El fin del verano

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Habíamos sido los primeros héroes en regresar vivos a la colina Mestiza desde Luke, así que todo el mundo nos trataba como si hubiéramos ganado algún reality show. Según la tradición del campamento, nos ceñimos coronas de laurel en el gran festival organizado en nuestro honor, y después dirigimos una procesión hasta la hoguera, donde debíamos quemar los sudarios que nuestras cabañas habían confeccionado en nuestra ausencia. 

La mortaja de Annabeth era tan bonita —seda gris con lechuzas de plata bordadas—, que Percy comentó que era una pena no enterrarla con ella. Le dio un puñetazo y le dijo que cerrara el pico. La mia era muy parecida solo que tras la gran lechuza del centro había dos varitas entrecruzadas que lanzaban chispas. Me dio bastante pena quemarla. Como Percy era hijo de Poseidón, no había nadie en su cabaña, así que la de Ares se había ofrecido voluntaria para hacer la suya. A una sábana vieja le habían pintado una cenefa con caras sonrientes con los ojos en cruz, y la palabra PRINGADO bien grande en medio. Moló quemarla. Mientras la cabaña de Apolo dirigía el coro y nos pasábamos sándwiches degalleta, malvaviscos y chocolate, me senté rodeada de mis hermanos, Percy, Carmen, Lesath y los colegas sátiros de Grover, que estaban admirando la recién expedida licencia de buscador que le había concedido el Consejo de los Sabios Ungulados. El consejo había definido la actuación de Grover en la misión como:

 « Valiente hasta la indigestión. Nada que hayamos visto hasta ahora le llega a la base de las pezuñas» .

Los únicos que no tenían ganas de fiesta eran Clarisse y sus colegas de cabaña, cuyas miradas envenenadas me indicaban que jamás le perdonarían a Percy por haber avergonzado a su padre. Ni siquiera el discurso de bienvenida de Dioniso iba aamargarme el ánimo.

—Sí, sí, vale, así que el mocoso no ha acabado matándose, y ahora se lo tendrá aún más creído. Bien, pues hurra. Más anuncios: este sábado no habrá regatas de canoas...

Regresé a la cabaña 8, y me sentía mejor que en toda mi vida. Tenía amigos con los que entrenar por el día. De noche, me quedaba despierta y hablaba con mis hermanos mientras nos contaban nuestros secretos. El 4 de julio, todo el campamento se reunió junto a la playa para asistir aunos fuegos artificiales organizados por la cabaña 9. Dado que eran los hijos deHefesto, no se conformarían con unas cutres explosioncitas rojas, blancas y azules. Habían anclado una barcaza lejos de la orilla y la habían cargado con cohetes tamaño misil. Según Annabeth, que había visto antes el espectáculo, los disparos eran tan seguidos que parecerían fotogramas de una animación.  Al final aparecería una pareja de guerreros espartanos de treinta metros de altura que cobrarían vida encima del mar, lucharían y estallarían en mil colores.

Mientras Annabeth, Percy y yo extendíamos la manta de picnic, apareció Groverpara despedirse. Vestía sus vaqueros habituales, una camiseta y zapatillas, pero en las últimas semanas tenía aspecto de mayor, casi como si fuera al instituto. La perilla de chivo se le había vuelto más espesa. Había ganado peso y los cuernos le habían crecido tres centímetros, así que ahora tenía que llevar la gorra rasta todo el tiempo para pasar por humano.

—Me voy —dijo—. Sólo he venido para decir... Bueno, ya sabéis.

Intenté alegrarme por él. Al fin y al cabo, no todos los días un sátiro era autorizado a partir en busca del gran dios Pan. Pero costaba decir adiós. Sólo conocía a Grover desde hacía unas semanas, pero era un buen amigo. Annabeth le dio un abrazo y le recordó que no se quitara los pies falsos. Percy le preguntó dónde buscaría primero.

—Es... ya sabes, un secreto —le contestó—. Ojalá pudierais venir conmigo, chicos, pero los humanos y Pan...

—Lo entendemos —le aseguró Annabeth—. ¿Llevas suficientes latas para elcamino?

La Hija De Atenea (LDDV I)Where stories live. Discover now