Negociando con una Serpiente

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"¿Dónde estoy?". Intentó abrir los ojos pero no pudo levantar los párpados, se sentía exhausta. Le dolía el cuerpo. No. Le dolía absolutamente todo. El cuerpo, la piel, el cerebro, el alma. Sobre todo el alma. Estaba rota.

—¿Cómo sigue?

—Progresa, que en su condición ya es un decir, si seguimos a este ritmo en tres meses estará lista.

—Imposible, no tenemos ese tiempo. Tendrá que ser antes.

—Entiendo, pero le recuerdo que no son mis tiempos, son los de la señorita Weasley.

—Señora Atoms permítame hacerle una pregunta: ¿sabe por qué la contraté? Le diré: no fue por su apellido o la pureza de su sangre, ni porque mi familia haya trabajado antes con usted y créame que tampoco por falta de aspirantes al puesto que, incluso, me cobraban la mitad de galeones. La única razón que inclinó la balanza a su favor fue que, según mis investigaciones, es la mejor en su especialidad. Dicho esto, tiene un mes y medio; no me defraude, odio equivocarme cuando invierto en alguien.

"Esa voz me suena de algo... Y esa forma tan engreída de hablar...".

¿Quiénes eran? y lo más importante ¿qué le estaban haciendo? Antes de poder responderse sintió los brazos del sueño tomarla, perdió rápido la conciencia.

                                                                                . . .

                                                         Un mes y medio después.

                                                                                . . .

Estiró su cuerpo, flexionando los dedos de sus pies, arqueando la espalda y empujando el aire con las manos hacia arriba. "Mmm, ¡qué placer! Qué bien dormíí". Se sentía como si hubiera descansado mucho tiempo.

Abrió los ojos para cerrarlos automáticamente. "Por Morgana, ¡cuanta luz!". Aunque eso no era lo más raro, pensó. Volvió a intentarlo, esta vez dándoles unos segundos a sus pupilas para que se acostumbren al cambio de iluminación. La imagen que recibió la dejó sin aliento: un inmenso mar frente a ella. Por la posición del sol supuso que sería media mañana, el cielo se veía despejado.

—Buenos días señorita Weasley.

Volteó sobresaltada, sintiendo su adrenalina dispararse de golpe. A su izquierda se encontró con una mujer de unos cuarenta años, vestida de manera impecable con una túnica verde oscura y una amplia sonrisa.

—Eh... ¿Hola? ¿Dónde estoy?

—En su dormitorio. ¿Cómo se encuentra? —la vio acercarse a la cama y pudo apreciarla mejor. Se imaginó que mediría un metro sesenta, tenía el pelo castaño oscuro y caía lacio por su espalda. Sus ojos marrones le venían muy bien con la tez oscura. Le parecía amigable, aunque no iba a confiar de entrada en alguien sólo por su apariencia. "¿Mi cuarto? pero qué dice esta loca si esto es más grande que todos los cuartos juntos de mi casa".

—Me siento... Bien. Muy descansada pero confundida, no creo que este sea mi cuarto a decir verdad y mi último recuerdo es de... —hizo una pausa, impactada al llevar esa imagen a su consciencia—, lo último que recuerdo es el frío de Azkaban. ¿Cómo puede ser...? ¿Estoy muerta? Aunque eso no tendría sentido, ¿dónde estoy?

Una suave risa se escapó de los labios de la bruja.

—¡Qué creatividad tienen las jóvenes de hoy en día! Lejos de estar muerta, le diría que acaba de renacer. Me presentaré, mi nombre es Alicia Atoms, soy sanadora de almas.

Bajo su protecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora