04. Reino del Caos.

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Cuando volví a mi habitación, luego de dejar a Ciara preparada para tomar el té con el rey de Ketrán, tuve una extraña visita.

Lysander Sinester esperaba en la silla al pie de mi cama.

Iba vestido con el traje granadero de bordados oscuros, el del alto rango del ejército. Quizás era necesario recordar que en Valtaria no se podía ser rey, sin antes ser un buen soldado.

Su porte elegante generaba una sensación dispar en comparación con la austeridad de la habitación.

──Su alteza ──Realicé una reverencia.

──¿Estamos esperando alguna invasión que desconozco? ──preguntó, señalando el buro que seguro él había corrido de mi puerta.

En la habitación había dos puertas de salida, pero solo tenía la llave de una de ellas.

Tomé asiento al borde de la cama.

Los reyes Dellare vivían en un castillo antiguo, donde las almas en pena solían acechar los pasillos, podía escucharlas pidiendo y rogando ayuda, siempre, por las noches era insostenible y los Dellare no habían sabido qué hacer conmigo. Creían que me había vuelto loca, y si me escuchaban gritar me largaban fuera para no tener que soportar mis pesadillas.

Cuando crecí, el rey Saverio sugirió que sus visitas nocturnas podrían darme consuelo, aunque hubiera preferido ser arrastrada por los muertos.

Claro que no le dije nada de eso.

──Precauciones que debe tomar una dama.

──Suena terrible ──indicó.

──¿Es porque se preocupa por mi seguridad, alteza? ──señalé el anillo con una sonrisa suspicaz──. Estaba tomando mi tiempo de responder.

Él se puso de pie, con el gesto ceremonial de un rey.

──Quiero que me ayudes en algo ──Por su tono fue más una orden──. Mi esposa me dijo cómo la salvaste ayer. Tus poderes son algo extraordinario, Astra.

Las sombras subieron por su cuerpo, siseando en un idioma que yo desconocía, obedeciendo a su presencia como súbditos.

──Quería salvar a Ciara, lo de ella fue colateral.

Él sonrió, pero ningún atisbo de nada apareció en sus ojos, eran tan oscuros como la noche. Me pregunté si era una marca obtenida de su poder.

──¿Conoces tus capacidades?

Me acerqué al rey Lysander, si era lo que quería después de todo, y murmuré las órdenes en el idioma antiguo. Trasladé las imágenes a su cabeza, dejándolas fluir entre nosotros como la corriente fría que anuncia el invierno.

Le mostré la pelea, las caras de los soldados y la intervención de Eskandar.

No estaba segura de que hubiera surtido efecto, no más que llamar a la puerta de una morada deshabitada.

Cuando sus ojos volvieron a encontrar los míos, supe que había funcionado, me observó con la pesadez de quien despierta de un sueño.

──¿Qué idioma es ese?

──El idioma antiguo ──respondí sin esclarecer su expresión──, el de los tala.

Él asintió, pensativo.

──Quiero que vengas conmigo a Kaeser.

Kaeser, nombrada así en honor a la última varkesa del Imperio de Escar, decían que la ciudad era un paraíso para los Raguen, me pregunté cómo sería una vida sin tener que mirar sobre mi hombro.

Sonata Siniestra©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora