VIII.

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—¿Kuroo?

Volteó su cabeza, con una ceja alzada. Caminaba con un ápice de despreocupación hacia la parada de autobús. Desde atrás le llamaba Hana, quien caminaba lentamente hasta él. Tetsurō se detuvo, entonces.

—¿Qué?

Ella aclaró su garganta, luego sonrió. Aún Tetsurō no podía sentir nada al respecto.

—¿Fuiste con el consejero?

El gato asintió, volteando por completo a verla.

—¿Y de qué hablaron?

Él miró sus pies, nervioso.

—Renunciaré a mi trabajo, creo.

Hana alzó las cejas, muy sorprendida por lo que Tetsurō acababa de contarle. No se esperaba una decisión tan drástica de su parte.

—¿Volverás a tu casa?

—Quizás lo haga —suspiró—. No sé, Hana. Me haces sentir presionado con tantas preguntas.

—Perdón —respondió cabizbaja—. No quería molestarte.

Tetsurō sintió un poco de culpa, pero como aquella situación era algo que de hecho podía remediar, decidió acercarse a su amiga y abrazarla con uno de sus brazos, mientras su otra mano descansaba en su bolsillo. Parecía un abrazo sin mucho interés, pero que provocó que Hana sintiera su pecho arder en llamas. Inmediatamente ella le devolvió el abrazo, con fuerza y tratando de hacerle sentir a su amigo y enamorado que todo estaría bien, pero Tetsurō no sentía nada.

—Bien. Debo ir a casa.

Dijo Tetsurō, separándose de Hana y retomando su camino hacia la parada de autobús.

—¡Tetsurō!

Él abrió sus ojos como platos al escuchar aquella voz tan melodiosa y dulce. Sintió su corazón entusiasmarse ante la idea de que fuera ella quien lo llamaba, y no pudo más de la emoción cuando la vio corriendo hacia él, torpemente y a penas pudiendo cargar sus cosas. Ayano se acercaba con mucha dificultad, pero a medida que estaba cada vez más cerca de él, Tetsurō sólo podía sentir rabia y tristeza por cómo le habría tratado ella en la mañana. Quizás no era un problema tan grande, después de todo, pero para él se habían acumulado tantas situaciones frustrantes que hasta había olvidado quién solía ser antes del fin de semana. En ningún momento se detuvo a pensar en los efectos adversos del éxtasis, sólo sentía la necesidad de volver a sumergirse en aquel extraño mundo lleno de amor y alegría.

Ayano se encontraba a tan sólo tres metros de él, sin embargo, Tetsurō evitó sus ojos y su voz, desviando la mirada hacia Hana, quien seguía de pie junto a él. Hana le veía con un poco de curiosidad ante la extraña sonrisa ladina que se había posado sobre los labios de su amigo. Sus ojos se habían vuelto oscuros e irradiaba sus malas intenciones desde muy dentro del alma. No se reconocía a sí mismo, y también dudaba de haber sido él desde hacía años. Vio a los verdes ojos de Hana y puso su mano sobre su hombro, adoptando una postura relajada y coqueta que provocó un sonrojo en la más baja. Hana sonrió ante su cercanía y esperó que él respondiese algo, mas no hubo respuesta ante aquel curioso beso que Tetsurō se había atrevido a plantar sobre su boca, con mucho agrado y satisfacción. Por dentro, aunque por fuera estuviese sonriendo entre ese beso, Kuroo se maldecía a sí mismo por no saber cómo reaccionar ante las ideas que se formulaban en su cabeza y se acumulaban en lo alto de la boca de su estómago. No sentía mariposas por Hana; sentía asco de su persona.

Por su parte, Matsuoka miró la escena con los ojos llenos de brillo y sin entender demasiado. Parecía que hace unas horas Tetsurō sólo quería entender qué había hecho mal, incluso las cosas no eran como él pensaba, y ahora se derretía ante un beso con su compañera de escuela. Nadie puso demasiada atención, salvo algunas chicas que murmuraban la suerte que tenía Hana. A Ayano no le dolía en lo absoluto, sin embargo, lograba captar la sed de venganza de Tetsurō. Por dentro quería reír sarcásticamente, porque si lo que él buscaba con eso, era ponerla celosa, no lo habría logrado en lo absoluto. Hana era patética. Ella estaba muy confundida y triste, porque sabía que Tetsurō la estaba utilizando. No era tonta. Hana habría visto a Ayano venir hacia su amigo, y también notado cómo brillaban las pupilas del gato cuando su nombre se posaba en los labios de ella. Hana sabía que nunca provocaría aquella sensación en la boca del estómago de Kuroo y sabía que no podía compartirle las mariposas que revoloteaban en su cuerpo a través de ese beso. Estaba frustrada, tanto como Tetsurō, pero inclusive así, tenía la esperanza de que si las cosas se daban bien, con el tiempo él se enamorase de ella de la misma forma en que Fukui lo estaba de él.

Dominó | Kuroo Tetsurō x OC |. PAUSA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora