Capítulo 15.- Esperando tu llegada

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—¡Oye cálmate!

Rodrigo hechó a correr hacia su casa, con Eloy pisándole los talones.

—¡Fui detrás de un ladrón de celulares esta mañana y pensaste que no iba a venir por ti! ¡Ven aquí, cobarde!

—¡Con un necio no se puede razonar, no es ser cobarde, todo lo contrario!

Por unos momentos, el pelinegro pensó que lograría entrar a su casa para cerrar la puerta y dejar a Eloy afuera, pero no le fue posible, a penas cruzó el umbral, Donovan brincó a su espalda.

—¡Retira lo dicho o no respondo!

Con el chico a su espalda, Rodrigo avanzó hasta la sala de estar y se movió bruscamente tratando de hacerlo caer. Más no contaba con la flexibilidad de Donovan, quien se aferró a su cintura con las piernas y rodeó su cuello con el brazo derecho. Con el antebrazo del chico, este presionaba su garganta.

No queriendo hacerle daño a Eloy, el pelinegro se dejó caer de espaldas en el sillón más grande. Estaba ahora sobre Donovan, pero ni siquiera así lo soltaba, incluso lo apretaba con más fuerza. Ahora las piernas del chico estaban rodeando su estómago y su brazo presionaba su garganta dificultando el poder hablar.

—Donovan... —balbuseó.

—Lo único que quiero escuchar de ti, es que retiras todas las cosas feas que dijiste de mí.

Rodrigo asintió con la cabeza y fue así que el otro aflojó un poco el agarre para que pudiera hablar.

—Donovan, retiro lo dicho. No pareces un poseído por un asesino —pronunció en voz baja y luego le gritó— ¡Eres más bien un loco demente psicópata reprimido que debería de estar internado en un manicomio y con muchos tranquilizantes!

—¡Maldito Rodrigo, te odio!

Sin perder la oportunidad que tenía, el pelinegro se retorció para soltarse del agarre del otro, de tal forma que se dejó caer al suelo.

Más Eloy trataba de seguir a su espalda, pero en el forcejeo cayó al suelo y rodando por media sala de estar, y con mucho esfuerzo, Rodrigo logró controlarlo. Ahora el pelinegro estaba sobre Donovan y sostenía los brazos del otro, apretando sus muñecas arriba de su cabeza.

—¡Ya me cansé de ser paciente contigo! —Anunció— Te vas a calmar ahora mismo, estoy cansado de tus berrinches de niño, Eloy Donovan como sea que te apellides.

—¡No tengo que hacer nada que quieras imbécil!

—¡Entonces me quedaré sobre ti toda la puta vida para que no te muevas!

Al decir aquello, ambos guardaron silencio y tragaron saliva al darse cuenta de la posición tan incómoda en la que se encontraban.

Sus cuerpos estaban uno sobre el otro, sus piernas entrelazadas y sus rostros prácticamente a milímetros de distancia.

Ninguno podía ocultar el golpeteo acelerado de su corazón. Rodrigo ni siquiera quería pensar en el motivo de aquello, prefería quedarse con la idea de que su ritmo cardiaco estaba acelerado por el esfuerzo físico.

Eloy mordió su labio inferior tragándose todas las malas palabras que pensaban salir de su boca, no tenía idea de cómo actuar ahora y se maldijo interiormente por no soportar el ver a Rodrigo a los ojos.

—Suéltame o te haré picadillo.

—¿No te cansas de estar discutiendo siempre, Cactus necio e impertinente?

—No.

Rodrigo suspiró cansado y por unos segundos, se distrajo observando los labios de Eloy que estaban a unos minúsculos centímetros de distancia.

Ladrón de MichisWhere stories live. Discover now