Extraña aparición en la ruta 8

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          Esta experiencia ocurrió durante el invierno de 2003. Me encontraba trabajando para el programa de televisión Cuatro Estaciones, que en aquel entonces era emitido por Canal 5, Televisión Nacional de Uruguay. Cubría, entre otras cosas, eventos relacionados con espectáculos, deportes, música y moda. En ese magazine yo trabajaba como conductor y realizaba entrevistas vinculadas con la temática del programa.

          Lo sucedido tuvo lugar mientras hacía la cobertura de un gran evento en la ciudad de Melo, Cerro Largo: el certamen Bellezas Uruguayas. Allí se elegiría a la representante del departamento, quien luego participaría en la final junto a jóvenes de otras regiones del país. Fue aquel un fin de semana memorable, en el que además de descubrir una cantidad de lugares pintorescos de Cerro Largo, realicé entrevistas sumamente interesantes y pude sentir muy de cerca el cariño de la gente.

          Todo transcurrió con normalidad, hasta el domingo en la tardecita, cuando finalizamos las grabaciones. Antes de partir, saludamos a los organizadores del evento y a las autoridades del departamento y nos preparamos para regresar a Montevideo. Íbamos en mi auto por la ruta 8; éramos cuatro personas: a mi lado, en el asiento del acompañante, viajaba la camarógrafa Silvana Sosa y en el asiento trasero, iban dos personas que trabajaban en el certamen. La carretera estaba tranquila, como siempre, aunque nosotros viajábamos bastante divertidos, escuchando buena música y charlando animadamente de las cosas de la vida.

          Así transcurrió la mayor parte del viaje, hasta que unos pocos kilómetros después de que pasábamos la ciudad de Solís de Mataojo, a la altura del kilómetro 77, sucedió algo que me descoloró por completo. A lo lejos, en medio de la ruta, se veía una silueta. No podía reconocer qué era, ya que la carretera estaba muy oscura, así que encendí las luces largas del auto para iluminar mejor. Parecía ser una persona arrodillada, de espaldas. Con el golpe de las luces del auto, pude distinguir que el extraño vestía un tapado largo y negro que llegaba hasta el piso. Pero lo más llamativo era que permanecía estático e indiferente, en medio de la calle, mientras mi vehículo se aproximaba con rapidez, lo que hacía que la distancia entre nosotros se acortara drásticamente con el correr de los segundos.

          Cuando ya casi estaba encima de él, atiné a frenar bruscamente y toqué bocina, tratando de despertarlo de esa especie de trance en el que parecía estar sumido...  pero cuando volteó su cabeza para mirarnos, me di cuenta de que lo que estaba allí, de rodillas delante de mi auto, no era una persona. Mientras giraba el volante para evitar atropellarlo, pude ver lo aterrador de su apariencia, gracias a las luces que lo encandilaron: su tez era pálida, con tonalidades violáceas, y sus prominentes pómulos, ayudados por unas marcadas ojeras, le daban una apariencia cadavérica a su rostro aterrador. Su cabello negro y largo parecía estar perfectamente peinado hacia atrás, cayéndole sobre los hombros. Sin embargo, lo que más me sorprendió fueron sus inmensos ojos blancos, con la mirada perdida en el vacío de la noche.

          Lo cierto es que apenas pude esquivarlo y eso hizo que me saliera de la ruta quebrada al borde de la banquina. Estuvimos muy cerca de protagonizar un accidente fatal. En ese momento, miré a los demás buscando alguna confirmación o señal de que también lo habían visto, pero no hizo falta, ya que sus rostros denotaban un nerviosismo tan grande como el mío.

          Hablamos de lo sucedido y llegamos a la conclusión de que todos habíamos presenciado lo mismo. Yo estaba bastante impactado y no terminaba de creerlo, así que bajé del auto para ver si encontraba al extraño que se había aparecido de esa manera. Creo que lo hice porque quería hallar ahí a una persona "real" y así descartar la hipótesis de que aquello que había visto no fuera un habitante del mundo de los vivos.

          Cuando ya estaba fuera del auto, caminando hacia el lugar de los hechos, unas luces me encandilaron. Me protegí los ojos para poder ver qué era y encontré a un costado de la ruta un ómnibus detenido con las luces encendidas. El chofer bajó con una linterna y me preguntó:

-¿Estás bien?

-Sí- respondí, bastante confundido.

-¿Qué era aquello?- volvió a preguntar el hombre.

-La verdad... no sé- le dije, aunque en ese momento no sabía si estábamos hablando de lo mismo.

-Yo venía detrás de tu auto... -explicó, nervioso- Vos llegaste a esquivarlo, pero yo no pude y tendría que haberlo atropellado... pero de golpe, desapareció.

          Al terminar de escucharlo, comprendí que, evidentemente, aquel ser que encontramos en la ruta 8 no era común y corriente. Fui con el conductor del ómnibus hasta el lugar donde lo habíamos visto. Él iluminaba con su linterna, mientras yo recorría con la mirada primero la ruta y luego los pastizales de los alrededores. No encontramos nada. El chofer regresó a su vehículo y yo, perplejo por lo que acababa de suceder, al mío.

          Allí me encontré de nuevo con los demás, que permanecían quietos y callados como nunca. Así terminó el viaje, en total silencio, hasta que llegamos a Montevideo.

          Esa noche me costó mucho poder dormir, había quedado muy nervioso. En mi mente estaba la cara de aquel hombre de rostro cadavérico, con sus ojos blancos. Fue tan rápida, pero a la vez tan nítida su imagen, que es muy difícil para mí borrarla de la memoria. Hasta el día de hoy, sigo hilvanando posibilidades y tratando de explicar lo que vi, pero esta historia siempre queda abierta.

          Creo que nunca voy a tener la respuesta a mis dudas... lo que sí tengo es la certeza de que hay cosas que ni la ciencia ni la razón pueden explicar y que, sencillamente, suceden delante de nuestros propios ojos.

Voces Anónimas OCULTOWhere stories live. Discover now