Capitulo VI

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Es de mañana, apenas he podido dormir, la noticia de que me queda poco tiempo de vida me ha caído muy mal, solo espero que ya llegue la noche para volver a dormir, quizás entre los muchos sueños que tuve esta es una de esas, una de esas pesadillas que me atormentaban de joven, a veces quisiera que la vida tuviese subtítulos, para entender las veces en que la vida me orillo y no entendí el porqué.

Solo quiero ir a casa, mis ojos se humedecen otra vez; la habitación se siente tan fría, las personas tan indiferentes, cada uno de ellos lleva una carga de las que ningún otro conoce, algunos de nosotros solo estamos de pie sobre un ladrillo, cualquier golpe de más nos hará trastabillar y quizás caer.

No quisiera que mis hijos me vean así, no quiero que sepan que siento que me deprimo, ahora siento lo que antes veía en mi madre en este mismo hospital, parecía tan vigorosa, tan alegre y muchas veces me pregunte: ¿Acaso no le teme a la muerte?

Después de muchos años recuerdo un pasaje en mi niñez que quizás quise olvidar: cuando despertaba a la mitad de la noche llorando aterrado de miedo, un miedo interminable a morir, mamá me consolaba y secaba mis lágrimas a la vez que me preguntaba ¿Porqué tenía miedo a morir?, no sé qué paso, ahora que han pasado los años y que ahora sí sé que moriré, traigo a la memoria este recuerdo muy añejo, y aun ahora no le encuentro la razón a esta fobia, dentro de los primeros recuerdos después de la amnesia infantil.

Pienso demasiado, ahora en este reposo físico, es cuando menos reposa mi mente.

Las horas pasan muy lentamente, quisiera desahogarme de esta fosa en la que me encuentro, pero no hay nadie más que mi propia soledad, quisiera saber el porqué, es extraño.

Fluimos en las horas de nuestra propia existencia y el tiempo se nos olvida, pero cuando nos detenemos un momento a pensar que se acabará, las horas se hacen extensas, interminables, es una agonía en toda la extensión de la palabra. El nerviosismo, la angustia de no saber qué pasará con nosotros en el momento del final, peor aún, después del momento final.

3:00pm Hora de visita.

Mientras navego en mis propios pensamientos, escucho que se asoman personas en el pasillo, trato de tranquilizarme por el bien de mi familia.

Una cabecita se acerca a la puerta, trato de no ver, no quiero conectar miradas con nadie, siento que si lo hago me desmoronaré como un castillo de arena que es atropellada por el mar.

- ¡Papá! – escucho la voz a medio quebrantar de mi hija Fabiola mientras se acerca con los brazos extendidos. Detrás de ella, Kiara y Richard.

- Hola mi amor, gracias por... – Me abraza fuerte, como si el mundo se le acabara. Me quedo sorprendido de esta acción, no me imagine que esto sucediera, aunque creo que se suponía que pasaría. La abrazo con mi único brazo libre.

- ¡Papá! – Llora desconsoladamente sin dejar de abrazarme a la vez que Richard posa su mano sobre su hombro.

- Fabiola, hija, por favor. No llores. – Le digo mientras trato de tomarla de sus mejillas, mejillas que estaban completamente humedecidas por sus lágrimas. El ceño fruncido, sus parpados apretados uno contra el otro, como tratando de no ver la realidad.

Sobre su espalda encorvada vi como Kiara y Richard también perdían la batalla contra las lágrimas. Kiara con ambas manos cubriendo la mitad de su rostro y Richard con una mano sobre el hombro de Fabiola y su otra mano tomándose de la frente, escondiéndose de mi mirada atenta.

El ambiente tenso también conquisto mi interior, a mí, yo que me mentalice todo el día en mantener una postura erguida para que mi familia este tranquila. No puedo controlar los sentimientos de los demás, toda acción tiene un impacto distinto en las vidas de los que nos rodean.

- Fabiola, por favor tranquilízate. – Dijo Kiara, mientras la tomaba del brazo.

- ¡No mamá! – Dijo Fabiola tratando de aferrarse mucho más a mí. – ¡Es mi papa!, ¡no quiero, no puede ser!

Kiara rodero la camilla con la cabeza baja, supongo que tampoco quería hacer contacto visual conmigo, yo lo entiendo perfectamente, yo planee esto, pero se me salió de las manos la situación.

Se quedó parada a mi lado por un momento, quizás esperando que Fabiolase suelte de mis brazos, quizás pensando que sería lo más adecuado en esta situaciónpara dos ex – esposos. Luego de unos segundos que parecieron eternos, se meacercó y beso mi frente, su mano derecha acaricio mis cabellos y se quedó allí,con su mano en mi cien. Este acto fue lo más inesperado que pude imaginar, susmanos en mí tuvieron un efecto tranquilizante. 

Quién lo diría, han pasado años y jamás pensé que esto sucediera, y menos en estas circunstancias.

Pasaron algunos minutos, mientras Fabiola se tranquilizaba en mis brazos, Richard se puso a su lado y me abrazaron los dos, él no dijo nada, solo me abrazo, no emitió palabra, pero sus ojos tristes y cubiertos de lágrimas me lo dijeron todo.

Cuando por fin Fabiola pudo reestablecerse se sentó a mi lado sobre la camilla, Richard se paró a los pies de la camilla, y Kiara de mi lado izquierdo.

Que se dice en esos momentos, jamás me prepare para algo como esto, ¿Qué les dices a tus hijos ante una situación así? La miro fijamente a mi princesa, y aunque Fabiola ya es una mujer de 22 años, sigue siendo mi pequeña. Tomo sus dedos con mi mano ocupada por el monitor en mi índice.

- Ben, quiero que sepas que cuentas con todo mi apoyo. –Kiara rompió el silencio tan incómodo que se había establecido en la habitación. Giro a verla y continuo. – Tú no te preocupes por nada, estamos haciendo todas las gestiones y documentaciones necesarias para tu tratamiento, si es posible te trasladaremos...

- ¡Kiara! – Interrumpí – te agradezco mucho que estés aquí. Por favor, no quiero perseguir una ilusión. Sé lo que tengo. Seguiré los tratamientos, pero yo más que nadie sabe cómo es esta enfermedad.

Fabiola baja la cabeza mientras me toma con ambas manos, y vuelve a llorar, esta vez con menos intensidad.

- Papá por favor no digas eso – Contesta Richard, mientras se acerca a su madre. – Vas a estar bien, saldrás de aquí, y todos iremos a casa. Podemos buscar una segunda opinión.

Al ver a mi hijo, me vi a mi mismo cuando un día al igual que él hoy, yo acompañaba a mi madre convaleciente, no quiero quitarles las esperanzas, después de todo es lo único que mantenemos hasta el final.

- Esta bien Ricky, cooperaré – Dije mientras los miraba a cada uno de ellos y me pregunté si fui digno de ser parte de una familia tan hermosa. Espero que sí.

Una enfermera se acerca a la puerta.

- Señores, el horario de visita ya acabo. – Dijo sin detenerse completamente.

- Esta bien – Dijo Kiara respondiendo a la enfermera que apenas y espero una respuesta. – Fabiola, ya tenemos que irnos. – Prosiguió mientras avanzaba lentamente por alrededor de la camilla junto a Richard.

- ¡Papá te quiero mucho! – dijo Fabiola mientras trataba de no volver a romper en llanto. Me abrazo nuevamente esta vez posó su oído junto a mi pecho y se retiró para que Kiara se acercara a despedirse.

- Estamos contigo Ben, todo saldrá bien, ya lo veras. Concluyo y beso nuevamente mi frente. Paso su mano derecha por mi mejilla y bese su mano con delicadeza.

- Muchas gracias Kiara. No sabes cómo me conforta tu apoyo.

- Estaremos pendiente de todo papá, - Dijo mi muchacho cuando se acercaba luego de que Kiara se retirará de mi lado. – No te preocupes por nada, solo necesitas descansar un poco más y veras que saldremos todos de aquí.

- Gracias hijo. –Conteste con una sonrisa y una vigorosidad forzada pero lo más sincera posible.– Te quiero hijo. – continúe, mirándolo fijamente y con amor, a los ojos.

Se fueron y la soledad otra vez se instaló en la habitación. De alguna manera espero haber aliviado su preocupación. Un día a la vez Ben, solo eso necesitas.

Apocalipsis 21: 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora