XV.

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—¿Y eso qué fue?

Inquirió Tetsurō, en un hilo de voz. Kōtarō tenía los ojos brillantes, sabía lo que había visto y estaba completamente atemorizado, pero sabía que debía bajarse del auto a mirar. Abrió su puerta mientras se quitaba el cinturón lentamente, a la par en que Tetsurō le seguía. Ayano no se atrevía a abandonar su cómodo asiento aún, sin embargo ya no soportaba las náuseas, el ácido se subía nuevamente hacia su cabeza, descolocándola en un instante. Tiró de su cinturón de seguridad y abrió la puerta de una patada, yendo a ver de inmediato lo que sus amigos no podían dejar de mirar con terror en las pupilas. Tetsurō balbuceaba palabras sin sentido, trataba de moverse, pero estaban sus pies pegados al piso. Kōtarō se tapaba la boca para no gritar, mientras que Ayano, al ver la escena sangrienta finalmente dejó que su estómago cayera por su esófago, quemando su garganta y boca hasta tocar el suelo. Vomitó todo lo que había comido en el día y más, parecía estar viviendo una completa pesadilla.

—Está... —musitó Tetsurō, tragando saliva—. Está muerto.

Kōtarō sintió su estómago revolverse junto al olor del vómito de Ayano, se sostuvo el estómago con fuerza y tragó el reflujo que amenazaba con salir de su boca también. Tomó una fuerte bocanada de aire antes de continuar y entonces, se agachó junto al cuerpo aparentemente inerte del joven machacado en la calle. Kōtarō no era tonto y no pretendía dejarle marcas de huellas, sin embargo, y aunque parecía un buen chico, comenzaba a pensar como un completo psicópata muerto de miedo por ser descubierto. Él agarró su propia manga con los dedos y presionó el cuello del chico, tratando de encontrarle el pulso, mas ya no existía latido alguno en su pecho. Tetsurō estaba en shock, sin palabras, viendo cómo la cara de Kōtarō se transformaba ante el apagado pulso del desconocido. El búho se quedó quieto un momento, tratando de recobrar la compostura, se puso de pie y adoptó un rostro inexpresivo para pensar qué hacer. Estaba entre un estado de lucidez y otro de locura, que no entendía, y por ende no sabía discernir entre lo bueno y lo malo.

"¿Qué va a pasar con mi carrera en el voleibol si alguien llegara a enterarse de esto?", se cuestionó Kōtarō, antes de agacharse para tomar del bolsillo del chico su billetera. Tetsurō y Ayano lo miraban con sorpresa y miedo, sin comprender lo que estaba planeando.

—No podemos dejarlo aquí. Tenemos suerte de que en este sector ya no hay casas —dijo Kōtarō, admirando a su alrededor. Todo era camino rural, ni siquiera se había percatado de ello—. Tenemos que esconderlo.

—¡¿Estás enfermo?! —gritó Ayano, para luego comenzar a sollozar—. Tenemos que llamar a una ambulancia, Bokuto. ¡Qué mierda!

—Si llamamos a una ambulancia, nos harán exámenes más tarde —continuó Kōtarō, tragando su amarga y ácida saliva producto del reflujo—. ¿Crees que no se darán cuenta, Ayano? Registrarán tu casa, tus cosas. Encontrarán tu caja.

Ayano sintió su corazón deteniéndose, imaginándose el horrible escenario y el rostro de su padre impregnado de decepción. Lo imaginó hasta recostado en su propio ataúd en dos meses más con la misma cara de pena y vergüenza. Estaba enfadada y perdida, por lo que se aguantó el dolor de estómago y con una mueca de pena y desagrado se acercó al cuerpo del joven, mirando su rostro. Tenía unas facciones realmente bellas, bastante femeninas para ser un varón. Era delgado, pequeño y tenía los ojos cerrados. Su cabello desordenado y lleno de sangre producto del golpe que recibió en el cráneo era corto, negro y lacio. Estaba pálido, pero no sabían si se trataba de su muerte o así era él. Ayano simplemente apretó los labios y pidió la billetera a Kōtarō, para intrusear entre sus cosas. Encontró unos cuantos yenes, una identificación, tarjetas y una foto pequeña junto a otro chico alto y rubio doblada en uno de los bolsillos, seguramente era su pareja. Ella se mordió el labio, llena de frustración, muerta de miedo, mirando el nombre del chico. Se llamaba Shibuya Kai, y tenía su misma edad. Era un chico que habría podido tener toda la vida por delante, tal como ella, y que ya no podría disfrutar de los placeres simples y hermosos que poseía ella.

Dominó | Kuroo Tetsurō x OC |. PAUSA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora