Capitulo IX

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Han pasado tres días y sus noches, estos días no han sido para nada fáciles, he tenido la desesperación por querer salir ya de este infierno.

Kiara, estaba a la puerta de la habitación esperándome al momento en el que ya debía salir de alta médica. Algunas cosas son impensables de que cambien en poco tiempo, Fabiola y Kiara volverían a casa. Richard no podría regresar ya que tiene mucho trabajo, al menos eso fue lo que dijo.

Caminamos por los pasillos, aquellos pasillos que apenas solía recorrer para ir al laboratorio a someterme a mis exámenes y ahora las recorría para ya no volver a la misma habitación que fue por mucho tiempo mi celda de prisión. Ya no volvería y eso me hacía muy feliz.

El viento fresco de finales de invierno, el cielo casi despejado, los arboles casi desnudos a no ser por los pequeños brotes y las aves que anidan sobre sus ramas, el ruido del tránsito a la salida del hospital, todo armaba una perfecta melodía que por mucho tiempo extrañé y que por estar ensimismado no los disfrute por largas décadas, ahora que, saliendo del hospital, siento que regreso de un largo exilio, exilio de la melodía que alguna vez disfrute y que con la vida agitada deje de detenerme por un momento a oírla, exilio de mi familia y de sus necesidades, que aunque nunca los descuide creo que si los desatendí. 

– ¡Mi auto!, pedazo de chatarra de tercer mundo ha ha ha – Exclame con cierto sentimentalismo en mi voz.

­– Pues es un gran auto, lo conduje de camino hacia aquí, lo haz conservado muy bien. Pensé que sería un agradable detalle – respondió Kiara, siempre fue así de detallista, de aquellas personas que regalan momentos hermosos, detalles que no se olvidan, siempre pensando en el momento indicado para todo, y pues, a decir verdad, salir del hospital y reencontrarme con mi auto, aquel que me acompaño en el camino de mi día a día, aquel que me trajo hasta aquí y me salvo de muchas emergencias... Fue un gran detalle.

– Gracias, fue un hermoso detalle, no me lo esperaba, a veces hay cosas que toman un lugar en nuestras vidas, no tanto por el uso sino por lo que significan. – Subí en el asiento del copiloto y ella manejaría, proseguí – En este auto tengo muchos recuerdos.

– Espero que buenos recuerdos – Giro a mirarme y yo la mire, encendió el auto y emprendimos el camino a casa.

– Muy buenos, en este auto hay más de lo que parece, hay un poco de cada uno de nosotros, un poco de todos los lugares a donde fuimos en él, aquí hay muchos fragmentos de nuestra historia familiar.

– Te oyes como mi padre cuando no quería vender su auto viejo. – Sonrió tímidamente inclinando un poco la cabeza hacia un lado, como si un recuerdo llegara hasta ella. – Mi padre amaba su auto, pues, cada uno de sus hijos teníamos diferentes gustos y solo nos juntábamos en el auto para ir a algun lado, lo mismo pasaba en la mesa del comedor. Creo que eso era lo que más amaba de su auto, que unía a la familia.

– Tienes toda la razón, creo que me sucede lo mismo, creo que amo este auto no por lo material, sino por aquello tan intangible que nos dio. – guarde silencio por un momento para ver a través del vidrio, las calles, tan como siempre, pero me sentía un extraño en mi propia ciudad, en estas calles que yo mismo las he recorrido por toda mi vida.

– ¿Te sientes bien? – Cuestionó Kiara al observarme pensativo.

– Sí, solo estaba viendo lo extraño que se siente volver a la calle luego de estar encerrado por mucho tiempo. Siento que es la misma ciudad pero que yo quizás ya no soy el mismo.

– ¿Por qué lo dices? – Volvió a cuestionar Kiara, esta vez mirándome de reojo con cierta inquietud.

– No te preocupes, lo digo por el hecho de que he reflexionado mucho a cerca de todo lo que he hecho y lo que no, de lo que dije y de lo que callé en algun momento. Por mucho tiempo pensé tener la respuesta de todo, pero resulta que no me estaba cuestionando la vida de forma correcta. – Mire hacia delante y solo suspire sin continuar.

– Pero y entonces, ahora que cambiaste tus preguntas ¿Ya pudiste respondértelas? – Pregunto nuevamente tratando de mirar el camino por donde conducía y tratando prestarme atención con la mirada.

– Eso es lo que trato de hacer, estoy tratando de responder preguntas las cuales nunca me había formulado, ya que mis preguntas a cerca de mi vida siempre fueron sin pensar en un final, en mis planes no estaba morirme – Kiara giro de inmediato a verme, trato de decir palabra, pero no pudo, así que continúe. – Ahora me pregunto la vida de una forma contraria, de hoy hacia atrás porque sé que para adelante no me queda mucho, cuanto en la vida siempre me enseñaron a detenerme y pensar que sería de mí en unos años por delante.

– Sabes que no es necesario que pienses en eso todo el tiempo, ¿verdad? – Dijo tratando de sentarse mejor en el asiento, parece que se incomodó.

– Lo sé, pero es inevitable ver la vida de una forma distinta cuando algo te empuja a verlo así. – Hicimos el último giro hacia casa, el camino no es tan largo después de todo.

– Bueno, no pensemos en eso ahora, acabas de salir del hospital, deberías estar más alegre. 

– Sí, ya tendré un tiempo a solas para poder pensarlo mejor. – Respondí a su comentario.

– Oye, no me malinterpretes, puedes conversar de esto conmigo, lo sabes, solo que pienso que este es un momento como lo que hablamos, "un momento que quedara impregnado en nuestra historia familiar en el auto", y creo que viéndolo de esta manera se da un gran contraste, se supone que deberías de estar feliz, ¡acabas de salir del hospital! – Sonrió y me dio una palmada en el hombro, después de mucho tiempo... Hace mucho tiempo no podía conversar con Kiara de esta manera, y sí, tenía razón, es mejor estar alegre por este momento.

– Tienes razón, no pensemos en esto ahora. – Kiara estaciono el auto, me quité el cinturón de seguridad y bajamos, por un momento me detuve a mirar alrededor, mire la calle, aquella calle que por algun momento (cuando tuve aquel incidente) pensé que no la volvería a ver. Todo igual, pero tan extraño.

Cruzamos el jardín y nos acercamos a la puerta, Kiara saco las llaves de su bolso, giro la perilla e ingresamos. Cuando de pronto...

– ¡Sorpresa! – Se escuchó casi al unísono. Yo quedé pasmado, mi única reacción fue sonreír. Había confeti por todos lados, la sala de reuniones estaba repleta de gente, entre mis vecinos, mis mejores amigos de la escuela, y mi familia, Kiara detrás de mí solo sonreía, lo había guardado todo, había disimulado muy bien para que no sospechara que esto podría pasar. Cada uno fue acercándose a saludarme y a darme sus buenos deseos, yo respondía cordialmente con un "gracias por estar aquí" y una sonrisa.

Por fin estoy en casa y entre los míos. Aquí ya no me siento un forastero, me siento realmente completo, incluso mucho más que antes del sueño...

Apocalipsis 21: 4Where stories live. Discover now