Capítulo 23.- Tú, mi motivo

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6 MESES ATRÁS

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6 MESES ATRÁS...

—Buon pomeriggio, estoy buscando al signor Donovan.

—Lo siento mucho, está muy ocupado —respondió el asistente a modo de disculpa—. Me ha pedido no interrumpirlo para nada. Está de muy mal humor.

—Mi dispiace por insistir, Jairo. Per favore dammi l'opportunità di vederlo, le traigo muy buenas noticias.

—Licenciado Giovanni, no quiero que el jefe se enoje conmigo. Ya me llamó la atención varias veces en lo que va de la mañana. No deseo enfadarlo más.

—Te lo prometto, todo estará bene. Fidati di me.

—Deme un momento Lic. Giovanni —Jairo abrió un cajón de su escritorio buscando de forma desesperada su diccionario de italiano, no había entendido del todo lo que el otro le había dicho.

—Grazie, Jairo —el joven italiano comenzó a caminar pasando de largo al asistente.

—¿Qué hace? —Jairo se puso de pie y se le cayeron al suelo tanto el diccionario como unos papeles que tenía en el escritorio— ¡Joven Giovanni! ¡Por favor, espere!

El otro chico no se detuvo y continuó hasta llegar a la puerta de la oficina.

Cuando entró, se quedó estático en el preciso momento en que cerró la puerta. Encontró al señor Donovan sentado, leyendo de forma muy concentrada unos documentos. De hecho su escritorio estaba lleno de hojas, al parecer estaba buscando algo que requería su máximo de atención.

Por alguna razón desconocida, encontrarlo de este modo después de varios meses de no verlo, hizo a Giovanni sentir algo extraño a lo que no podría poner un nombre.

El señor Donovan traía puesta una camisa formal, color azul cielo, que hacía resaltar muchísimo el radiante color en sus ojos. Su barba de candado era una mezcla de blanco y negro, lo hacía ver tan varonil que el chico simplemente olvidó incluso que debía de decir algo para anunciar que había entrado sin permiso a la oficina.

Si no dejó de respirar, solo fue a causa de que el delicioso olor del perfume del señor Donovan estaba impregnado en todo el lugar. Gio tragó saliva controlando sus instintos. Si por él fuera, iría hasta el hombre a olerlo, pero aquello sería muy inapropiado.

—Jairo, estoy muy ocupado —habló el hombre sin despegar sus ojos de los documentos—. Te dije que no me interrumpieras, a menos que sucediera algo de vida o muerte ¿alguien ha fallecido en la oficina o solo te gusta desobedecer mis indicaciones?

La voz ronca del señor Donovan le erizaba la piel y lo ponía nervioso.

—Mi dispiace, signor Donovan. Sono io, lamento entrar a su oficina de esta forma.

El hombre alzó la mirada, su gesto serio hizo al chico temblar por dentro, su corazón latió de forma demasiado irregular, afectando su respiración. Solo rogaba internamente porque el otro no se diera cuenta de lo nervioso que lo hacía sentir estar frente a él, teniendo toda su atención.

Ladrón de MichisWhere stories live. Discover now