Capítulo 43: Noche

8K 1K 258
                                    


—¡Hemos hecho un descubrimiento nacional!

La voz de Janick me saca del sueño, y por poco caigo de la silla en la que me encuentro, en la cabina de mando del barco. Mi corazón se acelera mientras corro hacia él, que tiene la nariz pegada a un monitor.

Sin embargo, toda la emoción que sentía se desvanece cuando observo el supuesto descubrimiento de Janick.

La cámara del buzo que está sumergido nos muestra cómo sostiene un viejo Iphone en sus manos, que acaba de encontrar en el fondo del mar. Mis ojos pasan de la pantalla a Janick, quien se recuesta tranquilamente en la silla, con una sonrisa en su rostro.

—Pensé que de verdad habías descubierto algo —resoplo, mientras vuelvo a tumbarme de mala gana en mi silla.

Él abre una lata de cerveza, aún con la sonrisa en el rostro.

—Ese Iphone lo podemos vender en una tienda de segunda mano —responde—. Ya que llevamos cuatro días sin descubrir nada relacionado a los Pemberton, y ya que me prometiste un pago intangible. Diez dólares por un Iphone sería el mayor pago de esta búsqueda sin fin.

Una risa sale de su garganta, mientras saca un cigarrillo de su bolsillo.

Una persona detrás de mí se aclara la garganta.

—Nada de fumar en la cabina de mando, Janick; esa regla está más que clara.

James Gordon es quien acaba de hablar. Es un hombre de unos cuarenta años, con cabello negro como el carbón, pero con una que otra cana comenzando a asomar. Está siempre vestido con una camisa elegante y un pantalón negro, con sus zapatos siempre brillando. Es el dueño del barco Aqua y de los equipos de búsqueda aquí en Inglaterra. Además, es cofundador de la empresa de Janick, sólo que este último pone su barco y su equipo cuando las búsquedas se realizan en Estados Unidos o en zonas cercanas. James es quien pone el equipo aquí en Inglaterra, por ende, el Aqua y los equipos son suyos, y él pone las reglas.

Janick se pone de pie y le da una palmada en su espalda, volviendo a guardar el cigarrillo en el bolsillo. La cerveza que tiene en su otra mano está peligrosamente cerca de todos los equipos.

—Y aleja ese asqueroso líquido de los dispositivos —ordena James, finalmente.

A su lado, Janick se ve bastante desaliñado, aunque papá me dijo secretamente que él tiene tanto dinero como James —que no es para nada poco—. Por algún motivo prefiere quedarse así, con unas bermudas, sandalias y una camisa gris, a pesar del inmenso frío que está haciendo aquí.

—¡No seas aguafiestas, James! —exclama Janick, volviendo a tomar asiento.

Los dos hombres comienzan a discutir, y yo los ignoro mientras vuelvo a observar la cabina de mando, en la cual llevo metida cuatro días. La cabina cuenta con dos pisos. En el primero hay sillones, una mesa de comedor y una pequeña mesa de reuniones, además de unas escaleras que bajan a las cabinas de descanso de los tripulantes, en la parte baja del barco; la cocina y los baños. Aquí, en el segundo, se puede observar la parte descubierta del barco, donde está el helipuerto, y en la cual hay alrededor de cincuenta personas trabajando con los equipos, los mapas y los buzos. 

La cabina de mando como tal es bastante grande, casi del tamaño de mi habitación; cuenta con el mando del barco, es decir, el timón, los dispositivos de ubicación, los radares, y un montón de pantallas, botones, aparatos y cosas electrónicas que no entiendo. Luego están todos los monitores y pantallas relacionados a la búsqueda, donde estamos sentados Janick, yo y un joven ingeniero cuyo nombre aún no conozco, pues al parecer es de pocas palabras. Frente a nosotros hay diez pantallas, cada una conectada a una cámara que está sumergida. Cinco pantallas conectadas a las cámaras que llevan los buzos en la cabeza, y cinco pantallas conectadas a las cámaras pertenecientes a los robots que se sumergen, para ayudar a la búsqueda.

Desde hace un sueño (En físico en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora