❝ Tú no eliges ser parte de la Cacería. La Cacería te elige a ti. ❞
Jonah está dispuesto a encontrar a la persona que mató a su abuela y hacerle pagar. Para Alba, el pasado es un fantasma que no la deja tranquila, y quiere encontrar la paz.
Sin emb...
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Alba
El sermón de Harriet estuvo dándome vueltas por la cabeza toda la noche, ni siquiera fui capaz de dormir sin pensarlo. Porque más que un sermón, fue una reprimenda a mis emociones. Estuve evitando a Jonah lo más que pude y él empezaba a notarlo, porque su mirada estaba insistentemente sobre mi.
Después de muchos planes pequeños y estrategias discretas que nos proveyeron de detalles, sólo nos faltaba armar el plan maestro que nos inmiscuiría en las bóvedas secretas del Banco Internacional de Zurich. Estábamos sentados en la mesa enorme, llena de archivos, mapas y bocetos de nuestros planes, y el humo del cigarro de Mindy estaba irritándome la garganta. El banco tenía casi veinte tipos diferentes de alarmas y al menos un par de guardias por cada una de las dos entradas. Además, el cuarto secreto se abría con una única llave que la gerente tenía y nunca soltaba. Después de casi tres horas buscando la solución, resolvimos que la alarma sonaría sin importar nada y tendríamos que trabajar con ella. Harriet se ocuparía de la seguridad, una parte de nosotros fingiría un asalto y los otros entrarían a las cajas de los nazis, cuidando sus movimientos y sin dejar una sola huella. Ellos no debían saber que entramos, que habíamos descubierto su sucio secreto.
—Disculpe señor Offerman, hay una agente del FBI en la sala de espera. Quiere ver al muchacho —Carmichael entró a la Armería de pronto.
Todos giraron la cabeza para regalarle una mirada de irritación a Jonah, quien se hundió en la silla que usaba de asiento. Meyer lucía preocupado. Los ojos del chico, quien había estado callado escuchando al resto hablar, buscaron los míos. Pero Harriet también me miró, amenazante. Sacudí la cabeza y volví a centrarme en el circuito de alarmas dibujado en mi mapa, fingiendo que no estaba llena de temor por lo que podría pasarle.
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Era ya muy entrada la noche cuando nos pusimos en marcha. Nos encontrábamos en el callejón de la entrada trasera dentro de la camioneta que usábamos en las misiones, a la espera de Lonny, que había ido a conseguir un molde de la llave y de Harriet, que ingresó disfrazada como la señora de la limpieza para apagar las cámaras de seguridad. El único que había faltado a la misión fue Meyer. Incluso Jonah estaba con nosotros, más por orden de nuestro líder que por ser útil. Mindy rezaba y a mi me pareció bastante irónico recitar al Torah cuando planeábamos hacer un atraco. Y Murray coincidió conmigo.
Me estaba anudando los cordones de las botas cuando Lonny entró a la camioneta y se arrojó al suelo, perturbado. —¿Conseguiste el molde? —pregunté.
