Charles | Capítulo 18

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«Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón».

—Jorge Luis Borges.


Laketown, 1889.

Mis manos intentan, sin éxito, agarrar el portón para abrirlo de un golpe. Una fuerza extraña me empuja hacia atrás cada que intento acercarme. Justo ahora soy un revoltijo de emociones; mi mente no puede pensar en absolutamente nada, como si algún bloqueo estuviese interrumpiendo el flujo normal de mis pensamientos.

Han pasado horas; el sol comienza a salir en el horizonte, pero yo no puedo sentir la brisa matutina. A pesar de que he pasado horas forcejeando con aquella fuerza extraña, tampoco siento cansancio alguno. Algo es diferente, algo no está bien, pero no hay explicaciones lógicas que puedan hacerme salir del estado de confusión en el que me encuentro ahora. La única imagen que se atraviesa por mi mente es la de mi propio cuerpo siendo cargado y arrojado dentro de un carruaje, junto con los cuerpos de mi familia.

Piensa, Charles, ¿acaso se trata todo de un horrible sueño? Me detengo por un momento y observo sobre mi hombro: la mansión está recibiendo los primeros rayos de sol sobre su fachada, pero la usual energía que emana típica de un lugar que siempre tiene movimiento en su interior no se siente hoy, no; las ventanas vacías reflejan un interior oscuro. No puede ser un sueño, Charles, si algo no encaja.

Vuelvo a observar el portón cuando el sol termina de ubicarse sobre mí, y un impulso me guía: comienzo a correr hacia la reja decidido a vencer aquella fuerza extraña que tanto me ha atormentado por horas. Para mi sorpresa, ahora no hay fuerza; pero tampoco hay portón. Aire, es como si yo fuera aire; he atravesado por completo el portón a pesar de que esperaba un fuerte golpe. Asustado, observo aquella construcción de reja y me acerco con cautela, intentando abrirla con mis propias manos. Pero al hacerlo, mi mano atraviesa la misma, de nuevo, como si yo no fuera sólido. Posiciono mis manos frente a mis ojos y con extrañeza observo cómo los rayos del sol atraviesan levemente mi piel, de una forma casi imperceptible, pero puedo verlo. Niego lentamente con mi cabeza, de una forma casi automática me prohíbo a mí mismo creer en lo que estoy viendo. Pero mi mente está nublada; por más que lo intente, nada viene a mí, ni un solo recuerdo de la noche anterior que no sea el de mi propio cuerpo siendo lanzado a un carruaje junto con los cuerpos inertes de mi familia.

Me llevo las manos a la cabeza en un intento desesperado de recordar qué sucedió. A pesar de que no puedo sentir mi corazón latiendo contra mi pecho sí puedo sentir el vacío que se produce cuando nos encontramos en un estado inexplicable de miedo. Al observar hacia mis pies la visión de mi camisa llena de sangre interrumpe mi intento de rememorar qué me ha traído aquí, y entonces pequeños fragmentos de una imagen borrosa comienzan a llegar a mí mente: sus ojos, unos ojos que reflejan locura, tanto que podrían brillar en la oscuridad sólo para asustarte. Esos ojos se encontraban sobre mí, y entonces llevo mi mano a mi garganta y puedo sentir el filo de una navaja rompiendo mi piel.

Mis ojos comienzan a llenarse de lágrimas; pero no son lágrimas de tristeza, no; son lágrimas de frustración. Jamás en mi vida me he sentido tan confundido como ahora, ¡y lo peor es que, por más que lo intente, no puedo entenderlo! En un intento por disipar las lágrimas, y todavía con mi mano sobre mi cuello, observo al suelo, esperando encontrar sólo un montón de pantano por la tormenta que al parecer azotó Laketown, como es típico. Pero al observar el suelo sólo encuentro más detalles que quieren arrebatar la tranquilidad de mí: las huellas que ha dejado el carruaje continúan sobre la tierra, ahora convertida en pantano, perdiéndose a lo lejos.

Desde hace un sueño (En físico en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora