustraba casi más que la ausencia de mis poderes.

Et Sanguis Magicae ||ChangLix|| [1] Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin