Después de asegurarme de que fuera atendida, y que no tenía ninguna lesión de gravedad, y dejar a una de las enfermeras el número de teléfono de Christopher Smith para que lo contactara y le informara sobre el accidente que había tenido su hermana, me dispuse a marcharme para poder revisar el informe del que Brad me había hablado unas horas antes.

—¿No le has llamado? —cuestiona el pelinegro, una vez más.

Suelto un resoplido y me lanzo a la silla que está detrás del escritorio y me siento de forma desgarbada. Bradley me mira con seriedad y algo de impaciencia, esperando mi respuesta.

—No he querido molestarla estos días —respondo finalmente—. Sé que no le agrada tenerme cerca —confieso, encogiéndome de hombros para restarle importancia—. Y supongo que le recomendaron descansar, así que dejaré pasar unos días y entonces me comunicaré con ella.

Brad me mira como si me hubiese salido una segunda cabeza. Su rostro refleja incredulidad pura, y yo sólo elevo una ceja en su dirección. Después de un rato, el idiota suelta una risa y eso me confunde porque no entiendo su actitud.

Tarda un minuto más en recomponerse y me mira de nuevo meneando la cabeza hasta que por fin habla.

—¿Estás escuchándote? —su rostro aún refleja un tinte de diversión.

Lo miro con los ojos entornados, porque sé a dónde quiere llegar, pero no le daré el gusto.

—¿Hay algo de malo con eso? —rebato.

—Por todos los cielos, Zack —exclama, mirándome con aprensión—. Deja de hacerte el estúpido.

Ruedo los ojos.

La razón por la que aún no he sacado mi arma y le he volado los sesos a Bradley es, porque tanto a éste, cómo a los otros cinco chicos, los considero mi familia. Somos como hermanos, en donde el mayor soy yo. Por esa razón, tenemos tanta confianza de hablarnos de esta manera, y esa misma razón es la que nos hace cuidarnos la espalda unos a otros. Ellos ocupan un lugar especial en mi vida —pero nunca lo admitiría en voz alta—, por ello es que no son considerados o tratados cómo si sólo fuesen unos simples empleados. Porque después de tantos años conviviendo juntos, hemos logrado mantener una conexión única entre los siete, una relación de hermandad.

Ante mi falta de respuesta, él añade.

—¿Cuándo vas a aceptar que la rubia te viene moviendo el tapete? —suena más a reproche que a otra cosa. Aunque su semblante es totalmente relajado.

—Esa chica no me mueve nada —farfullo malhumorado.

«Pero te encantaría que te moviera ciertas cosas». Dice la vocecilla en mi cabeza, y eso es suficiente para que mi mente empiece a maquinar ciertas cosas que podría hacer con ella y ¡joder! Eso provoca que mi cuerpo se tense y cierta parte de mi cuerpo despierte, y tal motivo me hace removerme en la silla.

Ruego para mis adentros que Bradley no se dé cuenta del estado en el que me ha dejado el haber hecho esa referencia de que "la chica me mueve algo".

Siento su mirada sobre mí, así que me aclaro la garganta y lo encaro. Su rostro sigue igual de relajado, pero ahora una pequeña sonrisa curva sus labios. Yo me limito a mirarlo inexpresivamente.

Pasamos unos segundos más sólo mirándonos en silencio hasta que levanto una de mis cejas en su dirección y su sonrisa se extiende un poco más.

—Deberías ir a revisarte los pantalones —dice al fin. Y su expresión se vuelve seria en un instante—. Y después deberías buscarla, sabes que no está segura con Jack merodeando a su alrededor. —añade, dándome la espalda y caminando hacia la salida de la estancia; dejándome sólo.

FUISTE TÚ © [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora