XXIX.

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Ayano caminó por el pasillo en dirección al salón de Tetsurō, para poder conversar, sin embargo una vez entró se percató de que él ya se habría ido. No llamó, simplemente caminó hasta la entrada y esperó para ver si lo encontraba, sin embargo no aparecía por ninguna parte. Miró para todos lados en su búsqueda, sin encontrar respuesta. Ella suspiró con un dejo de decepción, caminando con la mirada agachada hacia la parada de autobús. Habían pasado cuarenta minutos y la escuela estaba solitaria. No debió haberse quedado a esperar.

—¡Matsuoka!

Volteó, buscando aquella voz. Tetsurō corría con la respiración entre cortada hacia ella, en cuanto se acercó afirmó sus manos sobre sus rodillas para recuperar el aliento.

—Lamento haberme demorado tanto. Yo...

Tetsurō se incorporó, mirándola a los ojos. Sintió su garganta apretada. Se formó una mueca en su rostro, no sabía por dónde comenzar. Inmediatamente enrojeció y empezó a sudar frío, viéndose en la obligación de desviar su mirada de la suya. Ayano se veía tan hermosa como siempre.

—El entrenador Nekomata quería hablar conmigo sobre los próximos partidos —respondió, aclarando su garganta—. No te avisé. Lo siento.

Ayano sonrió, comprensiva. No estaba enojada con él en lo absoluto. Esto asustó un poco a Tetsurō, quien no mostraba otra expresión más que de terror y seriedad en su rostro.

—De verdad siento haberme demorado. Creí que te irías a casa.

—De hecho me iba —respondió, risueña—. Pero me alegra que hayas llegado. ¿De qué querías hablar?

—¿Huh? Uhm... Bueno...

Tetsurō no encontraba las palabras adecuadas para iniciar la conversación, de paso ni siquiera podía verla a los ojos. Desviaba sus pupilas hacia cualquier lado constantemente porque le asustaba quedarse prendado en los bellos orbes grises de Ayano, de recordar lo doloroso que fue conocerla y que hacía unos meses el sol parecía estar más cerca de la Tierra. Miró el suelo y se tomó las manos, jugaba incesantemente con un hilo suelto en el borde de su camisa, asustado y sonrojado. Ayano suspiró, y comenzó a caminar, lo cual confundió al chico.

—¿Vienes?

Preguntó, ladeando un poco el rostro por sobre su hombro para mirarlo con una sonrisa amable. Tetsurō aclaró su garganta otra vez y avanzó detrás de ella hasta quedar a su lado. No podía decir nada, las palabras parecían haberse congelado bajo su lengua. Se llevó las manos a los bolsillos y simplemente continuó caminando en silencio, atorado por completo. De pronto miraba cómo los pies de Ayano pisaban el suelo debajo de ellos. Sus piernas eran tan cortas que tres pasos suyos equivaldrían a uno largo de Tetsurō. Se rió para sus adentros, mostrando una sonrisa en su exterior. Ya se encontraba más relajado. Hacía mucho tiempo que no compartía con ella.

Tres o cuatro minutos más tarde, Ayano se detuvo en un parque que a Tetsurō le parecía familiar. ¿Y cómo no? Aquél fue el lugar en donde ella aceptó salir con él, en donde le dio un cigarrillo y compartieron un momento agradable. Tetsurō sonrió con nostalgia, mirando el cielo y percatándose de que comenzaba a nublarse.

—¿Qué has estado haciendo, Kuroo-san?

Él se volteó hacia ella, con el rostro serio y las manos en los bolsillos aún.

—Estudiar, entrenar, trabajar —desvió la mirada—. Fui a casa de mis padres el fin de semana.

—Me alegra saber que estás yendo —contestó, sentándose en la banca y revolviendo sus bolsillos—. ¿Cómo van los entrenamientos?

—Mh... —se rascó la nuca—. Bien, supongo.

Ayano sacó de su bolsillo su cajetilla de cigarros y la extendió hacia Tetsurō para que tomase uno. Él aceptó con gusto, encendiendo el cigarro con el encendedor que ella traía y luego calándolo. Ayano hizo lo mismo.

Dominó | Kuroo Tetsurō x OC |. PAUSA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora