03. Príncipe de Plata

Start from the beginning
                                    

Ese era el motivo por el que me daban una habitación apartada de las demás doncellas, así que por mí estaba bien.

Sobre la cómoda, reposaba una bandeja, de donde Ciara había tomado el anillo de plata que llevaba el pequeño diamante brillando con orgullo.

──Es el anillo real, me dijeron que bailaste con el rey anoche ──inspeccionó el objeto con interés renovado──. Ten cuidado, al antiguo rey le encantaba coleccionar meretrices y el nuevo estará feliz de seguir el legado de su padre.

──O podría querer hacerme reina ──Y lo dije con el maquillaje corrido y oliendo a vómito.

──O para ofrecerte en sacrificio, ¿sabías que festejan la Luna de Sangre?

──Por algo siguen a Rella.

Ciara sonrió de forma amplia, antes de proseguir, como hacía justo antes de recordar algo.

──Iremos a la ciudad, cortesía de nuestra excelentísima majestad, quizás quieras arreglarte un poco.

──Preferiría no ir.

──Oh, pero no fue una pregunta. Hay un par de vestidos que ya no me entran, así que le pedí a Seda que te los traiga, lo hará cuando termine con las medidas de mi madre ──indicó──. Está el azul oscuro que te gusta.

Cuando volví a estar sola tomé el anillo y me acerqué hasta la ventana para observarlo mejor, los finos grabados que emulaban las alas de un pájaro.

Pasé los dedos por mi rostro como si todavía tuviera la máscara puesta y recordé cómo me había sentido anoche, encandilada ante el lujo. No, no algo tan vano como el lujo o la ostentación, sino por lo que significaban… poder.

Unos momentos más tarde volverían a golpear mi puerta, sería la reina Tania hablando sobre lo poco que valoraba todo el incondicional apoyo de su familia, y que como siguiera de haragana me vendería a una jauría de soldados en celo.

El rencor se estrechó junto al resentimiento y la rabia, contrayendo mi pecho hasta que respirar se volvió una travesía, apreté los dientes con fuerza, respiré hondo y clavé mis uñas en mis palmas con tanta fuerza como para formar medialunas de sangre.

Un momento después, Tania se había ido y las heridas ya no estaban.

“En cualquier parcela gobierna un rey”, era un dicho que se había popularizado cuando el Imperio de Escar se disolvió y todos sus territorios comenzaron a partirse en reinos imaginarios

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

“En cualquier parcela gobierna un rey”, era un dicho que se había popularizado cuando el Imperio de Escar se disolvió y todos sus territorios comenzaron a partirse en reinos imaginarios.
Algunos con muy pocos recursos, otros ni siquiera poseían títulos de renombre ni apellidos con dinastías antiguas que los respaldaran. Cualquier tonto quería usar una corona, e incluso las posadas, a modo de burla, habían comenzado a colocarse nombres como “Reino del Pata Chueca”, o “Rey del Agua Sucia”.

Con la convocatoria del rey proveniente no solo de un linaje de siglos, sino con un territorio basto y rico, iban a tener que bajar sus ideales a tierra si querían seguir existiendo al menos como señores de alguna parcela.

Sonata Siniestra©Where stories live. Discover now