XI.

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Daban las cinco de la mañana y ya estaban cerrando el local en el que se encontraban bailando los chicos. Todos habían consumido más y se encontraban en camino a la casa de Ayano unos kilómetros más lejos. Caminaban con entusiasmo y mucha energía, como si nada más importara, aún si los autos tocaban la bocina cuando los pasaban en la carretera. Ellos caminaban al borde sin miedo a nada.

Keiji se sentía enajenado desde hacía rato debido a la cercanía que tenían Ayano y Tetsurō. No sabía cómo acercarse por más que lo intentara, sin embargo, quería hacerlo con todas sus ganas. Estaba pensativo y desconectado del mundo, aunque conectado a sí mismo, por lo que encendió un cigarro y continuó caminando en automático detrás de sus amigos, quienes se repartían un par de cigarros para pasar el rato, la botella de agua de litro que habrían conseguido en la fiesta y uno que otro chicle para calmar las muelas. Se divertían como chicos jóvenes que eran, y Keiji sentía mucha envidia por no poder sentirse parte de ello.

—¿Qué pasa, Akaashi?

Inquirió Kōtarō, divertido. Se había alejado de los demás quedándose atrás para poder hablar con él, incluso si ya sabía la respuesta y que se trataba de Ayano. Ya se había enterado de la conversación que tuvieron sus dos amigos en la fiesta.

—Es que —miró sus pies— por alguna razón no puedo divertirme viéndolos tan cerca —respondió por lo bajo.

—Pero ve y háblales.

Keiji resopló.

—Mira, Akaashi. Quizás es muy evidente que esos dos tienen algo que no entendemos, pero de cualquier forma, comparten con nosotros como si no pasara nada. Si pudieses dejar aquello de lado y guardártelo para otra ocasión, podrías hacer de esta salida más agradable para ti —sentenció, un poco hastiado—. O podemos volver.

Negó con la cabeza—. Vamos con ellos.

Ayano y Nozomi caminaban abrazadas y cantando la misma canción que habría sonado en la fiesta hacía una hora. Se divertían juntas y disfrutaban de la amistad que habían formado y, a pesar de que habían pasado varias horas, aún sentían cómo el éxtasis recorría cada fibra sensible de sus cuerpos.

Una vez llegaron todos a la casa de Ayano, pasaron en completo silencio y sin encender las luces a través de la cocina para meterse al cobertizo, en el cual habían unos sillones en los cuales podían descansar, un baño y una televisión. Encendieron las luces y Ayano puso un calefactor eléctrico, con tal de que nadie tuviese frío. Abrió una ventana para que no se acumulara el humo de cigarro y luego todos se sentaron, derritiéndose en sus espacios. Ayano cerró los ojos, sentada en medio del sillón largo y apoyada contra Kōtarō. A su derecha se encontraba Tetsurō animado conversando y bromeando con Nozomi y luego estaba Kōtarō, que estaba concentrado armando un blunt junto a Keiji que sostenía la linterna de su celular encima, de cuclillas junto al sillón.

—¿No, Ayano?

Ella alzó las cejas con lentitud y arrastró el gesto de su rostro, sentándose derecha y enfocando su poca atención en Nozomi. A veces, pasaba algo muy extraño, como si el sonido se concentrase en su cabeza y luego se destaparan sus oídos. Se rió con aquel suceso y luego tomó la botella que sostenía Tetsurō para beber agua.

—Lo siento, no sé de qué hablaban, Nozomi.

La morena rió, sentada en el sillón individual de en frente—. Tetsurō decía que Cocaine Model es muy buena y que nunca la había escuchado. Decía que es tu canción favorita.

Asintió—. ¿Cómo supiste? Apuesto a que me lees la mente.

—Tu corazoncito hermoso envía mensajes de amor al mío, amiga. Me encanta lo que hemos formado en tan poco rato. Definitivamente, quiero ir por un helado en la semana junto a ti.

Dominó | Kuroo Tetsurō x OC |. PAUSA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora