Extra III: vida

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Elizabeth organiza mi velo mientras me cuenta historias de su infancia. Ha pasado tanto que ni siquiera siente la lejanía de su memoria; ahora reproduce las imágenes en su mente tan nítidamente como pueda lograrlo. Era una adolescente cuando conoció a su mejor amiga en el baile de una familia adinerada; nunca había soñado con tener a una persona con la cual pudiese hablar de sus anhelos futuros, ser una mujer joven en la época victoriana implicaba permanecer callada y obedecer órdenes. No existía espacio en su vida para siquiera considerar tener metas propias que pudiese cumplir, pero cuando la conoció a ella, Angelique, todo cambió. Solía narrarle sus más profundos deseos. La madre de Charles siempre ha sentido especial afición a la jardinería, tanto que siempre quiso tener su propia tienda de flores. Por supuesto, esto resultaba imposible: su objetivo en la vida era casarse con un hombre rico, y así sucedió.

Sin embargo, con Angelique se permitía soñar. Ambas armaban pequeños teatros improvisados en los jardines de sus hogares, cuando sus familias se visitaban. Solían improvisar situaciones en las cuales idealizaban sus vidas: el primer cliente de Elizabeth en su tienda de flores, o cómo plantaría su jardín para la próxima temporada de festivales. La fantasía siempre será el escape de las realidades oscuras, y eso es algo que jamás cambiará a través de la historia. Aunque ella no pudo cumplir su sueño, continuó plantando hermosas flores en el jardín de la mansión Pemberton hasta el final de sus días.

Yo siempre supe que ella amaba este pasatiempo, Charles solía contármelo. Cuando todo acabó y convertimos la mansión Pemberton en un hermoso museo en memoria de la familia, me aseguré de que el jardín siempre estuviese cuidado; no importaba la estación, ni mi edad, ni qué tan lejos me encontrara yo de Laketown en algunos momentos de mi vida. Las flores estarán siempre presentes en la mansión Pemberton, y es algo que me aseguré de dejar por escrito para las siguientes generaciones que cuiden del museo.

Elizabeth, junto con mi madre, organizó mi ramo de flores de tal manera que la Cala de Etiopía siempre sobresaliera entre las demás. Yo lo tengo entre mis manos, sintiendo su textura mientras terminan de ayudarme con mi vestido y velo. Cierro los ojos ante el tacto de los pétalos, sintiendo los nervios a flor de piel tal como los sentí la primera vez que me casé con él. Podría decir que nada ha cambiado desde entonces, pues cada vez que pienso en sus ojos azules algo dentro de mí provoca una corriente de energía que recorre mi espina dorsal. Podría repetir este momento de mi nueva vida una y otra vez y siempre sentiría el mismo nerviosismo, sin lugar a duda.

Afuera el cielo está despejado. Es un día primaveral y agradable. Faltan pocos minutos para que mi padre me lleve al altar, tal como siempre lo soñé. Es el momento perfecto para comenzar una nueva vida. Se nos arrebató mucho en la tierra, pero aquí todos los sueños empolvados se renuevan con el brillo de una nueva esperanza. Al momento de darme cuenta de que me encontraba en mis últimos momentos de vida, jamás pensé que la vida del más allá se sentiría tan natural, espontánea. Casi parece que no hemos muerto, por el contrario, hemos vuelto a nacer.

No existe mayor ilusión en el mundo terrenal que volver a ver los ojos de nuestros seres queridos. Creo que nunca entendemos la magnitud de una pérdida hasta que la sufrimos en lo más profundo de nuestros corazones. Existe en nuestra mente un pensamiento iluso que nos incita a creer que todo lo que amamos durará para siempre; ¿cuántas veces no renegamos la posibilidad de la muerte? ¿Cuántas veces nos reusamos a creer que nuestros padres, madres, hermanos, abuelos, parejas, amigos, alguna vez dejarían de existir? Es que no podemos soportar la existencia sin saber de la presencia de un ser querido. Tal vez nuestra mente a menudo nos tortura más de lo que debería, nos recuerda cada tanto que todo tiene un fin; pero cuando llega el inevitable momento la mente se niega a creer que algo así es posible. ¿No es por mucho irónico que nuestra psique nos recuerde que en algún momento lo perderemos todo, pero cuando llega aquel instante la misma no es capaz de soportarlo?

Desde hace un sueño (En físico en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora